1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Otro mundo

Publicado por bristy en el blog El blog de bristy. Vistas: 337

En tiempos pasados, el druidismo, una religión de la naturaleza celta, jugó un papel importante en europa occidental. Los celtas adoraban la naturaleza y todos sus animales sobre la base de historias y sagas míticas. Aunque el druidismo desapareció lentamente y, por lo tanto, de nuestras vidas, se han conservado muchos elementos de los que aún hoy podemos extraer sabias lecciones.

No hay lugar como el hogar,
no hay hogar como la naturaleza.

El extenso jardín guardaba un gran secreto con cuidado maternal y paciencia infinita. Yacía escondido en la capa de humus formada por la espesa alfombra de hojas que se juntaban en otoño bajo la hermosa haya, cuyas ramas como un espeso mechón de cabello ondulado formaban una amplia catedral de hojas alrededor del majestuoso tronco, bajo el cual nosotros, los niños podíamos jugar.
El secreto estaba en jugar al escondite en el musgo, que se había anidado con la misma paciencia en la carpintería alrededor de las ventanas de la capilla al fondo del jardín.

Quién lo construyó y por qué, preguntas que nunca me hice cuando era niña. Aunque no me gustaba la carroña de arañas y otros insectos muertos que se acumulaban en la cumbrera del techo, todavía me gustaba estar allí. Olía a madera desgastada y húmeda, a moho y heces de pájaros y gatos callejeros.
Pero la luz que entraba por las coloridas ventanas contaba una historia diferente. Las motas de colores bailaban alegremente en las paredes y el suelo de baldosas encantaron el espacio, abriendo otra dimensión. Una dimensión que yo amaba, donde los cuerpos de araña vacíos y sin alma ya no representaban una amenaza, sino que me hicieron consciente de un mundo y un tiempo que existían, incluso cuando no estaba mirando.
Como un imán, el jardín tiró de mis pies de niña, que en otoño con botitas amarillas y en verano con los pies descalzos y rizados me llevó a cada rincón de este encantador paraíso amurallado para otro y otro y otro encuentro con el mundo detrás del mundo. Aprendí a estar callada, quieta como un ratoncito e incluso más silenciosa. Ojalá me volviera invisible, ese era mi pensamiento en ese instante. Me deslizaba hasta los rincones oscuros detrás de la hiedra y ortigas para observar - todo desde atrás.

Cada año mi ser despertaba cuando el perfume de las flores blancas hacían su aparición a fines de primavera. Una ola de experiencia y aha se esparcía por cuerpo y alma y en los pocos segundos que pasaban, caminando bajo las ramas bajas y colgantes de los arbustos, mi corazón de niña saltaba de alegría. Los fantasmas, grandes y pequeños en mi cabeza, dejaban de gemir y en un instante la cortina mate, tejida por una cabeza pensante persitente, caía para dar paso a una nueva vista chisporreante de mi entorno. Los aromas excitan antiguos recuerdos del jardín de esa época y la tensión en mis músculos faciales da paso a una amplia sonrisa.
Crecí con una conciencia susurrada en voz baja de otro mundo, un tiempo paralelo, - y una línea de existencia.
No porque alguien me lo haya contado a propósito, sino porque lo experimenté, tan efervescente e inaudible como la sangre que corre por las venas. En ausencia de una explicación científica de algunos eventos, pude encontrar el jardín con los ojos de niña por asombro. En las tardes de verano de agosto, invariablemente me sentaba en la pequeña colina junto a la capilla, esperando que saliera el sol.
La parcela de jardín estaba cubierta de ortigas,entre las cuales se extendían majestuosas dedaleras. Las tardes se hacían más cortas y frescas y, por lo tanto, un poco más húmedas. El único sonido eran los grillos, una abeja tardía o un abejorro, y el suave susurro de las hojas de haya bailando con la brisa del atardecer.

Me quedé callada....y esperé....
A lo que se desplegaba ante mis ojos cada tarde. Cientos, quizas miles, de caracoles se levantaron lento y simultáneamente de cada tallo de ortiga. Sus palpaderos tantearon en el aire y en el tallo, como si buscaran la última muestra de luz, el último trozo de oro que se encontrara ese día. las nubes de un rosa suave cubrieron el cielo de la tarde y colorearon la decoración de un otro mundo perfecto para mí.

Si realmente amas la naturaleza,
encontrarás belleza en todas partes.
  • Ansel Arenas
  • bristy
Necesitas tener sesión iniciada para dejar un comentario