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  1. Los mordiscos que la somnolencia
    tatúa en las ojeras del ayer,
    dan la noche por abierta en terrazas
    cardíacas.
    Donde singular nos convertimos
    en plurales destinos del azar.
    Con el azote del riesgo acerando comuniones del sueño, que salga el sol por donde salga, no se romperá.
    Tan sólo turbios hilos de resaca
    manipularán la delgadez de la esperanza tantas veces en equilibrio
    que se disiparan en un único punto.
    Dibujando el inicio del trazo de la sonrisa
    lunar.


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    A MARISOL PÉREZ le gusta esto.
  2. Imágenes que adulteran
    la conciencia, en simple regreso
    de la cocción del tiempo
    en prematura desalineada presencia
    inane.
    Voladura del mentidero con vitolas
    como etiquetas premium, donde cada foto revela una metáfora visual,
    que no siempre es verdad, pero sí habita real, la manejada brisa que desnuda su integridad y ego. Cómplice del eterno retorno al
    mundo visto por una lente, contando
    retratos de la vida sin suerte.
    Buscador del turbio remolino o corriente que el vaivén adormece en
    la claridad de neuronas, antes de entrar en el teatro unilateral
    del disparo de la mundial escena
    sin vida, un proscenio lleno de una
    gran bóveda azul infancia como niebla trasmitida en la divergencia dispersa sobre el tamiz del juego.





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  3. Perlas de un ocaso hablando
    de la horizontal respuesta,
    los senderos abiertos como ostras
    meciendo sus frutos en un sueño
    candente, decide la vigilia como
    cierto desvelo funámbulo cuando
    atraviesa las azoteas del futuro
    un gen dormido pero despierto,
    que digiere el coma en abrigos
    de realidad helando como mora
    la suerte en la radical presencia
    del miedo.




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  4. La gota de rocío que alivia el día
    pendiente de un hilo balanceado
    en el desaliento del placer. Deja transiciones del mito en muros
    picoteados por gaviotas llegando a tierra, el bamboleo del suelo firme
    desplaza el ánimo, hacia la constante
    flama del horizonte que aun siendo
    colectiva, parece siempre una meta
    individual, que marca la ley de la naturaleza aplicada al amor,
    motor de todo movimiento humano.




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  5. La miel del atardecer, se resbala por los muslos bronceados del arrebol
    La negación se mete circular por
    el otoño del poeta,
    lo envejece en la dimensión del cuerpo enfocado por primeros planos.
    Ramifica la peyorativa incredulidad
    del tiempo graduando los focos del ambicioso, cuando los segundos nos traspasan como agujas teatrales
    en la comedia psicótica de las interrogaciones que nos abrigan
    desde siempre.
    Y ahí se impregna de todo el curso
    paternal del mundo moviendo el
    estómago del universo.
    Que digiere las incógnitas de la certeza, movidos como
    títeres a temporales.



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  6. El cuero del amanecer, se raja en hilos prematuros que estallan
    desnudos una eclosión del sol
    calentando murmullos en la primera
    luz del púlpito donde la oratoria se desvanece como la noche cuando amanece el nuevo ciclo inmaculado, y empieza
    a desgastarse,
    el bronce del tránsito
    se pega en todas partes rodando con las soledades de todo el día y llega a la
    penumbra del descanso, en la que te abrigas en lo oscuro de todo el miedo.
    A la única cosa de la que te puedes fiar, la sombra que acoge tu piel.





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  7. Compramos disturbios en las
    distancias analgésicas del reflejo
    capturado de tu nombre.
    Peleterías de susurros clandestinos
    abrigan motores de costura, los trajes
    de la negación, yacen dormidos soñando una respuesta, que deje de mentir en las líneas de flotación
    de cada uno una confesa palabra que no
    esclavice la conducta preñada
    del dolor.




