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Emily Dickinson

Publicado por Paco Valiente en el blog El blog de Paco Valiente. Vistas: 676

Hoy vamos con Emily Dickinson, poetisa norteamericana de gran sensibilidad y, como no, una de mis autoras favoritas, ahí va la breve reseña biográfica.
“Nació el 10 de diciembre de 1830, en Amherst, Massachusetts (Estados Unidos), en el seno de una familia puritana y severamente religiosa. Su abuelo, Samuel Fowler Dickinson, fue fundador de la Universidad de Amherst. Su padre era abogado y político y su madre una reconocida dama de la cual heredó su primer nombre: Emily Norcross.
Cuando cumplió 30 años se convirtió en una ermitaña. Se piensa que la razón de esta decisión fueron sus arrebatos románticos. Sensible y tímida, dejó transcurrir su existencia en su pueblo, recluida en casa y casi sin salir de su habitación.
Desde ese momento se dedicó a escribir poesía original. Escribió unos dos mil poemas y unas mil cartas sin salir apenas de su casa de Amherst. La primera figura literaria de la época en darse cuenta de su valía como poetisa fue el clérigo y escritor Thomas Higginson, que le aconsejó no publicar su obra ya que iba en contra de las convenciones literarias de la época. Pero su otra influencia literaria, la novelista Helen Jackson, intentó convencerla para que publicara un libro de poemas.
En vida tan sólo publicó siete, pero tras su muerte se encontraron entre sus papeles 2.000 poemas, algunos de los cuales sólo eran fragmentos. A partir de este material, Higginson y Mabel Loomis Todd, una amiga de Amherst, editaron la primera selección de sus obras, Poemas (1890), que tuvo un gran éxito popular.
Emily Dickinson falleció en Amherst el 15 de mayo de 1886”. Aquí os dejo un bello poema de esta maravillosa poetisa, ahí va…


NO ERA LA MUERTE, PUES YO ESTABA DE PIE

No era la Muerte, pues yo estaba de pie
Y todos los muertos están acostados,
No era de noche, pues todas las campanas
Agitaban sus badajos a mediodía.

No había helada, pues en mi piel
Sentí sirocos reptar,
Ni había fuego, pues mis pies de mármol
Podían helar un santuario.

Y, sin embargo, se parecían a todas
Las figuras que yo había visto
Ordenadas para un entierro
Que rememoraba como el mío.

Como si mi vida fuera recortada
Y calzada en un marco
Y no pudiera respirar sin una llave
Y era como si fuera medianoche

Cuando todo lo que late se detiene
Y el espacio mira a su alrededor
La espeluznante helada, primer otoño que llora,
Repele la apaleada tierra.

Pero todo como el caos,
Interminable, insolente,
Sin esperanza, sin mástil
Ni siquiera un informe de la tierra
Para justificar la desesperación.

Emily Dickinson
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