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Dear Andrés.

Publicado por Dark_Fairy en el blog Monster.. Vistas: 686

Me acuerdo que el día que mandé el currículo, no teníamos nada que cenar y echamos mano de lo que podíamos vender con el vecino que tiene su puesto de burros y comidas típicas, todavía era horario de invierno, y no había opciones, estaba ya oscuro con todas las casas cerradas, pero tú fuiste con ''memo'' y le diste ese utensilio que tanto y tanto había querido antes.

Todo eso, mientras yo encontré aquel anuncio, copié la dirección de correo y lo envié, ya a esas horas, no me esperaba muchas respuestas, yo creo que, apenas lo leyó y me marcó, una voz pegajosa pero rasposa a la vez, me citó a una entrevista al día siguiente en esa sucursal, eran finales de enero y hacía mucho frío.

Luego, vinieron los exámenes de esos que a uno le ponen donde le hacen muchas preguntas que no tienen sentido, pero que de las respuestas depende el ingreso o no, aquella entrevista larga, y ya para ese entonces, se había llegado febrero, a inicios, dos días después de la candelaria, ya tenía yo trabajo, un buen sueldo, y aunque mi idea no era volver a trabajar al centro, ésta vez era diferente, ésta vez la única que tenía la última palabra era yo, todo iba muy bien, hasta que esas mariposas en el estómago aparecieron una vez más... Andrés, yo creí que todavía era usted mi compañero, el que conocí en aquel septiembre de aquel dos mil quince en el supermercado.

El sábado, es el día del tianguis, donde hemos encontrado cosas hasta por dos pesos con cincuenta centavos, pero ese sábado de febrero, no hubo tianguis y no porque no se hubiera puesto, sino porque era mi primer día de trabajo y no las pude llevar, ellas se quedaron dormidas todavía, tú me deseabas suerte, y yo sentía esas mariposas rasguñándome las tripas, el día estaba fresco y nublado y no sabía nada al respecto, ojalá lo hubiera sabido Andrés, ojalá alguien me hubiera dicho las cosas a tiempo para haberles dicho que no, usted me lo pudo decir también ¿Para qué llevamos así las cosas? Las pobres mariposas, daban vueltas entre los intestinos, ojalá les hubiera hecho caso.

Cuando llegue a aquellas oficinas, los rostros estaban sonrientes, como no iban a estarlo, les urgía cubrir esa vacante, ya la habían cubierto, las mariposas se aceleraron más pero no fui capaz de comprenderlas, abrieron una especie de closet y me dieron una playera blanca, resplandeciente, era la playera que usaban los de gerencia, blancas, con las letrotas negras y tonos amarillos, y un gafete negro, porque, los blancos, los usaban los de ventas y el almacenista, los gerentes no, nosotros usábamos todo de color blanco o negro, todo elegante y autorizado, y un muchachito de esos que están terminando la carrera apenas y los ponen a practicar en alguna empresa, me llevó a la sucursal del centro, que estaba ahí dando la vuelta, en la calle Victoria, donde antes pasaban los carros, pero ya es paseo peatonal, ahí donde dice ''Chihuahua vive'' y Chihuahua está de todo menos vivo, ahí a esa calle, de las ''Super tortas'' a una zapatería fina, donde había línea exclusiva de quien sabe quien y perímetrales y muebles centrales y hasta allá, en la bodega, lleno de cajas y de bolsas y de basura, estaba alguien, que me estaba esperando, para conocerme y para enseñarme, y para hacerme grande, pero a veces el fracaso, también se viste de éxito.

El muchachito se puso adelante de mi en aquella bodega desordenada, no podía ver del todo con quien hablaba, hasta que el sonido de algo, me hizo recordar otra cosa y esa cosa me llevó a asomarme y a reconocerlo Andrés, cuando el chico le dijo que venía a dejar a la nueva gerente de tienda, usted me vio y me reconoció, yo me puse contenta porque usted era mi compañero, iba a los recibos cuando estábamos en el supermercado a que lo ayudara con sus traspasos, un día me dio un ride a mi casa, a veces comíamos juntos junto a otros compañeros ¿Por qué se volvió así Andrés? ¿Qué le pasó?.