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  8. La melena de plata dibujada en llagas
    de rodaje. Donde
    la mansión virtualidad de la máscara
    deja miope todas las irascibles envidias disparadas a la diana de tu corazón,
    que exprimido como una pasa devuelve la ingratitud a la doma
    del tiempo concedido por el desgaste
    de la ilusión.




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  9. Traición en levaduras, fermentando
    el tiempo que habitamos.
    Un pastel adulterado con farsas
    y tradiciones ovaladas en ingestas
    de deseos consumidos.
    Nadie capitula en la efervescencia
    de los orgasmos, cuando explotan
    en la densa cúpula las tormentas de celo, sobre el manso campo de la satisfacción.
    Vomitorios de la llanura donde toda premura abandona al traidor, al correr juntos por cientos de metros
    de maratón y en relevos.
    El premio no carece de aclaración
    al final te das cuenta de la trampa
    y sacas la cuchara de todas las sopas,
    frutos de gozo, removiendo papillas
    en grata sorpresa.



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  10. Llego desde mi ausencia a enervar
    los dígitos pelados, como gambas dedo, toda esa claridad en el turbio
    destino del fracaso alimenta teatral
    los silencios engullidos, por la planicie del fervor, digerido.
    Después los juncos como fiebre saturada, de domingo rojizo son músculos que
    al siguiente fin de semana mueren en el resurgir del orgasmo letal de la fama.
    Donde no lluevan, problemas
    resecos saturando el foro
    cuando, rompiéndose los días como
    fotogramas sueltos, caen en las terrazas nocturnas, en cada imagen
    de un segmento de vida roto por la
    llegada del vacío en el horizonte
    que sangra indiferencia.





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  11. Cilindros del miedo,
    bombean la gasolina del mundo.
    El gástrico deambular de las personas socorre el punto límite
    palúdicos fervores del sangrado
    cuando el convoy horada en la tierra
    su dirección.
    El túnel del simulacro rompe en aullidos los finos bigotes de la nutria urbana.
    Creando un refugio bajo el asfalto
    cicatrizado. Que ya campa melodioso
    el arbitraje del delirio aumenta en
    sucursales palideciendo la ofensa
    del deseo delator.




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  12. Detenido ante el deshoje de las alas
    del ángel distópico desplumado
    con la práctica de demolición
    infausto deudor proclama
    desahucio en cama y sin colchón.
    Los alambres iniciativa de un faquir
    se clavan en la clandestinidad de la espalda un pergamino para el tatuaje
    que la vida nos marca en su arrastre
    por el fondo de un mar de hielo,
    sin que ningún sentimiento genere una chispa en la horadada llaga
    de los sentidos.
    Húmedos tras el sigilo de la envidia.




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    A catia-love le gusta esto.
  13. Tejer en la vida
    un refugio lleno de indicios
    palideciendo ante el riesgo
    ante el deseo de dar altruista
    las llaves de la cerradura,
    antiguas proyecciones de la
    nostalgia irritan de miedo
    el momento de descansar
    la mala sangre en lagunas mansas
    como la pátina de un viejo espejo
    donde el agua refleja el movimiento
    del azar.





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  14. El rumbo del miedo, vuelve como
    una reacción a un ataque.
    Sobre laderas nevadas, el ente
    convierte en llegada el maltrato.
    La piel del ocaso se eriza con fervor
    y no consigue derretir el corazón
    del silencio.
    Los sabrosos besos se convierten
    en llagas abiertas tentando
    los misterios de la piedad
    en los que el odio fermenta
    teatral sus líquenes contaminados.
    Las abejas polinizan sin saberlo
    un polen dañino, el cual se cuece como huevos, en la superficie del
    dolor, procreando una y otra vez
    venganzas.





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  15. Cosidos alambres de viento cristalino
    florecen en el místico deambular
    de los espíritus.
    Ese nombre de jactancia no te pide
    presentarlo, sin los tejidos del huraño comensal de memoria activándose
    en los preliminares banquetes del sol y la hiel del mundo digerido por el hielo de la sin razón.




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