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Necesidad y legitimidad de las críticas literarias

Publicado por danie en el blog El blog de danie. Vistas: 524

Hoy leí a un grupo de poetas que se escandalizó porque un usuario del portal dijo que la crítica sirve para limpiarse el culo.
Es que esos poetas no tuvieron la capacidad de darse cuenta en qué contexto fue expuesta esa idea, sin tener en cuenta que el tema tratado era sobre las malas críticas.
Más allá de ese factor, también, puedo decir que me di cuenta que esos mismos poetas no sabían tampoco que el debate que se había armado no era por las diferencias que pueden haber en la crítica a ese poema, sino que era un debate en el que se discutía cómo se debe hacer la crítica en general y cual tendría que ser su función. Sin irme muy lejos del asunto puedo decir que ese debate distorsionó su foco central y entró en asuntos triviales, en enfoques de orgullo, en temas pendientes de otras actividades pasadas, etc… Simplemente se diluyó su objetivo primordial.

Por ese mismo motivo hoy escribo este ensayo con el objetivo de discutir con ustedes la necesidad y legitimidad de la crítica literaria. Antes de entrar de lleno al asunto, me gustaría preguntarles a esos mismos poetas qué le dirían a Lamartine (historiador, político y poeta francés) con respecto a su cita: “La crítica es la fuerza del impotente”, o a María Rilke (escritor austriaco) que dijo: “Las críticas son cartas al público que ningún autor tiene que abrir ni leer”, incluso Miguel Delibes (escritor español) una vez afirmó: “Cuando a las gentes les faltan músculos en los brazos, les sobran en la lengua”, George Steiner (filosofo francés) dijo: “Al mirar hacia atrás, el crítico ve la sombra de un eunuco. ¿Quién sería crítico si pudiera ser escritor?”
Hay centenas de frases con respecto a las malas críticas, tantas que se podría escribir un libro con ellas tranquilamente, pero como hay frases para las malas críticas también están las que saltan en su defensa y yo solamente voy a citar a una de Winston Churchill (político británico): “Las críticas no serán agradables, pero son necesarias”.
Avalando esta cita voy a desarrollar mi ensayo.


Necesidad y legitimidad de las críticas literarias



Hay muchas visiones que se oponen a las críticas y que dicen que el lector inocentemente tiene que disfrutar de la obra literaria por el mismo talento natural del artista. Esas mismas ideas ven al crítico como un muro que interfiere entre la obra misma y el lector. En cierta parte tienen razón, pero en la otra mitad no la tienen, es que en la literatura como en otros temáticas hay críticos y críticos de la misma manera que hay lectores y lectores, y esos lectores pueden ser malos, tontos, torpes, ingenuos, y entre otras cosas también fanáticos. Es muy importante en la crítica la función hermenéutica, sin cabidas idealistas ni alardes de jactancias, que se explaye de forma innata mediante una lectura centrada y objetiva, con humildad y sin regaños obstinados.

El lector del siglo XV leía a Cervantes sin ninguna ayuda por parte de la crítica hermenéutica, pero no hay dudas de que el lector actual necesita esa ayuda complementaria de la literatura si es que quiere gozar a pleno el Don Quijote de la Mancha, pero esa crítica a la que me refiero en muy pocos casos se obtiene de los críticos literarios. ¿Entonces nos debemos sumergir en el deber ciego de cerrar los ojos y aceptar todo lo que viene de los críticos malos? No es así, diría yo, hay que saber diferenciar a los críticos como también diferenciar a los lectores.

Un buen crítico se hace leyendo, instruyéndose, equivocándose y sabiendo admitir sus errores, es que un buen crítico tiene que borrar la visión de gloria y dejar de pensar que cuando más críticas negativas de los autores analizados tenga más ranking y fama alcanzará. El crítico a diferencia del poeta y artista no nace con la devoción que les puede abrir las puertas del talento sino que se hace, y por lo tanto para hacerse un buen crítico es necesario que antes se construya un buen lector.

El buen crítico no debería crear esa muralla que estorba entre la obra y el lector, todo lo contrario, debería crear un puente que conecte con su alcance. Si el crítico literario no puede hacer ese trabajo, en ningún momento, no es buen crítico del cual nos debemos fiar.

