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  1. Éste del cabello cano,
    como la piel del armiño,
    juntó su candor de niño
    con su experiencia de anciano;
    cuando se tiene en la mano
    un libro de tal varón,
    abeja es cada expresión
    que, volando del papel,
    deja en los labios la miel
    y pica en el corazón.


    Rubén Darío


  2. Mi pobre alma pálida
    era una crisálida.
    Luego, mariposa
    de color de rosa.

    Un céfiro inquieto
    dijo mi secreto...
    ?¿Has sabido tu secreto un día?

    ¡Oh Mía!

    Tu secreto es una
    melodía de un rayo de luna...
    ?¿Una melodía?



    Rubén Darío
    A Amarilys le gusta esto.


  3. Cristal, oro y rosa. Alba en Palestina.
    Salen los tres reyes de adorar al rey,
    flor de infancia llena de una luz divina
    que humaniza y dora la mula y el buey.

    Baltasar medita, mirando la estrella
    que guía en la altura. Gaspar sueña en
    la visión sagrada. Melchor ve en aquella
    visión la llegada de un mágico bien.

    Las cabalgaduras sacuden los cuellos
    cubiertos de sedas y metales. Frío
    matinal refresca belfos de camellos
    húmedos de gracia, de azul y rocío.

    Las meditaciones de la barba sabia
    van acompasando los plumajes flavos,
    los ágiles trotes de potros de Arabia
    y las risas blancas de negros esclavos.

    ¿De dónde vinieron a la Epifanía?
    ¿De Persia? ¿De Egipto? ¿De la India? Es en vano
    cavilar. Vinieron de la luz, del Día,
    del Amor. Inútil pensar, Tertuliano.

    El fin anunciaban de un gran cautiverio
    y el advenimiento de un raro tesoro.
    Traían un símbolo de triple misterio,
    portando el incienso, la mirra y el oro.

    En las cercanías de Belén se para
    el cortejo. ¿A causa? A causa de que
    una dulce niña de belleza rara
    surge ante los magos, todo ensueño y fe.

    ¡Oh, reyes! ?les dice?. Yo soy una niña
    que oyó a los vecinos pastores cantar,
    y desde la próxima florida campiña
    miró vuestro regio cortejo pasar.

    Yo sé que ha nacido Jesús Nazareno,
    que el mundo está lleno de gozo por El,
    y que es tan rosado, tan lindo y tan bueno,
    que hace al sol más sol, y a la miel más miel.

    Aún no llega el día... ¿Dónde está el establo?
    Prestadme la estrella para ir a Belén.
    No tengáis cuidado que la apague el diablo,
    con mis ojos puros la cuidaré bien.

    Los magos quedaron silenciosos. Bella
    de toda belleza, a Belén tornó
    la estrella y la niña, llevada por ella
    al establo, cuna de Jesús, entró.

    Pero cuando estuvo junto a aquel infante,
    en cuyas pupilas miró a Dios arder,
    se quedó pasmada, pálido el semblante,
    porque no tenía nada que ofrecer.

    La Madre miraba a su niño lucero,
    las dos bestias buenas daban su calor;
    sonreía el santo viejo carpintero,
    la niña estaba temblando de amor.

    Allí había oro en cajas reales,
    perfumes en frascos de hechura oriental,
    incienso en copas de finos metales,
    y quesos, y flores, y miel de panal.

    Se puso rosada, rosada, rosada...
    ante la mirada del niño Jesús.
    (Felizmente que era su madrina un hada,
    de Anatole France o el doctor Mardrús).

    ¡Qué dar a ese niño, qué dar sino ella!
    ¿Qué dar a ese tierno divino Señor?
    Le hubiera ofrecido la mágica estrella,
    la de Baltasar, Gaspar y Melchor...

    Mas a los influjos del hada amorosa,
    que supo el secreto de aquel corazón,
    se fue convirtiendo poco a poco en rosa,
    en rosa más bella que las de Sarón.

    La metamorfosis fue santa aquel día
    (la sombra lejana de Ovidio aplaudía),
    pues la dulce niña ofreció al Señor,
    que le agradecía y le sonreía,
    en la melodía de la Epifanía,
    su cuerpo hecho pétalos y su alma hecha olor.



