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Publicado por Dark_Fairy en el blog Monster.. Vistas: 539

Mi abuela siempre quiso que la casa fuera de dos pisos, quería tener su recámara arriba y la mía que estuviera abajo, nunca entendí para que, si siempre era yo, quien la ayudaba cuando se ponía mala.

Un día de verano del año dos mil nueve, mi tía la que se llama como la virgen, decidió que mi abuela ya no viviera en ese sitio, y empezó a vender todo, los comedores, los sillones, el trastero, las televisiones, y lo que no vendió, lo echó a la basura, tiró mi cuadro donde salgo con cara de tonta, ese en donde tengo la edad de seis años y llevo puesto un vestido color melón, tuvieron que recogerlo los vecinos y dárselo a mi papá, quien a su vez me lo llevó a la casa de las rejas azules y el patio gigante, esa, que está en la calle veinte y siete.

Como dos meses después, ya entrado el otoño, Doña Antonia se había ido a vivir con ella y una maestra compró esa casa, yo cada que pasaba volteaba y ellas me miraban mal, hasta que me fastidié y les dije que el único derecho que me quedaba sobre esa casa, era el de poder verla, así que no les afectaba, y se quedaron calladas, como admitiendo eso.

Ese lugar, ha pasado por todas las transformaciones viables para un terreno, ha sido desde taller hasta covacha, hasta cueva, casa y alguna vez, intento de hogar, ahí pasé golpizas, navidades sin chiste, cumpleaños olvidados y lecturas solamente acompasadas por Vivaldi o cualquiera de esas personas que, también tuvieron sus vidas opacas.

También fue el sitio de donde me brinqué la barda para estar contigo cuando tenía diecinueve, ese día de agosto cuando mi papá te decía que ni soñando podría vivir contigo, que ni te hicieras ilusiones, que eras demasiado viejo para mi y que estabas muy vivido, que lo olvidaras, pero a mi ni siquiera me importó desafiarlo, salté de esa barda y te encontré en la otra esquina, caminando con un envase de soda ya vacío, cabizbajo, corrimos quien sabe hasta donde.

Mi abue, siempre quiso que su casa fuera de alto, la derribaron porque, decían que espantaba, puede ser, ella quería mucho esa casa.

Ahora ya no la miro, ya ni vivo en esa colonia lejana, ya no hablo con Reina, ni con la Señora Alma, ni con Lili, tampoco vivo en la casa roja, ni voy al parque.

Algún día volveré al Santo Niño.

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