¿Cómo construir ese puente entre el lector y la obra? Eso si que no es una tarea nada fácil, pero el verdadero crítico buscará la forma de concretarlo con eficacia.

Antonio Alatorre en su libro dice: “El crítico es un lector, pero un lector más alerta y más “total”, de sensibilidad más aguda: las cualidades de recepción del lector corriente están como extremadas y exacerbadas en el lector especial que es el crítico. Y éste, además, tiene una íntima necesidad de comunicación: debe participar a otros la impresión recibida. Recrea, en cierta forma, la obra del poeta; es una especie de creador”. El poeta es el verdadero creador de su obra y el crítico es quien nos comunica la sugerencia del carácter unificado a lo intenso de su propia experiencia leída.

En su análisis de crítico Alatorre dice: “El creador original “poeta/autor” parte de la emoción suscitada en él por un hecho de la naturaleza, de la humanidad, de su vivencia personal, de su fantasía. El crítico parte, creadoramente, de su impresión de la obra literaria. Si todo lector refleja, como un espejo, la experiencia artística transmitida por el poema, el crítico, lector privilegiado, dotado no sólo de mayor receptividad y de mayor sagacidad literaria, sino también de la capacidad de comunicación, es un espejo mucho más fiel y sensible, de más pronta respuesta. Y, además, un espejo mucho más amplio, mucho más capaz de reflejar en toda su complejidad la esencia de la obra”.

Con esto voy a que la crítica y su perspectiva vacía no sirve, un crítico que se fija en valores estratégicos y se guía por prejuicios aleatorios son defectos de críticas parciales que le falta su opinión de la obra analizada en general, una opinión que admita el grado emocional de la obra fuera de los tecnicismo y su carácter prosaico o en cuyo caso estético. Una crítica completa debe analizar punto por punto, resaltar lo que se podría mejorar, meterse en la piel de el autor , sentir lo que verdaderamente él escribo para su completa asimilación es fundamental, y reflejar el grado emocional y su punto expresado en cada verso o oración. La crítica enjuicia, si, pero jamás debe perder su reflexión de lo que intenta exponer el poeta/artista. Esa crítica da su veredicto de acuerdo a los estudios de autores en función de otros autores o de ideas de la época, la que descubre particularidades lingüísticas, la que explica pasajes oscuros, la que revela las influencias sufridas por el poeta, la que analiza el vocabulario, la versificación, los recursos estilísticos, las imágenes por sí solas, la que se detiene en el contenido ideológico, filosófico, ético, social, etcétera. Esa crítica es toda parcial y su grandeza no está en la acumulación de todo esto anteriormente citado, sino en una visión total con más o menos grados parciales, pero sin la acertada referencia del grado literario. En la actualidad hay mucho de esta crítica, y más sabiendo que los críticos se hacen y propagan como moscas en verano.

Un crítico que pueda ofrecer esta visión amplia tan necesaria para el autor y su puente/ conector con el lector es tan difícil de encontrar como un fósil de un dinosaurio. Ese crítico debe tener la noción del tiempo y no sumergirla en ásperos mares de tecnicismos antiguos, eso cumple un fundamental rol en la literatura “ el tiempo” y su grado de vanguardia, ya que la literatura es un arte y como tal está en constante evolución y progreso. No es lo mismo leer una obra del siglo XV que una obra del siglo XX con su desarrollado concepto de modernismo. Y esto que digo no sólo afecta a los críticos sino que también a los escritores y más cuando recién se inician en el largo camino de las letras.

Por ahí, muchas veces, leo: un poeta tiene que estar leyendo constantemente buenas obras para crecer y así él ofrecer buena literatura, y estoy de acuerdo, ¿pero dónde se encuentran esas buenas obras?, me explico mejor, ¿dónde hallar obras bien trabajadas?, ya que no hay obras malas y buenas, sino más trabajadas o menos trabajadas. Obviamente recaemos en las grandes obras maestras y reconocidas de poetas famosos, pero nos olvidamos que esos poetas escribieron en otro tiempo, que por eso no dejen de ser buenas, no lo niego, pero realmente no es el efecto que buscamos de lo innovador y nuevo. Ese bache entre tiempo y espacio tiene la literatura y siempre el escritor debe lidiar con ello, al igual que el crítico por lo cual tiene que ser más abierto con su carácter de rigidez, tener una percepción más flexible ante el impacto del arte y su olor a nuevo. La intolerancia en el crítico no es permitirle, ya que un crítico intolerante es cerrado y obtuso, y con esto voy a poner ejemplos en claro.