    Rubén Darío
    A DANIEL-J le gusta esto.


  4. Yo sé que hay quienes dicen: ¿por qué no canta ahora
    con aquella locura armoniosa de antaño?
    Ésos no ven la obra profunda de la hora,
    la labor del minuto y el prodigio del año.

    Yo, pobre árbol, produje, al amor de la brisa,
    cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
    Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
    ¡dejad al huracán mover mi corazón!


    Rubén Darío
    A DANIEL-J le gusta esto.

  5. ¿Qué barco viene allá?
    ¿Es un farol o una estrella?
    ¿Qué barco viene allá?
    Es una linterna tan bella
    ¡y no se sabe adónde va!

    ¡Es Venus, es Venus la bella!
    ¿Es un alma o es una estrella?
    ¿Qué barco viene allá?
    Es una linterna tan bella...
    ¡y no se sabe adónde va!

    ¡Es Venus, es Venus, es Ella!
    Es un fanal y es una estrella
    que nos indica el más allá,
    y que el Amor sublime sella,
    y es tan misteriosa y tan bella,
    que ni en la noche deja la huella
    ¡y no se sabe adónde va!



    Rubén Darío
    A DANIEL-J le gusta esto.





  6. Las hadas, las bellas hadas,
    existen, mi dulce niña,
    Juana de Arco las vio aladas,
    en la campiña.

    Las vio al dejar el mirab,
    ha largo tiempo, Mahoma.
    Más chica que una paloma,
    Shakespeare vio a la Reina Mab.

    Las hadas decían cosas
    en la cuna
    de las princesas antiguas:
    que si iban a ser dichosas
    o bellas como la luna;
    o frases raras y ambiguas.

    Con sus diademas y alas,
    pequeñas como azucenas,
    había hadas que eran buenas
    y había hadas que eran malas.

    Y había una jorobada,
    la de profecía odiosa:
    la llamada
    Carabosa.

    Si ésta llegaba a la cuna
    de las suaves princesitas,
    no se libraba ninguna
    de sus palabras malditas.

    Y esa hada era muy fea,
    como son
    feos toda mala idea
    y todo mal corazón.

    Cuando naciste, preciosa,
    no tuviste hadas paganas,
    ni la horrible Carabosa
    ni sus graciosas hermanas.

    Ni Mab, que en los sueños anda,
    ni las que celebran fiesta
    en la mágica floresta
    de Brocelianda.

    Y, ¿sabes tú, niña mía,
    por qué ningún hada había?
    Porque allí
    estaba cerca de ti
    quien tu nacer bendecía:
    Reina más que todas ellas:
    la Reina de las Estrellas,
    la dulce Virgen María.
    Que ella tu senda bendiga,
    como tu Madre y tu amiga;
    con sus divinos consuelos
    no temas infernal guerra;
    que perfume tus anhelos
    su nombre que el mal destierra,
    pues ella aroma los cielos
    y la tierra.


    Rubén Darío
    A DANIEL-J le gusta esto.
  7. Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
    porque nunca me diste ni esperanza fallida,
    ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

    porque veo al final de mi rudo camino
    que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

    que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
    fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
    cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

    ...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
    ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

    Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
    mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
    y en cambio tuve algunas santamente serenas...

    Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
    ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!



    Amado Nervo
    A DANIEL-J le gusta esto.

  8. Amiga, mi larario esta vacío:
    desde que el fuego del hogar no arde,
    nuestros dioses huyeron ante el frío;
    hoy preside en sus tronos el hastío
    las nupcias del silencio y de la tarde.

    El tiempo destructor no en vano pasa;
    los aleros del patio están en ruinas;
    ya no forman allí su leve casa,
    con paredes convexas de argamasa
    y tapiz del plumón, las golondrinas.

    ¡Qué silencio el del piano! Su gemido
    ya no vibra en los ámbitos desiertos;
    los nocturnos y scherzos han huido...
    ¡Pobre jaula sin aves! ¡Pobre nido!
    ¡Misterioso ataúd de trinos muertos!

    ¡Ah, si vieras tu huerto! Ya no hay rosas,
    ni lirios, ni libélulas de seda,
    ni cocuyos de luz, ni mariposas...
    Tiemblan las ramas del rosal, medrosas;
    el viento sopla, la hojarasca rueda.

