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Recital de Sonetos 5

Publicado por malco en el blog El blog de Malco / El solar de la palabra.. Vistas: 871

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Cruz Salmerón

Piedad

No era ni amor lo que ella me tenía;
era tal vez piedad, lástima era,
porque mi oculta pena comprendía
y ella se compadece de cualquiera.

Hoy que voy recobrando mi alegría,
animado quizás de una quimera,
se va tornando mucho menos mía,
como si ella ya no me quisiera.

Yo sí he formado de mi amor un culto,
y en tanto aquí mi juventud sepulto
y la aureola del martirio ciño.

¡No me quites, Señor; mi sufrimiento,
si es que habré de perder con mi tormento
la conmiseración de su cariño!...

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Luís Pastori

CALLE SOLA
Soneto
Luis Pastori

Tu calle ya no es tu calle.
Que es una calle cualquiera,
camino de cualquier parte.
Manuel Machado

La estrella se mudó de tu ventana.
Por ello, en soledad, entre otras cosas,
el jardín y sus fuentes memoriosas
se asordan bajo un doble de campana.

Junto al vagar de occiduas mariposas
entre la hiedra, el colibrí se afana
por ser el ruiseñor que en la mañana
canta fugaz a las fugaces rosas.

En la imagen, vestigio del olvido,
el aire tiene un aire envejecido,
de tanta lasitud y tanta calma.

Da pena terminar el recorrido,
pues allá, hacia el final descolorido,
la calle está más sola que tu alma.

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Ana Enriqueta Terán

SONETO INTUITIVO

Estoy en mi vivir como sabiendo
el destino de gentes y ciudades,
las hoscas gentes de mis soledades
que en mi secreto ayer van padeciendo.

Mi despojada sombra voy siguiendo
sobre números, puertas y ebriedades
de anaconda ceñida a las edades
inconsoladas de algo persistiendo.

Algo de mí que cruza, se atraviesa,
se vuelve silla azul, tacta el aroma
donde estuvo el color y hace la rosa.

La rosa de mis huesos que no cesa;
exacta, tumultuosa, prediciendo
algo de mí que besa a quien no besa.

Ana Enriqueta Terán

SONETO TREINTA

El corazón repite lo que he visto
con los sentidos todos engallados;
el hallazgo se arrima a los costados
de algo extraño, numérico, imprevisto.

Algo de selva que obedece a un cristo
diferente, perverso, y rezagados
de la doble visión, como rasgados
documentos del pan donde resisto.

Oh recia, desvelada levadura
de ser frente a su muerte. Muerte sola
sobre una piedra lejos. Muerte fija.

Llegó. Soy el silencio de la ola.
Es la muerte, la siento y su pavura
me deja un doble seis en la cobija.
Ana Enriqueta Terán

SONETO CUARENTA Y SEIS

Clama mi sangre por un turbio lino,
por mensajes de líquenes urgentes;
que ya no puedo andar entre las gentes
con esta ciencia de árbol submarino.

A menguadas estatuas di mi vino
y oí gemir mis fémures bullentes;
ensimismada en bocas transparentes
nació mi soledad de torso fino.

Ahora sin sollozo y sin mezquinas
fronteras, ya en el aire, ya en latidos
o en vegetales silbos rigurosos,

acecho la aridez de las esquinas
donde florecen los desconocidos
en corbatas y labios misteriosos.

Ana Enriqueta Terán

TODO REGRESA A LA CONSTANTE PURA

Nos señalaron barco y bastimento.
Poca fe, poco amor, frente excesiva,
mucho de olvido y carne fugitiva
que busca en vano firme basamento.

Miserable porción y algún momento
de palabreo inútil y agresiva
ceguera de gran bestia sensitiva
encharcada en fugaz presentimiento.

Impulso, lucha, sin hallar un claro
dónde mostrarse niebla o conjetura
de eternidad, o simplemente vida

que haga valer su tiempo y desamparo.
Todo regresa a la constante pura:
un aleteo de ventana herida.

Ana Enriqueta Terán

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Tirso de Molina

De como han de ser los amigos
Jornada II, GASTÓN

Falsa amistad, ladrón disimulado,
que lisonjea al que robar procura;
perro que halaga lo que el manjar dura,
para morder después que está acabado.

¿Cómo es posible que hayas derribado
con el vano interés de una hermosura
la más firme amistad y más segura
que Francia vio jamás y España ha dado?