Hoy en día nadie criticaría las obras de Benedetti, pero en su tiempo fue tratado de muchas cosas en relación a lo que él escribía, como chabacano, rutinario, sencillo, de versos simples…
¿Y por qué una obra literaria no puede tener eso? Si nos basamos en una concepción del tiempo vemos que en muchos casos el esteticismo ya no está de moda. Muchos críticos se basaban en visiones parciales de lo que es un poema o no lo es, sin pensar en el enfoque modernista y sin que desarrollen el total de su poesía y el grado filosófico e existencial de cada verso. Hoy nos damos cuenta que las obras de Benedetti tienen alto renombre, y que esos críticos en todo caso eran obtusos ante la evolución artística.

Gracias al modernismo hoy podemos, si se nos place, escribir un poema de cinco hojas y sin la necesidad de ubicar una sola rima, o incluso si queremos mezclar rimas. Gracias al enfoque experimental de la vanguardia artística podemos escribir saltándonos espacios o incluso garabateando el margen de la hoja, rompiendo con las reglas de la rígida gramática e incluyo la reflexión de la sintaxis. ¿Es que hoy escribimos libres y antes nos atábamos a regímenes morales y esteticistas? Puedo decir que no sé cuánto de verdad y de mentira hay en esta incógnita, pero que cada vez se libera más la musa de nuestra hoja eso es un claro reflejo del presente.

Ahora voy a dejarles una visión muy importante que refleja en su libro Antonio Alatorre: “La crítica de los autores del pasado es, en muchos sentidos, más fácil que la de los contemporáneos. Tenemos en ella una perspectiva adecuada y discernimos con bastante claridad el grano de la paja y lo literario de lo aliterario. Matos Fragoso, en sus tiempos, pudo ser preferido a Lope de Vega; pero no en los nuestros. Así también, sabemos que Virgilio vale, desde el punto de vista literario, infinitamente más que Cicerón; que un poema de Hólderlin vale estéticamente más que toda la obra de Fichte, por grande que sea la importancia filosófica de Fichte, y un solo soneto de Sor Juana más que todo cuanto escribió Sigüenza y Góngora.Pero hasta la crítica de los autores del pasado raras veces es total. No hay crítica que, en un momento dado, haga plena justicia a
todas las dimensiones, a todas las intuiciones creativas de un autor o una obra. Un crítico de los méritos de Menéndez Pelayo menospreció los grandes poemas de Góngora y alabó en cambio a muchas modestas medianías de fines del siglo XIX.
El crítico ideal es, en efecto, una entelequia. El crítico real es un hombre de su época, y participa necesariamente de los ideales estéticos, sociales, filosóficos de su tiempo: de las infinitas dimensiones de la obra literaria toma sobre todo aquellas que concuerdan con el espíritu de su siglo. Así, pues, para un hombre de nuestros días la litada no es, no puede ser, lo que fue para la
Antigüedad, lo que fue para el Renacimiento, para el siglo de Boileau, para los tiempos de Goethe o para fines del siglo XIX: cada época ha visto en ella, válidamente, aspectos distintos. Los cambios de apreciación pueden observarse a veces en un mismo crítico: Dámaso Alonso, después de sus estudios entusiastas y reveladores sobre Góngora, declara ahora: “De 1927 a 1948 mucho ha variado nuestro concepto del arte. Lope y Quevedo, sin duda, son hoy los poetas del siglo XVII que están más cerca de nuestro corazón”.
"Estas consideraciones tienen que llevarnos a pensar en las limitaciones de la crítica literaria: la crítica no es una ciencia exacta y fría. Sin embargo, no por esas limitaciones debe renunciar la crítica a su misión. Y creo que la misión más urgente de la crítica, aquí y ahora,
en la literatura contemporáneo, es justamente discriminar lo valioso de lo menos valioso, precisar lo que es poesía y lo que es chapucería”.

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