1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Mi tío Juan “el loco del cohete”

Publicado por danie en el blog El blog de danie. Vistas: 711

"La Tierra es la cuna de la humanidad, pero no podemos vivir para siempre en una cuna."
Konstantin Tsiolkovsky.

Juan, mi tío, con poco tiempo viviendo en el barrio se ganó el apodo “el loco” y este se lo ganó por lo peculiares que eran sus trabajos. Con grandes conocimientos de mecánica, electrónica y herrería entre otras técnicas y labores que él ejercía abrió el más grande taller de Berazategui. Este taller tenía la particularidad de trabajar con lo que otros consideraban basura, para ser más exacto, Juan era un chatarrero, un chatarrero excepcional que podía hacer una obra de arte mediante el reciclaje de lo que los demás descartaban. Entre sus trabajos se encontraban esculturas magníficas, autos que funcionaban en perfecto estado, hasta una vez fabricó una pequeña avioneta con herrajes viejos y oxidados, la hélice de un ventilador antiguo y el motor de un Falcón. Mi tío era un genio y aún hoy yo no comprendo porque la gente lo caratulaba de loco, debe ser que su devoción al arte, a su extraño pero para nada errado concepto del arte, lo llevó a que él conviva constantemente con la chatarra. Sus trabajos era perfectos, pero estos le requerían mucho tiempo, demasiado tiempo. Él varias noches se las pasaba sin dormir para perfeccionar la entrega de sus obras. Por estas causas juntas con otras que yo desconozco la gente lo habrá considerado un loco, a eso también se le puede sumar la idea de trabajar con cosas que nadie quería. Yo más que un loco lo consideraba un verdadero mago.

Otras de las tantas virtudes de mi tío fue que era un excelente lector y un gran investigador. Entre sus investigaciones hubo un par de años que se apasionó por la astronomía. Soñaba con la idea de hacer un viaje al espacio, ver a la tierra rotar en su eje, visitar la luna, presenciar de cerca el brillo de las estrellas y los meteoritos, cosas de ese estilo. En esos años, que creció su pasión por el universo, yo viví con él y prácticamente logró contagiarme con gran parte de esa entusiasta pasión. En ese tiempo le habrá sido fácil conseguirlo, porque yo tenía tan sólo 8 años y era muy apegado a él.

La extraña historia de mi tío comienza cuando se le metió en la cabeza fabricar un cohete para surcar el universo. Él me decía que en 2 años lo iba a lograr y que me iba a llevar con él a hacer un viaje inolvidable. Otra cosa distinta era lo que me decía mi tía. María, mi tía me decía que era la idea de un viejo loco, que no me ilusione mucho porque era imposible que él lograra cumplir ese sueño.

Sin importarle lo que diga su esposa María, Juan llenó la biblioteca con libros de astronomía y física cuántica. Libros que yo ni ojeaba, porque eran muy complejos para mí. Pero mi tío se los devoraba con afán. En esos dos años mi tío no agarró ningún trabajo por más importante que este sea. Recuerdo que el mismo intendente le hizo varios encargues de monumentos o algo por el estilo, pero mi tío rechazó todos los pedidos. Él le decía a todo el mundo que quería concentrarse únicamente en la elaboración del cohete, y ahí fue cuando la gente comenzó más a hablar. Yo creo que los soñadores tienen mucho de loco, y mi tío tiene mucho de soñador, cosa que no siempre comprende la masa popular.

Así mi tío emprendió la gran labor de construir su preciado cohete. Gastó gran parte de sus ahorros en él, obviamente sin el consentimiento de mi tía. Podría decir que fue el primer trabajo que él fabricó no sólo usando la chatarra sino también otros elementos sumamente costosos que pedía, creo que a Norteamérica, elementos complejos para la elaboración de su proyecto. Cuando mi tía se dio cuenta, esto fue todo un tema que trajo muchas discusiones en las noches.

Yo recuerdo bien que no dejaba que nadie se acerque a donde él fabricaba el cohete, es más el cohete estaba en el taller y mi tío era el único que tenía la llave. Incluso tapó las ventanas con pedazos de lona para que nadie vea sus avances. Él decía que no quería mostrarle su obra a nadie hasta que no esté terminada.

Finalmente, ya llegando a casi cumplirse los 2 años de prorroga que mi tío había establecido, nos dijo a mi tía y a mí que su tarea pronto se terminaría, y que yo lo podré acompañar al espacio. En esos momentos fue cuando mi tía se empezó a preocupar, lo anterior eran pavadas comparado con la posibilidad de que Juan cumpla su sueño y el peligro que esto conllevaría. Ella pensaba, suponiendo el caso de que logré construir un cohete que funcione, que ese viaje debería ser muy peligroso. Y hasta pensaba la posibilidad de que algo podría salir mal en el despegue o incluso volando en el espacio. Estos temores lógicos de mi tía, se volvieron momentos dramáticos y le suplicó muchas veces a mi tío que desista de su sueño. Mi tío la intentó tranquilizar un par de veces diciéndole:

—Querida María, no te preocupes, todo estará bien. Yo sé lo que hago. Ten fe en mí que jamás te defraudé.

