1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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  1. Llegas pisando mis sueños
    borrando las huellas del sol
    con recelo a la hierba
    donde el rocío te acaricia
    en la sombra huérfana.

    Eres flor de pradera
    que galopa sobre suaves colinas
    que se elevan como musas
    marcando el compás en mi vientre
    donde despierta mi mundo
    encendiendo el cielo con juego de luces.

    En el aire, las sílfides del tiempo,
    acarician el mar de tus ojos, profundos,
    brillantes como pétalos tiernos
    navegando en un mar de colores,
    con olor a hogaza, en ese punto
    donde se evaporan los bordes del deseo.

    Cualquiera de mis poros
    puede tocar los rayos de tu luz,
    caricia de momento sublime
    donde los límites del vigor son árboles
    con deseos ingobernables
    en el otro lado del Edén,
    allí, la serpiente no existe.

    ©José Valverde Yuste



  2. Ya no calla el poema entre mis dedos
    ni se calma el silencio con el canto,
    es una estación efímera,
    un desconsuelo incontrolado
    ese instante lleno de muertos en la tinta.

    Esos días largos, vacíos,
    que convulsionan en un ataúd sin anclaje,
    los suburbios del subsuelo
    gritando al papel ennegrecido,
    iracundo en mi pensar, solitario,
    lleno de árboles, sin raíces,
    con ríos sin afluentes.

    Peregrinaje hacia la opacidad del pensamiento,
    gris estancia de palabras encarceladas
    dónde reposa la lucidez
    en una cama llena de estalactitas.

    Desencuentros entre palabras
    que borran la tierra de las manos
    usurpando lo experimentado en años de hambre.

    Excavando en los anales de la memoria,
    sucumbiendo a los resquicios
    cuando la inspiración era juez y ley, sombra y luz
    en este desierto donde ni el alba quiere vivir.


  3. Veo un lienzo púrpura donde el sol va a expirar,
    la luz se hace densa
    apenas esboza un suspiro
    en esta tumba que no enmudece.

    La brisa salada inunda el corazón
    de la sombra que se alarga,
    un momento efímero
    viene a ponerle su máscara
    diluyéndola en la niebla del tiempo.

    Un banquete de luz, sin prisa le besa la piel,
    la risa brota en semillas de sangre estilizadas,
    la muerte del día deja una huella
    que muere al instante.

    Mano piadosa que anida la despedida
    quizás los bastoncillos la liberen del olvido
    por encima de los brillos que deja la hora
    cuando la tarde sueña con la declinación
    que las palabras no saben conjugar y llora.

    ©José Valverde Yuste


  4. Aquella niebla oculta
    que levanta al día
    no habla de silencios
    ni palabras apretujadas
    que vigilan al viento.

    Llama a la luz de la sombra,
    al epitafio no escrito
    entre inundaciones de alma
    que al fuego purifica
    extinguiendo cielos
    que crujen ante nuestros ojos.

    Soliloquio de alto verbo
    entre nupcias y desavenencias
    regresaré al fulgor
    buscando en sus lenguas mi verdad.

    Me disipo entre sus brazos
    y con la fuerza que el crisol me ha dado
    este cuerpo de tierra alumbrado
    vuela majestuoso hasta que florezcan
    las manos frías, la aurora de la nueva voz.

    ©José Valverde Yuste


  5. Bajo un cielo que llora contemplo el mar
    percibo titilantes abrazos de un aroma a zulo
    que despierta con la brisa marina
    sin encender aún la luz que calienta la aurora.

    Bebedor de niebla y sombras
    me envuelve el manto de cristal
    cuando se enciende la llama que sangra
    y me atrapa la mañana sin risa.

    Místico insaciable
    busco otras verdades en la oscuridad,
    en cada sorbo de crepúsculo
    que me absorbe con su puerta abierta
    de bastardos disfraces
    que ansía hallar la respuesta al existir.

    ¿Qué hay en la otra sombra?
    Me envenena el aroma
    a flores huérfanas
    cuando buscan el consuelo
    ávidas de caricias en amaneceres
    de clamor silencioso
    llenos de ventanas sin resquicio.

