Caídas

Un tropezón no siempre significa una caída,
pero hay momentos que nos caemos sin tropezar,
nos caemos porque tan solo no hay camino
y antes de caer en ese absoluto vacío
pensamos en los paisajes y rostros muertos,
en el texto borrado,
en las palabras jamás dichas,
en los helechos de sal que brotan de la herida…

Y nos aplastan las pesadas vigas
de lo derrumbado,
de las fotografías que pudimos haber salvado
antes del incendio del ocaso,
de las alas de piedra que intentaron volar,
pero cayeron como sueños hechos granizos
sobre la laguna de una memoria
de nauseas y vahídos.

Caemos desde la cumbre
que jamás conquistamos,
nos aferramos a las costumbres avaras
de un carente afecto,
de milenios de silencios,
de nostalgias ateas que intenta ofrendar
su trivial plegaria a un cielo baldío.

Se trata de construir algo que olvidamos
y solo caemos con la mochila cargada por la historia
y sus ruinas.