Katia N. Barillas - Antología "Devanando el Ocaso" * Reflexión: ¿Qué es un fanático?

Antología "Devanando el Ocaso"
Reflexión

¿QUÉ ES UN FANÁTICO?

Un amigo cercano, me preguntó hace poco: ¿Qué es para ti un fanático? Yo, le respondí: “un fanático, es un seguidilla que acostumbra elevar la voz cuando se ve perdido; es un pobre humano irracional que se deja llevar por creencias absurdas y ajenas; es alguien sin criterio ni sentido común que permitió le manosearan con ambas manos la inteligencia, a tal grado, de caer en la diatriba sin fundamento de ese inescrupuloso ser egocéntrico y maligno que le influyó arrastrándolo en la labia de su "filosofía de provecho"; es una persona que, aprende a jugar el juego de la manipulación a la perfección, sin saber que cayó en la trampa peligrosa del falso enjuiciamiento. Un fanático especula, calcula y mide tus poderes de análisis y aciertos, pues tiene un utópico concepto de la verdad… una verdad falsaria y dogmática que bien sabe es ignorada por los muchos y aceptada únicamente por quienes, como él, encuentran un escape fácil a su baja autoestima ya que, ni él mismo cree en su cansadora grandilocuencia. Para concluir, es un mediocre escaso de raciocinio que permite a otro pensar por él, contribuyendo -al no saber cómo mejorar sus argumentos- a distorsionar e irrespetar la posición, la libertad de pensamiento, el libre albedrío y la opinión de otro igual”. Esa -dije- es mi respuesta a cuestionamiento tal.

Mi interlocutor asintió. Después de un momento de silencio, me dijo: y… ¿crees que es posible controlar el enardecimiento de un fanático? Se dibujó una sonrisa de satisfacción en mi rostro y sin pensarlo mucho le contesté: “no… ¡no se puede ni se debe! A un necio -simplemente- se le ignora, porque, si caes en su jueguito y tratas de hacerle ver que su conducta no es la correcta en relación con lo que opina la mayoría, no lograrás jamás que entre en razón, sino que harás que se siga entreteniendo contigo, como si se tratara de un titiritero experto haciendo movidas dramáticas a cada uno de los hilos de su muñeco nuevo. Su objetivo: ¡hacerte perder el control y que dudes de tu postura! Una vez que te ve confundido se siente victorioso porque te desarmó; luego, lo verás retirarse con donaire, gozándose de haberte dejado iracundo, quemándote en tu propio enojo. Este tipo de gente es peligrosa y ligera y especialista en enredarte con sus comentarios endebles; en lo particular, me hago “a palabras necias, oídos sordos”, pues la indiferencia mata más que 100 palabras juntas. Créeme que así es -le agregué- ignorar a tipos inadaptados, es decirte a ti mismo lo seguro que estás de tu posición y que nada ni nadie cambiará con palabrerías huecas lo que piensas; es la manera más elegante y saludable de decirle: ´¡cállate zopenco!´, así… fresco, sin emitir palabra ni hacerte mala sangre”. Debemos aprender a dominar nuestros impulsos y evitar bajar a su errático nivel -riposté-.

Mi amigo, me palmeó la espalda con suavidad, diciéndome: “¡Tienes razón! Las pasiones exageradas de ciertos individuos sobre dogmas y creencias, sobre todo de temas tabú, son una enfermedad incurable o poco tratable que estriba en la locura… en la total insensatez”.

©Katia N. Barillas
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