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"Así como la casa tiene una fachada exterior, el individuo, a su modo, tiene sus paredes, sus umbrales, sus puertas y sus ventanas que cierran el paso o lo abren y están hechos, como todo, de lo mismo: de palabras, imágenes y cosas".

-Pablo Fernández Ch.

Todas la puertas abren hacia adentro
Todas las ventanas hacia afuera.

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  1. Corazones metropolitanos​

    George Simmel

    Metrópolis y vida mental (1985)

    De este modo, el tipo metropolitano de hombre -que, por su puesto, se manifiesta a través de mil variantes individuales- desarrolla un órgano que lo protege contra las constantes y variantes amenazadoras de su mundo externo, las que de otro modo lo desgarrarían. Reacciona con su cabeza en lugar de hacerlo con su corazón. Una conciencia incrementada asume las prerrogativas de la vida psíquica. Así, la vida metropolitana supone una conciencia creciente y un predominio de la inteligencia del hombre metropolitano.

    El individuo queda reducido a una cantidad despreciable, quizá menos en su conciencia que en su acción y en la totalidad de sus oscuros estados emocionales derivados de esa práctica. El individuo se ha convertido en un mero engranaje, en una enorme organización de cosas y poderes que arrancan de sus manos todo progreso, espiritualidad y valor para transformarles su forma subjetiva en la forma de una vida puramente objetiva. Es necesario subrayar simplemente que la metrópolis es el terreno genuino de esta cultura que crece más que la personalidad.​
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  2. Caracas I

    Caracas es una bestia en los ojos de los indigentes
    son graffitis cinéticos bajo los puentes de nadie
    la embestida es la noche
    los estampa contra los muros
    los he visto amanecer del color del concreto
    grisáceo, sempiternos
    como la osamenta de esta odalisca prostituta
    surgen de los rincones
    vaporosos
    hediondos a las esquinas de ella
    en las esquinas de sus cuerpos.
    Ellos miran el atardecer quebrarse desde el centro
    la Torre de David se dibuja como aguja en sus pupilas
    se las rompe el recuerdo
    corto punzante
    de ser como esas ruinas inconclusas en el cielo
    como Saturnos de Goya devorando el ocaso
    rojo incendio derramado
    en sus ojos de cuenca profunda
    donde se consumen todas las flores
    que jamás crecerán bajo el asfalto.​
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  3. Sobre Vagabundos

    La ideología Alemana

    Karl Marx y Friedrich Engels (1974).

    Los comienzos de la manufactura trajeron consigo, además, un periodo de vagabundaje, provocada por la desaparición de las mesnadas feudales, por el licenciamiento de los ejércitos enrolados que habían servido a los reyes contra los vasallos, por los progresos de la agricultura y la transformación de grandes extensiones de tierra de labor en pasturas. Ya sólo esto demuestra cómo la aparición de este vagabundaje coincide exactamente con la disolución del feudalismo. En el siglo XIII nos encontramos ya con determinados periodos de este tipo, aunque el vagabundaje sólo se generaliza y convierte en un fenómeno permanente a finales del siglo XV y comienzos del XVI. Tan numerosos eran estos vagabundos, que Enrique VIII de Inglaterra, para no citar más que a este monarca, mando a colgar a 72.000​
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  4. Densidad

    Mi corazón es una casa pequeña con espacio suficiente para dos
    en donde sólo puede habitar uno.​
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  5. La soledad en las masas

    Luis Wirth

    El urbanismo como modo de vida (1968)

    El frecuente y estrecho contacto físico unido a una gran distancia social acentúa la reserva mutua de individuos desligados entre sí, la que, de no ser compensada por otras oportunidades para una respuesta, es causa del sentimiento de soledad. El movimiento necesario y frecuente de gran número de individuos en un hábitat congestionado da lugar a roces y a la irritación. Las tensiones nerviosas que derivan de tales frustraciones personales son acentuadas por el ritmo rápido y la tecnología complicada, propios de la vida en las áreas densas.
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  6. [​IMG]
    Fotografìa: © Jimmay Bones​

    Capital

    1. La soledad en las masas (L. Wirth 1968)
    2. Densidad
    3. Sobre vagabundos (K. Marx 1846)
    4. Caracas I
    5. Corazones metropolitanos (G. Simmel 1985)
    6. Caracas II
    7. La ciudad y su laberinto (P. Fernández)
    8. Caracas III
    9.
    10. Capital
  7. La calle de los gatos
    De no ser por ti jamás hubiese conocido la calle de los gatos. La bauticé así uno de esos días durante el amanecer, en los que bajábamos de casa en un silencio somnoliento, mientras el indigente y su docena de gatos yacían detenidos bajo las cornisas, solemnemente erguidos como esfinges, cerrados los ojos como Cleopatras reencarnadas.

    Caminarla es como soñarla. Se vuelve más y más angosta con cada paso. Las casas altas se van cerrando sobre la cabeza. Al final es poco más que un callejón.
    Es una galería, una habitación llena de cuadros viejos donde quedo atrapada dentro, caminando entre los marcos, desapareciendo en uno y reapareciendo en el siguiente, en cada puerta abierta, en cada ventana medio ajustada. La vida de todas las personas que allí habitan no duran más que mi mirada.

    A veces paso fugaz cuando los amanecidos, botella en mano, se reúnen en la angostísima acera siguiéndome los pasos con los ojos. Me recuerdan que hay algo de impredecible y fatal en su última curva, mis pies van marcando la incertidumbre, la violencia de La Vega.

