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Profecía-.
Publicado por BEN. en el blog Vástagos-.. Vistas: 719
Te preguntarán, los de siempre,
dónde vas, a dónde diriges
tus pasos, te preguntarán los de abajo,
sin voz, apenas hombres rígidos
cuya sabiduría se muestra sólo ante la luna,
dónde irás, con quién te juntarás,
a quiénes asombrará tu falta de juicio.
A ti, que muestras tu boca desdentada,
tu saliva profética, tu espumarajo sin sal.
A ti, cuya sombra es tan endeble, cuyo
nudo de árboles medita bajo el dosel de sus ramas.
En cuya debilidad Dios puso su fe y su triste
esperanza aunadas. En quien Dios puso
erguida la sombra de su esperanza, en cuyo
advenimiento, sombras de tumba, bocas de lápida,
todavía preguntan e inquieren.
Te preguntan ya, los incinerados, los muertos
boca abajo, las salivas de los odios apenas
atestiguados, dónde, o cómo, o quién,
o porqué, el caminar lento de tus pasos.
Tú sobrevienes, dejas caer la capa de olvido,
con sumo tesón de analfabeto en sus cuarteles,
donde olvidas la mayoría de tus palabras,
donde trituras los conceptos y las viejas glorias
de tu vida.
Donde se apaciguan los labios y juntan herméticamente
los placeres castigados, las asesinas del vértigo,
los aullidos de unas cárceles bien pobladas.
Te inquieren, vociferan, protestan, honda
y largamente, con su crujido hermafrodita
los cansancios del vértigo, las protuberancias
del norte, los que buscan lugares de recreo y de ocio.
A ti, tan cansado como ellos, con lupanares
y desiertos y ojos tristes en mitad de la frente;
a ti, tan cansado y obvio como la mitad de ellos.
Cuya sombra repite su igual contraparte.
Cuyo sigilo de nube pudre los estandartes dorados.
Cuyo laconismo medita bajo los árboles enramados.
Cuya vivencia podría despoblar un camión de hombres,
entero.
Cuya experiencia sobrevuela los estanques con presidio
de agua y de infamia.
Cuya volubilidad es el agente del mal, enmascarado.
Cuya agonía deja abiertas las venas para un mapa
mal disparado, cuya ceja entreabre los pétalos de una flor
asesinada, cuyo eje frontal lapida los enseres inmolados,
cuyo vértigo renueva las cadencias del siglo,
cuyo triste pie ha desguazado las leyendas sin origen
los dardos sin pestilencia, las avenidas del espanto.
Te preguntarán, cómo o por qué vienes, ahora,
tras largos años abatido, en tu trono de hojas putrefactas,
con helechos mojados de agua, con troncos partidos
y con rostros partidos, con monedas en los labios.
Dejarás un rostro, una moneda, unos labios
en su aposento dorado, la larga crucifixión
de un diente que torna amarillo los árboles caducos.
Y tú medirás con insistencia la larga ornamentación
de los árboles, los largos dientes del pozo, las hojas
y las acequias despobladas de parásitos.
Pero no estarás triste, será tu venida
la larga avenida en contraste, el parte de un rey
que organiza sus batallas, sus combates
retenido en la amanecida.
Vendrás con osamentas partidas
con pulmones partidos y órganos ratificados
con obsidianas y flores y pétalos secos
y pistilos y estambres de otras estaciones.
A ti cuya experiencia es el mundo en su conjunto.
©
A José Luis Galarza le gusta esto.
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