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Libertad

Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 378

Ya lo habíamos decidido, en realidad era yo la que lo había decidido, ya no soportaba vivir con ese hombre, no soportaba que me besara, me asqueaba que me tocara o que me mirara mientras estaba en la ducha, no quería que me hablara, ni que respirara a menos de dos planetas de distancia de mí.

Pero no podía irme así porque así, el tipo no me daba motivos para dejarlo, simplemente era que yo ya no lo quería.

Ya lo habíamos decidido, Naomi era la conejilla de indias. Acordamos que iba a seducir a Mauricio, iba a seducirlo hasta que él se acostara con ella, ese era mi motivo para dejarlo, iba a encontrarlo siéndome infiel.

Naomi no tenía nada que perder, había terminado hace un par de semanas con su novio (el amor de su vida), me he preguntado muchas veces si de verdad ocupamos encontrar al amor de nuestras vidas, debería bastarnos con encontrar amor, y de paso, ser nosotros mismos nuestro amor de la vida.

Poco me importa que Naomi quiera dormir con él, yo sólo quiero irme, a estas alturas de mi vida (aclaro que sólo tengo veintiocho), ocupo algo que no tengo con Mauricio, “libertad”, y es que no es por irme de fiesta o porque sea una mujer desordenada, nada que ver, simplemente me siento atrapada en una situación y lugar donde mi vida está estancada, como en el limbo.

Exactamente llevamos tres meses Naomi y yo, desde que decidimos que lo haríamos, al inicio Mauricio no le prestó atención, supongo que algo siente por mí o sentía, ya no sé definirlo, le dije a ella que debía insistir, seamos realistas, ningún hombre cree en la fidelidad cuando una mujer de buen ver y simpática insiste en coquetearle. Si los hombres fueran fieles no existirían muchas cosas, la pornografía, por ejemplo.

Pero bastó que yo me alejara un poco y el pez empezó a buscar el anzuelo, aún no se acuestan, ella se puso difícil, un poco, tampoco hay que darles toda la ventaja a los hombres, no queremos que se crean esa idiotez de que son el sexo fuerte.

- ¿Qué color debería ponerme?.
- A él le gusta la ropa interior roja, ¿tienes?.
- Por supuesto chiquita – empieza a buscar entre sus gavetas hasta que encuentra un jueguito rojo con bordes negros – es un color elemental. Dime una cosa.
- ¿Qué ocupas saber?.
- ¿Aún estás segura de esto?.

Ni siquiera pensé la respuesta.

- Sí.
- Y ¿dónde irás?.
- Ya tengo la maleta hecha, algo ligero.
- Me dirás ¿verdad?.
- Por supuesto, ¿a qué hora quedaste con él?.
- A las cuatro.
- Perfecto, yo llego a casa como a las cinco, cancelé la reunión que tenía en la tarde, me dará chance de llegar a casa a esa hora.

Dejé a Naomi, la ayudé en lo que pude, le expliqué lo que Mauricio hace y no hace en la cama, la chica va bien entrenada, el resto depende de ella. Tengo algunos papeleos pendientes en la oficina, no quiero irme y dejar pendientes, prefiero dejar todo ordenado y luego partir tranquila, las cosas son como son y no estoy en posición de cambiarlas, antes lo hubiera hecho, pero ya no, voy relajada, tranquila, lo que ha de ser y lo que planeo que sea…. que pase.

- ¿Mauricio?.
- Hola amor.
- Cariño, se me olvidó decirte que tengo reunión y no creo que llegue antes de las siete a casa.
- No te preocupes, linda, a mí también se me olvidó decirte que tengo un asunto que resolver, pero creo que llego antes que tú, cuando llegues podemos pedir comida, tranquila.
- Gracias.

Algunas cosas pudieron ser mejores, creo que en algún punto lo eran, pero hay tantas sensaciones que perdemos cuando pasa el tiempo, tantas cosas que nos llenan y de repente nos llevan a naufragio, a Mauricio no tengo nada que reclamarle, siempre fue un buen marido, siempre estuvo cuando lo necesité, pero hay cosas que ya no van.

Dejé de amarlo el día que me di cuenta que no necesitaba a ningún hombre a mi lado para sentirme bien, había descubierto algo mejor, la cocaína. Nadie sabía de mi adicción, ni siquiera Naomi, a quien le contaba todas mis cosas, había caído en la adicción y lo reconozco, al principio creí que la controlaba, primero fue una dosis cada quince días, pronto fue a la semana, para cuando me di cuenta, había sustituido mi almuerzo por la droga, por eso me repugnaba Mauricio, a su lado no podía darme ese gusto, había sabido ocultárselo muy bien, pero después de un tiempo ya no era posible. Durante mi adolescencia nunca hice intento por probarla, vi a varios amigos usarla pero nunca me llamó la atención, la adicción me alcanzó hace un año, durante una reunión donde perdí un negocio importante, un compañero de trabajo llegó a consolarme, y entre una y otra nos besamos y terminé probándola, nunca me acosté con él, pero la droga se quedó conmigo, la ocupaba, por eso he decidido irme, no quiero involucrar a Mauricio en esto.

4:34 pm.

Dejé el carro a dos cuadras de la casa, así no haré ruido, es más precavido, más sigilosa, de todos modos sé la escena que me espera. Me agacho para entrar al corredor gateando como una bebé, alzo la vista por la ventana y al otro lado puedo ver la puerta del dormitorio abierta, me deslizo a gatas hasta allá. Voy relajada, no tengo prisa, las cortinas están corridas, ahora escucho a Naomi jadear una y otra vez, la veo por la ventana, está sentada encima de Mauricio, quien le succiona los pechos, la única parte del cuerpo de Naomi que aún está cubierta por ropa, salvo el sostén con borde negro, el resto de su cuerpo se encuentra desnudo sobre él. Abro mi bolso y saco un poco de la cocaína envuelta en papel aluminio, apreto mi nariz y la esnifo, luego volteo, los observo un par de minutos sin que me observen, miro a Naomi ponerse de cuatro mientras Mauricio la besa y continúan, es mi momento, a lo que vinimos. De gatas otra vez, hasta el corredor, luego de pie, hasta el carro. Abro la puerta y me siento, sé lo que tengo que hacer y lo hago, abro la gaveta y tomo el revólver que llevo en el carro desde hace un mes. Nadie sabe que la compré, ni siquiera la ley porque la adquirí con uno de los drogadictos del pueblo, el que se ubica frente al parqueo del edificio. Lo invité a tomar un café y ahí mismo lo negociamos, tuvimos sexo en un catre viejo y por un precio razonable me la vendió. Le pongo llave al carro, esnifo la última raya que me queda, otra vez en calma, cargo el revólver, me miro en el espejo del carro y yo misma me lanzo un beso, mi último beso, un beso con el revólver tocando mi sien derecha.... dos segundos antes de dispararme.

FIN
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