Mi tía tenía fe en él, sabía que era un genio, pero a su vez tenía mucho temor por algo que en el viaje nos podría pasar, y desde esos días todas las noches empezó a rezar por nosotros, incluso antes del famoso viaje.

Así llegó el tan esperado día, el momento en que Juan nos mostraría el cohete y este así lo hizo.

El cohete era enorme, por fuera era igual al que trasmite la NASA en sus despegues por la televisión, tal vez un poco más pequeño pero no se notaba la diferencia. Por dentro tenía algunas modificaciones más significativas, se notaba que estaba hecho de forma casera como por ejemplo las butacas eran las de un Fiat 128, los reguladores de oxígeno eran las boquillas que usan los buzos, el tablero de control se componía por el volante de un auto de carreras y un teclado fabricado con varias tipos de computadoras domésticas, cosas de ese estilo que mi tío decía que funcionaban de la misma forma, y a mí, en verdad, mucho no me importaba; yo al igual que mi tío sólo quería viajar al espacio.

Cuando terminó de mostrarnos el cohete nos dijo que el viaje duraría 7 días, y en esos 7 días veríamos casi todo el universo, no todo el universo porque este es infinito, pero la mayor parte de él. También hizo hincapié en la comida de esos 7 días y debo decir que mi tío se percató de que sea comida de astronautas, así que eran pastillas (cápsulas de proteínas y alimentos deshidratados) no muy sabrosas comparándolas con la comida casera de mi tía, pero eso era un menor detalle.

No puedo olvidar el día del despegue, la emoción que sentí en ese momento me permitió hasta el día de hoy recordarlo de forma nítida, como si hubiese sido ayer. El estruendo generado por los propulsores duró un par de minutos, y estos le generaron una gran sacudida al cohete o por lo menos a la cabina en donde nosotros estábamos. Después de eso fue todo silencio, y en ese silencio mi tío me dijo que estábamos volando, que ya habíamos despegado y estábamos saliendo de la estratosfera. Así él corrió las cortinas de las escotillas y yo pude ver el espacio. Lo primero que vi fue a la tierra desde arriba, era hermosa y me trajo una sensación casi inexplicable de suma gratitud. A medida que íbamos adentrándonos en el universo podíamos ver los distintos matices que tomaba el planeta tierra, luego le tocó el turno a la luna, nuestro satélite. Ahí fue cuando le dije a mi tío si podíamos hacer una parada. Este me dijo que era imposible que descendamos en la luna, pero que podíamos disfrutar toda su magnificencia desde arriba. Otra cosa que le pregunté a mi tío es cómo solucionó el problema de no tener atmósfera, pues a pesar de que yo era muy pequeño sabía que las cosas tendrían que flotar como ocurría en las películas de viajes al espacio. Él me dijo que había solucionado ese problema fabricando una cabina hermética que contenía la atmósfera terrestre y por tal el oxígeno necesario, que por eso solamente podríamos viajar 7 días. Mi tío pensaba en todo, era un genio al que no se le escapaba nada, y yo en esa época era muy preguntón; pero a pesar de que lo bombardeaba con preguntas él siempre tenía una respuesta que me convencía y me dejaba tranquilo. Él hizo de aquel viaje una maravilla para mí y puedo decir que gracias a ese viaje conocí gran parte del universo.

Ahora, estimados lectores, me veo en la obligación de quitar un poco el mito de esta historia y contarles que la verdad del asunto es que ese viaje fue ficticio. Un par de años más tarde, cuando ya estaba más crecido me enteré de esto. Pero para mí, para ese momento, era completamente real, mi tío lo había hecho posible mediante truquitos de escenografía al mejor estilo hollywodense, así había puesto videos para que yo viera el universo desde las escotillas, había ambientado con el sonido y las vibraciones necesarias mediante motores de autos y un magnetofón, y se encargó de toda la escenificación necesaria para que yo por esos 7 días me sienta en la piel de un completo astronauta. Hasta mi tía pensaba que era un viaje real el que íbamos hacer hasta el momento del despegue. Todo para que yo consiga captar la veracidad del hecho. Y mi tío, como todo lo que se propone hacer, lo logró.

Aún hoy, yo ya siendo grande, veo el cohete en el taller de mi tío y debes en cuando me dan ganas de pedirle que hagamos un viajecito de esos, de esos de 7 días para recordar buenos momentos.

Recuerdo que una tarde, después de que pasó bastante tiempo y yo ya sabiendo la verdad, mi tía le preguntó para qué se puso en tremendos gastos si al final no viajamos al espacio, y él le respondió:

—Querida María, no tiene precio alguno cumplir el sueño de un niño.

Fin.



A ti, Anamer y Azalea les gusta esto.
  • FJMalpica
  • danie
Necesitas tener sesión iniciada para dejar un comentario