    Amiga, tu mansión está desierta;
    el musgo verdinegro que decora
    los dinteles ruinosos de la puerta,
    parece una inscripción que dice: ¡Muerta!
    El cierzo pasa, y suspirando: ¡Llora!


    Amado Nervo
  9. Niño, vamos a cantar
    una bonita canción;
    yo te voy a preguntar,
    tu me vas a responder:
    Los ojos, ¿para qué son?

    ?Los ojos son para ver.
    ?¿Y el tacto? ?Para tocar.
    ?¿Y el oído? ?Para oír.
    ?¿y el gusto? ?Para gustar.
    ?¿Y el olfato? ?Para oler.
    ?¿El alma? ?Para sentir,
    para querer y pensar.



    Amado Nervo
  10. Como duerme la chispa en el guijarro
    y la estatua en el barro,
    en ti duerme la divinidad.
    Tan sólo en un dolor constante y fuerte
    al choque, brota de la piedra inerte
    el relámpago de la deidad.

    No te quejes, por tanto, del destino,
    pues lo que en tu interior hay de divino
    sólo surge merced a él.
    Soporta, si es posible, sonriendo,
    la vida que el artista va esculpiendo,
    el duro choque del cincel.

    ¿Qué importan para ti las horas malas,
    si cada hora en tus nacientes alas
    pone una pluma bella más?
    Ya verás al cóndor en plena altura,
    ya verás concluida la escultura,
    ya verás, alma, ya verás...



    Amado Nervo
  11. [​IMG]


    Les contaré aquí

    de la pequeña Ana

    que salió feliz

    en una mañana

    contenta al jardín

    a buscar manzanas.

    El sol alumbraba

    con su luz sin fin.

    Las aves volaban

    pintando el confín,

    mientras la niña Ana

    parada la vi

    comiendo manzanas

    haciendo un festín.


    Alejandro J. Díaz Valero
  12. [​IMG]


    Pececito estás
    nadando en pecera
    porqué no te vas
    para el mar afuera.
    .
    Ya me capturaron,
    me cuesta salir,
    y a mi mar salado
    me es difícil ir.
    .
    Te doy libertad
    para que regreses
    y al llegar allá
    no caigas en redes.
    .
    Mil gracias amigo
    que buen corazón
    yo me iré tranquilo
    a vivir mejor.
    .
    Lleva la pecera
    a donde te vayas
    y de esa manera
    ya mas nadie caiga.
    .
    Qué cosa tan rara
    pecera en el mar,
    si nadie la usara
    ¡qué felicidad!



    Alejandro J. Díaz Valero


  13. Cuando la sombra duerme su cuerpo se ilumina
    su rostro reflejado atraviesa cristales
    y finalmente se instala en todo brillo

    Sus dedos trenzan en el aire
    los bellos frutos de los días de mayo

    Muda en la respiración muda de las cosas
    la voz de una mujer pasa buscándola

    Desnuda en el esplendor irreparable
    sus ojos se abren como un río
    de luz y de sonido.



    Homero Aridjis
  14. He de perseguir tu cuerpo
    hasta donde dos cuerpos pelean
    tu callejón oscuro

    y peligrosamente el día
    tiene contacto con una luz que no le corresponde
    para sentirse propio y poseído
    hasta donde la demolición de los conjuros
    no perdona el rumor de las palabras

    he de perseguir tu cuerpo
    hasta el fin de tus calles
    donde los saludos forman esquina con el viento

    y la seguridad imposible de manos conocidas
    hace vivir deseos constelaciones
    en el solo equilibrio de la sombra.



    Homero Aridjis
  15. hasta que las puertas de tu ciudad
    fortificada con estatutos inviolables
    me acojan como habitante
    de la vida que en ti se desenvuelve
    igual que la lluvia de silencio
    sobre tu cabeza
    Gradualmente me impregnaré de ti
    hasta que sea humo en tu voz
    luz en tus ojos
    y haga sobre mis hombros tu futuro
    Cuando llegue el otoño
    te descubriré al rostro de los hombres
    para que en tus vasos alimenticios
    vengan a nutrirse de esperanza



    Homero Aridjis