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Flys.

Publicado por Dark_Fairy en el blog Monster.. Vistas: 767

Belcebú barre y trapea a diario su casa, es una temporada muy mala por sus rumbos, él a pesar de que es un señor acomodado y con dinero, vive en una calle sin pavimento y hace tiempo se quedó sin servidumbre porque su mal carácter lo traicionó una vez más, así que sin remedio, el gran señor de las moscas, no tiene empacho en arreglar todo, asear el patio porque tiene unos perritos salchicha que, lo impacientan un poquito pero, los quiere pues, llegaron un día de San Valentín, cuando sus amigos andaban festejando en grande y lo dejaron colgado con todo y pastel, se hacen popo por todos lados, y ladran a lo loco cuando algún vendedor de esos perdidos, toca la puerta, pero Belcebú no compra nada es a decir verdad, algo tacaño.

Ya a eso de las doce del día, empieza a pensar en lo que va a querer comer, él vive solo, no tiene que pensar en hacer grandes cantidades de comida, y se sienta en la sala, mientras piensa ve el retrato de su hijo, en esa foto el muchacho estaba muy joven y sus alas eran negras y majestuosas, se le veía el impetú en la mirada, él agarra la foto y unas dos o tres lagrimillas de cocodrilo caen en el vidrio que protege la fotografía, se escurren por su pantalón de mezclilla, todo polveado y uno de los perritos salchicha ve que el amo está triste por la misma cosa de siempre, y va y le hace gracias y le mueve la cola, como todo perro ama a su dueño sin importar quien sea o lo que sea.

Luego, se pone de pie y va hacia la ventana y mira el cielo rojo con humo, observa un pájaro de esos que hay por allá volando, como acechando, y luego ya lo tiene, sale de su casa y camina rumbo al mercadito a comprar unas papas para hacerlas con chorizo y por el camino se topa con un rostro nuevo, confundido, como que no sabe donde está, de esos hay varios por aquel sitio, Belcebú le sonrié y piensa en que ya se acostumbrará como todos, aunque sea difícil de creer, extraña mucho a su hijo, era un buen muchacho pero él dice que en su familia nunca ha sido permitido los amoríos con la clase mestiza, le dolió la decisión que tuvo que tomar pero, no puede haber marcha atrás, piensa en él muy seguido, a veces lo mira por la rendija que solamente ellos tienen y su mejor amigo, el de la colonia rica, lo entiende porque a diferencia de Belcebú, él si anduvo en la tierra, codeándose con la gente, sabe como son, sabe las diferencias que hacen entre unos y otros pero le da ánimos, entre los dos se animan en los tiempos difíciles, arman unas buenas fiestas que nadie se imaginaría.

A las dos de la tarde ya está comiendo y se le hizo un altero de trastes que lavar pero no se lo toma en serio, ve la puerta de la cocina y ve el sol entrando a su patio, sale y se sienta en la mecedora blanca de mimbre, va vestido con una guayabera color verde y unos huaraches de ixtle, sus perritos juegan alrededor, piensa que la vida es buena y que, todo sería perfecto si su muchacho estuviera ahí, espero un día, Belcebú pueda vencer su odio y sus prejuicios.

Y llega la tarde y la melancolía de las batallas, suena el teléfono y es un viejo amigo de combate, uno de los suyos, de los que si valen la pena, platican por horas y horas, hasta que el cielo rojizo y ahumado se torna negro y verdoso, porque el atardecer es así por allá.

Cuelgan y se desean lo mejor, los perritos salchicha que llegaron un día de San Valentín, se acurrucan en la camita que el señor de las moscas les compró el sábado en el tianguis, duermen serenos y una vez más, ese señor apestoso y gordo, observa a su hijo trastabillar en la vida real, se alegra porque, también él tiene un perrito que llegó antes del regreso a clases de hace cuatro años, lo mira mientras duerme acurrucado con aquella mestiza que él no quiere pero en el fondo, muy en el fondo, tendrá que querer si o si, porque, el hijo, el muchacho ya tuvo tres niños que, son sus nietos y ha sido un abuelo muy ausente.

Ya es tarde para que piense en tanta tristeza y le va a decir a su mejor amigo, el de la colonia fina, el que ya anduvo aquí hace mucho tiempo, para que le ayude a superar todo el dolor y el resentimiento, ya se acuesta y ve la tele un rato, y le desea a su hijo buenas noches.

En septiembre, las moscas se van cayendo muertas en el recipiente del jabón para los trastes.

El verano se diluye entre la luz dorada del medio día todavía que resplandece, se evapora entre los cabellos de los niños, se duerme en las hojas cuasi amarillentas de los árboles, el verano se opaca y envejece...

Ya no hay moscas en septiembre.
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