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El palomar

Publicado por spring en el blog Inventándome primaveras.... Vistas: 431

Mi vida con Ma´Julia sobre la paciencia y la observación.


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Aquí si es verdad, que mamá Julia se lucia, con sus historias tan reales, que capacidad tan hermosa y hasta envidiable la de esas personas de pueblo el cultivar como arte milenario oriental, la paciencia, la tolerancia, ser silentes observadores del mundo que los rodea en especial lo que a la naturaleza y todos sus elementos se refiere. Adoraba las plantas y los animales, sus preferidas las palomas.

Poseía un palomar en un rincón del patio, una pequeña edificación de madera que parecía un hotel cinco estrellas, tenía muchos espacios cuadraditos con cierta profundidad, cada uno de ellos era una casita para una paloma o palomo, esas habitaciones eran decoradas por sus propios habitantes con pajillas, ramitas que traían en sus picos de otros lugares para hacer sus nidos, y poder poner sus huevitos.

No podía faltar pues como en todo hotel cinco estrella, el agua para ellas todo un océano, un embalse hecho de concreto muy rustico en el cual tomaban su hidratación y sus baños a sol abierto, para luego abrir sus admirables alas y tomar otro baño esta vez de sol, muy quietas se posaban sobre la arena, el cercado o entre las matas ornamentales.

Este paisaje, era cuidadosamente custodiado por mamá Julia, quien conocía la historia particular de cada paloma, su raza/origen, quien era hijo de quien, no hay data documentada, sin embargo el ojo visor de su custodia no podía fallar, pues se sentaba sigilosamente a observar la rutina de sus palomas, sus características físicas, cada detalle que brindaba era impresionante en verdad, a los de mejor plumaje les ponía nombre, de vez en cuando les cortaba las puntas de las plumas para que no migraran y dieran cría.

Les conocía hasta el sonido de su voz o gorjeo, al igual que lo imitaba con tal singularidad, que les confundía tal vez, cuando lo hacía venían hacia ella, hoy día me atrevería a decir que le hacían reverencia.

Es tan solo una historia más de mi abuelita, que además de traerme gratos recuerdos de mi infancia, me deja como aprendizaje el valor por las cosas sencillas, la naturaleza y la siembra de la paciencia y la observación como virtudes, herramientas útiles y necesarias en tiempos de vicisitudes inesperadas en la vida para las cuales nadie está preparada.
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