    Antes me era indiferente, pero ahora que no estas
    me inquieta un poco.​

    Aún así sigo bajando por la calle de los gatos.
    Algo de nosotros quedó escondido en las madrugadas, en el asfalto, en las casas altas con sus jardincitos colgantes; algo quedó esculpido en esos gatos, algo vuelve cuando la camino.

    Un instante de nosotros vuelto paisaje.​

    Aveces - sólo a veces - hago inverso el recorrido. La subo después del atardecer a pasos rápidos, sintiendo el miedo que me inocula la calle desfigurada por la noche con sus luces citrinas exhaladas por los postes de luz, cuando los amanecidos apenas comienzan su velada y sus pupilas me siguen con la determinación de un lobo.

    Nunca me acompañaste a subirla. Nunca lo harías.
    No me lo hubieses permitido jamás y lo entiendo.

    Lo entiendo cada vez que llego al final, en donde me detengo bajo el último de los bombillos y lanzo la mirada al otro lado de la calle, a la oscuridad del terreno baldío que no deja ver las luces de los edificios más allá, al monte alto, al barranco al lado del camino
    al vacío inmenso antes de casa.​

    Lo entiendo por lo mucho que se asemeja al punto en el que ya no somos nosotros, por su parecido a la muerte.
    Entonces, bajo la última de las luces, me guardo las manos en los bolsillos.
    Y echo a andar.
    apresurando el paso.​
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  8. Pasado

    Cuando pienso en todo esto
    en lo que nos está pasando
    pienso en un barco boca abajo
    en una habitación de otras ciudades
    en un carro que no pasa por un puente
    en las calamidades de morirse hoy.
    Pienso en escribir sobre el agua
    en apagar el agua con fuego
    en el recuerdo que tengo de un recuerdo
    en la confusión de las lluvias cuando hay sol
    en un goteo nocturno.
    Y no sé por qué también pienso en cerraduras
    en matar un caballo con una lanza
    en destruir una casa con los dientes
    en fotografiar la oscuridad y sus drenajes.
    Cuando pienso en lo que no pasa hoy
    pienso en vos:
    una cavidad mía que sobrevive a mi propio choque.
    Luis Ángel Barreto 2005
    Venezuela
  9. Méritos

    Usted merece ser un secreto,
    un silencio cómplice,
    un guiño cifrado,
    un roce de tobillos bajo la mesa.
    Usted merece que discretamente
    cruce los dedos
    y le rompa las promesas a la vida;
    Usted merece que enmudezca
    para que se cumpla mi deseo
    de nombrarle siempre.
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  10. Pida (피다)
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    Pintor:
    Soey Milk
    2015
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  11. Café y galletas

    A mi lado sabes a café quemado
    a descuido
    a resignación
    a trago amargo al final de la taza

    A tu lado entiendo a todas las galletas del mundo
    olvidadas en la casa
    trituradas en el bolso
    caídas al piso
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  12. Acid Rain



    Lorn - Acid Rain (2015)

    Directores:

    Pavel Brenner
    Julian Flores
    Sherif Alabede​
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  13. "Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres"
    -Antoine de Saint-Exupery

    Intimidad en peltre

    Tu no estabas allí.
    Estaba yo rodeada del spam típico del transporte público, con la revista en la mano, imaginándonos en esa cafetería, con la tacitas de peltre sobre la mesa desvencijada, con el centro de Caracas bramando fuera de las puertas, con nosotros dentro, íntimos, como hechizados.
    Entonces yo tampoco estaba allí.
    Me lo susurraron las puertas del metro después pasarme de largo un par de estaciones
    por distraída, por simple felicidad.
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  14. Rimbaud se fue para la mierda
    se largó
    no pudo
    estaba podrido
    empezó mal su tarde ese día
    cuando se le hizo de noche
    y lo madrugaron

    No pudo
    se largó
    y Verlaine emperrado
    empezó a escribir
    mala poesía
    poemas malos de amor
    como los que escriben los hombres
    cuando están cabroneados
    y se creen poetas
    y se creen violentos hermosos infalibles

    Rimbaud era distinto
    más bello que el dolor
    se fue para la mierda
    y a la poesía olvidó
    pecao
    y la poesía emperrada se quedó

    y ahora
    desde siempre
    lo busca y lo busca y lo busca
    de cuerpo en cuerpo
    de cabeza en cabeza
    lo ha buscado
    desesperada
    vuelta mierda
    enguayabada
    infatigable
    como un fantasma
    de poeta en poeta
    de mendigo en mendigo
    lo busca
    de corazón en corazón
    y no lo encuentra

    La poesía quedó emperrada
    y desde entonces nadie le da por donde es.
    Daniel Arella, Venezuela.
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  15. Curioso.
    Caracas amaneció oliendo a mierda.
    Asumí que simplemente era un pedazo asqueroso de ciudad que dejaría atrás en cuestión de minutos.
    Pero no.
    El olor se coló por debajo de los árboles, entre los puestos itinerantes de frutas frescas y me acompañó durante todo el viaje hasta el metro. Mientras caminaba quedaba cada vez más confundida e incrédula con su persistencia.
    Terminé por revisarme los zapatos por si quién olía a mierda era yo.
    Y a pesar de que estaban claramente limpios,
    la ciudad estaba clamando,
    hedionda,
    y no se
    ya no estuve tan segura.
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