    Antes de ver la luz,
    en este caótico mundo
    de soledades prescritas
    me desnudo ante el eterno invierno
    que ha de llegar con su luz oculta.

    ©José Valverde Yuste
    A Zulma Martínez le gusta esto.


  6. Fue el viento
    el que acercó mi mano a la tuya,
    alucinado por tu cercanía
    mi boca quedó atrapada en tus comisuras.

    Era la primera vez, sin aviso
    mis sentidos se entregaron a ti.
    Al rozar tu piel de beso,
    fueron fluyendo mis ráfagas virginales,
    el pergamino de mi espalda
    tembló desde la frontera de las arenas
    hasta donde se escapa el agua.

    Con la complicidad de las miradas
    bebimos el néctar de un sueño real,
    la entrega fue una tormenta de paraíso
    y el caudal, un santuario que detuvo al tiempo.

    Recuerdo como el sol se filtró tras ese árbol,
    nos inclinamos sobre una ola
    cuya alma era una fuente
    y allí esperamos el regreso de la marea,
    el agudo filo de la luz naciente.

    ©José Valverde Yuste
    A luna roja y Bernardo de Valbuena les gusta esto.



  7. Eres la mañana dibujando
    sobre mi rostro la felicidad,
    el ave que trae el mensaje
    en su vestido de plumas
    a través del cristal de mi ventana.

    La belleza nocturna de ese paisaje
    lleno de latidos acelerados,
    tu corazón son las ondas del lago
    donde me baño cada noche,
    respiro el olor de tu piel
    desatando los nudos del silencio.

    Siento que abrazas mi sueño,
    me entregas los pliegues de un mundo
    que es lienzo de mar,
    verso libre que empequeñece
    el grito bajo tu vientre.

    De tus contracciones,
    palpo con mi razón tus sentimientos,
    cuando soy agua saciada de tu sal
    no hay hormigón en la calle
    sólo esperanza en la cicatriz que hay
    al ras de tus piernas.

    Ámame sin mirar mi anatomía,
    mírate en mi espejo
    desnúdate y te regaré con mi escarcha,
    rasga el lado más salvaje de mi sensibilidad.

    El tiempo se detiene en ese instante,
    navegando por la galaxia
    nos consumimos lentamente
    como las ascuas del brasero
    duermen bajo la ceniza.

    Un gas sin rastro , sin partículas,
    somos el latido del aliento,
    la mirada de un mar sin dueños.

    ©José Valverde Yuste

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    A Pi-Radianes, Rosa Reeder y malco les gusta esto.



  8. Tengo sed de vientos limpios,
    de labios angostados sobre los míos,
    que pidan savia de néctar aún no creada,
    la esencia desnuda del amor
    en los bordes de la otra orilla.

    Hambre de equinoccios desnudos
    en nubes pasajeras,
    aire nutriendo aquello que vierte la luz
    sobre tinieblas de escarchas aún mustias.

    Más pienso que la montaña
    bajará pronto al campo,
    al caudal ebrio, a las hojas pudorosas,
    al grito solitario antes que nazca la vida
    llena de guirnaldas.

    He visto en ti la desnudez de las olas
    bajo un cielo que arde sin piedad,
    la promesa del sol quemando
    el aliento de la arena, los caminos
    que me guían perderse en autopistas
    con curvas delicadas.

    He visto el fuego de la carne preciso,
    la rosa complacer en su más absoluta entrega,
    las horas con ojos radiantes
    cuando me arrojo al hombro que me abraza
    y se abre la luz que necesito,
    sobre manos llenas de flor amanece el día.

    ©José Valverde Yuste

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    A Rosa Reeder le gusta esto.


  9. En la noche,
    ese espacio tuyo y mío,
    me abrazo a tus caricias
    al placer sin acertijos
    donde tus sueños se ocultan
    con ropas de seda
    en una frontera móvil.

    Te guío por caminos perversos,
    esclavizo tu corazón de gaviota
    en un claro del bosque,
    el aire es espeso
    y, aunque no brote el sudor,
    de tus hambrientas pupilas
    sale la brisa que me acompaña,
    es un barco navegando
    bajo el encanto de tu bahía.

