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Dellirium Joaquín María Bartrina siglo XIX

Publicado por MiguelEsteban en el blog El blog de MiguelEsteban. Vistas: 803

Al través del ramaje el sol poniente
veíase brillar, tal como brilla
de una española la mirada ardiente
tras el bordado tul de la mantilla.
Tendime sobre el césped, y liada 5
mi manta coloqué sobre una piedra
convirtiéndola en rústica almohada
al pie de un tronco preso entre la hiedra.
Y allí miré, del cielo en los profundos
espacios encenderse las estrellas 10
que desde que me han dicho que son mundos
como este mundo, ya no encuentro bellas.
Del cáliz de una flor que se entreabría
como si bostezando despertara,
vi de pronto, asombrado, que salía
un ser de forma peregrina y rara.
Ceñía por corona una sortija,
y un alfiler servíale de espada,
y su boca en un cuerno estaba fija
que era un fragmento de una sonrosada.
Al sonido que el cuerno produjera
sobre sus labios diminutos rojos
se conmovió Naturaleza entera
y un nuevo aspecto revistió a mis ojos.
Y vi a un clavel borracho de rocío; 25
las flores a mirarlo se inclinaban
y al verlo en tan extraño desvarío
entre sí y al oído murmuraban.
Un ruiseñor estaba entretenido
cogiendo una luciérnaga, y a guisa 30
de farol la llevaba hacia su nido
para dar a sus hijos miedo y risa.
Un lagarto, arrastrándose suave,
iba jadeante y loco por el suelo
persiguiendo la sombra de una ave
que volaba tranquila por el cielo.
. . . . . . . . . . . . . .
Con terror junto a mí vi reposaba
un cráneo, entre otros lúgubres despojos,
que con fijeza extraña me miraba
por los huecos sombríos de los ojos.
Y una voz que del cráneo a mí venía,
helándome la sangre de las venas,
oí, muerto de espanto, que decía
con un sonido perceptible apenas:
«Nadie, nadie al morir se muere todo,
»aún persiste en el muerto la conciencia,
»de su ser, sin que pueda de algún modo
»revelar a los otros su existencia.

»Hija sólo del cerebro, nuestra alma
»vive mientras un átomo subsiste 50
»de su cuna, y en vano busca calma
»que ni el no ser es cierto para el triste.
»Y sufre sin que a nadie decir pueda
»su íntimo, su profundo sufrimiento,
»y ni el consuelo de esperar le queda
»en la muerte total del pensamiento.
»Do sus átomos van, allí les sigue,
»y es un tormento su existir eterno,
»que, por su inmenso horror, vencer consigue
»a todos los tormentos del infierno».
. . . . . . . . . . . . . .
Tiñose Oriente del color de rosa,
encendida, fragante y hechicera,
que tienen las mejillas de la esposa
al tálamo al saltar por vez primera.



Fuente: biblioteca Cervantes
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