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Elegía a la memoria de los muertos

Publicado por danie en el blog El blog de danie. Vistas: 429

Hoy le escribo a la memoria de los muertos,
a las alcobas como tumbas abiertas
de las cuales se escapan esos fantasmas
del rostro del deseo,
a las sábanas y los lechos
de esas octogenarias noches
con rocíos y sudores proscriptos,
a la casa y sus latidos empolvados
como opacas y monocromáticas fotografías.

Esos gloriosos muertos
que dejaron grietas de pasos efímeros
con cenizas de brillos y rubores
filtrándose por las rendijas de las persianas,
lumbreras y altillos
por las albas vespertinas.

Hoy les escribo a esos muertos
que transitan por mis días
como sombras de óleos derramados
por los viejos suspiros y jadeos.

Es que esos muertos jamás van al garete
sobre el cauce del olvido,
siempre están presentes
en la piel de la lluvia
y su ceremonia de melancolía,
en la flauta triste del viento,
en el cofre que encierra tantos silencios
bien guardados por las mortajas del tiempo,
y cuando el ángelus deja su nido
para traerme al insomnio
y su embriagante licor añejo,
yo alzo las copas y brindo con ellos
por el reencuentro y su marchita despedida.

Hay momentos de vacío,
de espacios como puntos suspensivos
que tejen las telarañas de mis espejos
para ser descifradas por ellos,
los muertos que se visten de recuerdos
con mímicas de ojos entreabiertos
espiando los pasajes del ayer y sus sucesos,
revelando las briznas borroneadas de afables caricias
que se lían a las caracolas del oleaje
de los perdidos besos.

¡Ay! Esos perdidos besos de médanos salvajes
en las playas donde reposan mis lunas y estrellas,
de pleamares y plenilunios encendidos
como una hoguera que consumió
hasta los esteparios límites
de este solitario presente.

No niego que esos muertos
un par de veces me dejan una estepa de dudas,
de incógnitas inescrutables
para el clóset y los cajones
de mis íntimos sentimientos,
para todas las cartas jamás leídas
por mi corazón ciego,
para el éxodo de todas mis islas
náufragas en un mar sin faro ni puerto.

Pero ellos son los únicos
que me dejan un oasis que pinta
este anuario baldío y desierto,
sólo ellos tienen la fuerza de mil ángeles
reconstruyendo la catedral de mi cielo,
ellos, siempre que vengan vestidos
de broches de sueños
aferrados al traje del recuerdo.
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