    Mariposa mía, desfilas por una calle
    donde la flor es el nervio de una ola,
    te desnudan las sombras
    bajo la luz de la luna
    en un molino vagabundo
    atravesado por un arroyo
    donde lo tangible reside en el aura.

    Eres la sonrisa de la buena hierba
    cuando caminas descalza
    a lomos de un campo sediento
    una punta de aguja
    transita por tus galaxias
    en líneas rectas sin esquinas.

    ©José Valverde Yuste
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  10. Lo buscas donde el sol no llega
    y los oídos se sonrojan
    buscando la lívido de un suspiro volátil
    que eclipsa la huella oprimida
    de la luz que deja el gemido.

    Ojos de longitud de onda estrecha,
    magnificencia de deseos arrastrados,
    sonriente haz de rayo
    que buscas tras lo oculto
    las letras exactas del nombre
    que lo alimenta.

    Candor vestido con velo de inocencia
    en un alma transparente y densa
    aún no corrompida en su pureza
    de Edén.

    Fugazmente lo encuentras
    y aparece en una flor
    llena de aurora
    entre nubes de bordes sedientos
    vestidas por corolas de complaciente brillo:
    eyaculadas, hambrientas,
    suspendidas en llamas, sin flagelos.

    ©José Valverde Yuste
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  11. En jaula de cristal transpira el sol,
    su esencia se escapa pura y radiante,
    luz quemada que marchita el presente,
    un universo entero en su corola encierra.

    Un sol inclemente,
    un ardiente rosario en la hoguera del ser,
    la carne se quiebra en esta geometría inclinada
    de líneas curvas, sin conciencia lúcida.

    En la ventana, un poniente
    que enciende la soledad,
    un espejismo en la apariencia pura
    de un torbellino,
    eco rojo de un día que se ausenta,
    un abismo que busca un significado
    en la luz efímera.

    Una voz plegada en cada arruga
    del día, albor que en el cielo se extiende,
    nos atan cadenas a una agonía sin límite.

    Los poros lloran con su lenguaje antiguo,
    la piel se abre al sol que besa,
    un horno de furia desmedida
    se funde y se quiebra, en esta fragua
    con el yo descompuesto.

    El levante apagará esta llama voraz
    o me dejará en cenizas,
    impávido, ausente,
    con el túnel lleno de sombras.

    ©José Valverde Yuste

    El terral es un viento muy cálido, típico de Málaga, que viene del interior y que eleva las temperaturas hasta los 40 grados centígrados.
    A Poeta en Silencio le gusta esto.


  12. Yo sé que puedes amarme
    con la brisa rozando nuestros labios,
    tus yemas de tela de araña prendiendo
    el dulce deseo disuelto
    en el éter de los besos helados.

    Nos separa un suspirar, un breve espacio,
    tus manos me acarician,
    como un guante a un sueño de tacto,
    como la sed acaricia a las tormentas,
    de breve espacio, en segundos,
    cuando la pluma desciende en rayo a la deriva.

    En la noche, tus deseos besan al sueño,
    el paisaje de tu cuerpo flota en el mío,
    fruto de cerezo en flor, ráfaga de susurros
    sonando en el pabellón
    donde el aire se vuelve gemido.

    Hundo la mano
    en el génesis que en ti navega,
    cierras la puerta y abres el portal
    al umbral del anhelo,
    ese paisaje de bosque en llamas,
    sediento está de mi carne,
    y yo, huidizo, le ofrezco la semilla oculta
    entre tus contornos y mi borde.

    Se alzan al cielo las nubes
    en un breve espacio de suspiros.
    la noche me azota
    anclado en esta tierra desnuda,
    siento el ardor de tu vital presencia,
    la vida misma que a mi tacto responde.

    Tus ramas se expanden en mi corazón,
    un paraíso fértil donde la tempestad
    se amamanta del dulce Edén,
    el amor vence al cansancio y al hastío,
    floreciendo como las amapolas
    cuando son humedecidas.



    ©José Valverde Yuste
    A bristy y Zulma Martínez les gusta esto.