Y luego de recordar viejos momentos, me empezó a explicar algunas cosas así a grandes rasgos, hasta que la vi, usted la abrazó y entonces le vi un gesto que nunca le había visto, luego cuando llegó el otro y también lo abrazó, entendí que ya no lo conocía, pero mi terquedad hicieron que pensara que eran mis nervios y la presión del día, faltaban ahí, cuatro sábados, para que un cóctel de salchicha, hiciera darme cuenta que, usted ya no era mi compañero.

Pero no se confunda Andrés, usted no es como los demás, como aquellos a los que, en mis textos les he hecho alguna mención, usted no es como Manuel, ''meny'' como le decíamos y ¿Sabe por qué no es como él? Porque Manuel, a pesar de sus malos ratos, de sus descontroles y sus desequilibrios, era auténtico, tenía un genuino sabor a gente humilde, tal vez, por eso usted y él no son lo mismo, porque Manuel no era ambicioso, ni presumido, ni ojete como fui descubriendo con usted, pero tampoco se crea mucho, no le guardo rencor, al contrario, me da tristeza pues, el potencial que tenía, ahora es artificial y de juguete, no le guardo rencor, en serio.

Y yo, siempre esperando que así como se portaba con Giovanna y Carla así se portara conmigo, digo, a mi me había conocido primero, yo lo conocí a usted, cuando traía su carro todo feo y destartalado, con mucha basura y todo cochino su carro, así me subí aquel día que me hizo favor de llevarme a mi casa, atrás iba Manuel, íbamos platicando y riéndonos, usted dijo: ''La ale se ve bien rockerosa'' Y Manuel dijo que si, y usted no sabía las calles y le decíamos por donde se fuera, y ahora sólo platicaba sobre lo mucho que todos lo quieren y de cuando estaba en Torreón y vendió quien sabe cuantos millones de pesos, y se llevo ocho mil pesos de comisión, porque, usted se lo sabía todo, todo lo tenía bajo control, no crea, que no me sentí mal, pero me sentí más mal, cuando vi que, sus amigos eran más fuertes que la ineficacia de ellos, gente mala en su trabajo, que iba a hacerse pendejo, sin importar nada, pero yo no podía hacer nada, usted era mi superior, estaba por encima de mis órdenes, ellos eran sus amigos y yo, no era nadie.

''Vete a comer'' Me dijo ese sábado, el día del cóctel de salchicha, cuando volví, todos estaban reunidos, sentados, comiendo, riéndose, eran parte de una familia y yo no era parte de eso, no se preocupe Andrés, su tiendita no era la única donde yo podía sobresalir, no era.

Pero también toca agradecerle, el haberme enseñado muchas cosas más, la más importante, que nunca se me vaya a olvidar, tratar bien a la gente, recordar de donde he venido, que nunca se me vaya a olvidar que adentro de un sitio de trabajo, no hay amistades, que nunca se me vaya a olvidar, que no soy infalible y una última cosa, no se pone el altavoz en el teléfono para que todo mundo necesite saber sobre la autoridad que tiene, eso lo debe saber usted, por si solo, no hacer esas fantochadas.

Gracias, no voy a ser como Ricardo, ni como Manuel, ni como el otro Manuel, ni como Sandra o Adriana, todos ellos, han representado algo para mi, algunos la soberbia, otros la ignorancia, otros la maldad, los malos tratos, el abuso, usted representa el servilismo que, no quiero tener.

No voy a ser como Ricardo, ni como Manuel, ni como el otro Manuel, ni como Sandra o Adriana, ni voy a ser, ni quiero ser, como Andrés.

Yo quiero ser como Mirtha y Soco, como Lucy la jefa de cocina.

Querido Andrés, su tiendita de zapatos, no era la única cosa que yo podía tener, ya tengo otro pastel, más rico, más colorido, más todo.

El fracaso, a veces se viste de éxito.

Identidad
Sueños
Historias
Únicas.

#calzatuestilo.

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