Amores Siento la necesidad de charlar de mis amores, de todos los sentimientos y quereres de mi vida; no solo de los cariños con secuela de dolores y de la felicidad implícita no obtenida. No son aquellas mujeres que rompieron mi ternura y dejaron tumefacto de dolor el corazón con una agonía plomiza como mi típica moldura; no, no son ellas los únicos afectos y adoración que dio sentido y confianza a mi existencia romántica; deseo hablar del amor debido a mis mayores que impregnó mi existencia con música consonántica y vive en el sentimiento con el ímpetu de los fervores. Mis cariños infantiles revistieron de dulzura la candorosa visión, esfumada como espuma en el tiempo inexorable que todo roe y depura cuando el dolor llega y el dolor rezuma. Sí, quiero cerrar los ojos y contemplar a mi abuelo con su viejo clarinete o en la prueba del saxofón, oír sus cansados pasos haciendo crujir el suelo de madera, o revivir mi abrazo y devoción. También es inexcusable mencionar a dos señoras que con mimos y ternura inculcaron sus virtudes; mi madre y mi abuela Lola quienes dedicaron horas muchas para darme medios de enfrentar vicisitudes hirientes en nuestro mundo salvaje sin redención. Evoco con añoranza los diciembres de posadas impregnados de esperanza e infinita devoción, confianza y religiosidad hogaño ya olvidadas. Junto con estos recuerdos viene turbación y llanto inalterable la imagen de mi padre y su guitarra, los olores, los sonidos, los rostros por encanto emergen del pasado y mi psique se desgarra… El amor a la ciudad donde nací y la alegría del paseo los domingos al momento del crepúsculo, haciendo los recorridos en el antiguo tranvía donde yo me aposentaba en un espacio minúsculo. La ciudad que yo venero con sus calles emblemáticas rebosante de leyendas, de historias y de personas; de la antigua transparencia y las vistas mayestáticas la ciudad de los palacios, de las antiguas casonas… La metrópoli circunscrita por bellos bosques templados 4 de febrero 2018 Copyright © Derechos reservados ®