  13. Ese lugar emblema del placer,
    sonríen los hombres,
    las mariposas sueñan,
    y el ancla se introduce
    en su preciso paraíso

    Es un universo
    que nunca se encoge,
    siempre es brizna de luz,
    hondura clara, la inocencia del velo
    cuando desciende,
    y sus ojos cantan al pico del pájaro
    con sus iris de porcelana clara.

    Jardín en la esquina del Edén,
    fuego sagrado que brilla al calor,
    se ensancha el umbral
    de los sueños compartidos
    en el templo hecho idea.

    Bajo el manto de ese valle íntimo
    un trozo de cielo se alza,
    un canto imperecedero
    forja la paz del mundo.

    Es un refugio común que nunca olvida
    aquello que en su camino se traza,
    auroras llenas de fontanas
    con su penetrante voz
    dan altos umbrales de dicha
    a lo que siempre es consuelo.

    En ese bullicio los pecados
    cruzan sin peso ni ley
    y la luz se multiplica en su libre brote,
    sin normas que aten su vuelo,
    siguiendo el mandato de la conciencia
    en las colinas que arden sus espumas,
    mansión donde la sombra con su flauta
    declina las mejores notas.

    Muertos los viejo códigos,
    en un tiempo lleno de restricciones
    el hombre se pierde buscando sentido
    en arcanas leyes, lo que el vuelo de la tórtola
    alcanza, ya todo es sueño.

    ©José Valverde Yuste

    A bristy le gusta esto.


  14. Todo es pantalla en tus ojos,
    un apasionado encuentro
    en espacio que no es nuestro
    en medio de un abismo que vibra
    con alas de relámpago.

    He sentido el silencio
    donde se expande la vanidad
    y en ese instante místico:
    te toco sin manos, te siento sin piel,
    una apetencia de un corazón que sangra
    a través de ángeles que adoran al viento.

    Una amalgama de sensaciones
    en instantes de iris abrazados a las curvas
    donde nace el deseo y el placer se esconde
    entre palmas sedientas
    y el manto cruel de la sombra.

    Cuanto orgullo derramado en la existencia
    que la necesidad oscura de la razón
    no alcanza a comprender,
    ceremonia de palabras usadas
    sobre carne desnuda,
    donde afloran las anémonas
    en cavidad falta de cariño.

    Insaciable rotura sin descoser,
    alma martilleada por dedos furiosos
    como el canto de un ruiseñor
    cuando despierta el día sin faro
    en el iris del valle.

    Las lágrimas densas
    se agitan en la mitad de la cueva,
    el espeleólogo llegó tarde,
    ya no hay mañana de domingo.

    Los pliegues duermen en estatuas exiladas
    en un solitario cielo de un mar profundo
    donde las pestañas rozan el cielo.

    ©José Valverde Yuste
    A luna roja le gusta esto.


  15. Tarde desnuda de sol
    caminas tiñendo
    de colores nuestras largas jornadas,
    ligera como aire, un dulce amor
    sobre la ola descalza.

    Estos ojos se redimen de baldosas
    en líneas de inocencia intacta,
    entre el llano y la colina
    buscan huecos, lejos de la urdimbre
    de la fría locura.

    Transforman las baldosas en ríos,
    sin tierra hostil,
    y un canto de aves lleno de monte
    penetra por estos ojos
    náufragos de no mirarse nunca.

    Ahora tienes otras citas,
    momentos sobre ríos sin rostro,
    en un todo que se hace abismo,
    esa siembra de sombras muertas
    que se bifurcan sobre las palabras del jamás.

    Afirmación de caverna insobornable
    donde te llenas de ese cruce,
    de corazón en sombras
    entre dos mundos con rescoldos de nieve.

    En el quiebro leve de la brisa,
    el poeta sueña en su rincón,
    con las alas de seda y las plumas doradas
    de su mundo que se disuelven
    como la luz en la oscuridad.

    Rompe el espejo de torbellinos perversos,
    en su tierno soñar y pone su vida en la mía,
    como si no hubiese mañana desnuda
    abriendo sus interioridades
    ni crepúsculo tras las alboradas.

    @José Valverde Yuste