Labra en palacio en el verano el nido
la golondrina, que parece eterno, 10
mas huye en el invierno y busca abrigo.

De la falsa amistad símbolo ha sido.
Labró el verano, pero huyó el invierno
de mis trabajos el mayor amigo.

De El amor y la amistad

El águila que al sol da en sacrificio
los hijos que en sus rayos legitima,
aquellos por bastardos desestima
que no osan ver su luz: hasta este indicio.

Examen hace un lúcido juicio
de los polluelos cuya vista anima
para mirarle, y al cobarde intima,
en vez de amor materno precipicio.

En la prosperidad que es sol luciente,
no es mucho que sus rayos sean testigos
de su nobleza, que es hermoso Febo.

Mas yo, al águila en esto diferente,
¿cómo me atrevo a examinar amigos,
si en la tiniebla, no en la luz, los pruebo?

De El árbol de mejor fruto

La cerviz indomable del toro ata
con las coyundas de su yugo grave
el labrador, y brama, porque sabe
que su preciosa libertad maltrata.

Al pájaro, que en plumas se dilata,
el cazador cautiva, del suave
acento enamorado, y llora el ave,
aunque honren su prisión rejas de plata.

No en los jardines la florida hierba
medra en el modo que en el monte y prado,
patria y solar de su morada verde.

Dichoso, libertad, el que os conserva,
pues es prisión el solio sublimado
de quien por reinos, vuestro reino pierde.

De El castigo del pensequé

Yo os prometí mi libertad querida,
no cautivaros más, ni daros pena;
pero promesa en potestad ajena,
¿cómo puede obligar a ser cumplida?

Quien promete no amar toda la vida,
y en la ocasión la voluntad enfrena,
seque el agua del mar, sume su arena,
los vientos pare, lo infinito mida.

Hasta ahora con noble resistencia
las plumas corto a leves pensamientos,
por más que la ocasión su vuelo ampare.

Pupila soy de amor; sin su licencia
no pueden obligarme juramentos.
Perdonad, voluntad, si los quebrare.


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Rosario de Acuña

El otoño

Templa su fuego el sol bajo el nublado;
las nieblas rompen sus tupidos velos
y desciende la lluvia, y arroyuelos
de límpido cristal recoge el prado.

Pájaro amante, insecto enamorado,
sienten, última vez, ardientes celos;
marchan la golondrina y sus polluelos:
se adorna el bosque de matiz dorado.

¡Ya está aquí! El mar levanta sus espumas
y acres perfumes a la tierra envía...
¿Quién no le ama? Entre rosadas brumas,

coronado de mirtos y laureles,
viene dando a las vides ambrosía,
vertiendo frutas, regalando mieles!

La muerte

¿Es dormir sin ensueños y en la hundida
fosa quedar en eternal reposo?
O ¿es despertar del sueño pavoroso
que el hombre llama, en sus delirios, vida?

La obra del alma ¿quedará perdida,
deshecha, en el abismo tenebroso?
O ¿tendrá su empezar esplendoroso
cuando sintamos la postrera herida?

¡Qué importa lo que fuere! Si es el sueño
sin ensueño, el no ser, dormir sin tasa...
¡Es posible lograr mayor ventura!

Y si es el despertar del triste ensueño
del vivir terrenal, que al alma abrasa...
¡Hay dicha más gloriosa y más segura!


Soneto escrito para ser grabado en la tumba de mi padre

Piedra, que serás polvo deleznable,
pues todo al paso de los años muere,
mi pensamiento en su amargura quiere
fundirse en lo que guardas implacable.

Alcanza en lo infinito y no le es dable
darse a la muerte si el dolor le hiere,
que el pensamiento en su amargura adquiere
una fuerza vital imponderable.

En los abismos de la muerte hundido
está mi padre, luz del alma mía,
y aún más allá del polvo y del olvido.

Más allá de mi noche eterna y fría
concibo su recuerdo bendecido
y la esperanza de encontrarle un día.

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Delmira Agustini

Amor

Lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
Era un amor desbordado de locura y de fuego,
Rodando por la vida como en eterno riego.

Luego soñélo triste, como un gran sol poniente
que dobla ante la noche su cabeza de fuego:
despues rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
sonaba sus cristales el alma de la fuente.

Y hoy sueño que es vibrante, y suave, y riente y triste,
que todas las tinieblas y todo el iris viste,
que frágil como un ídolo y eterno como un Dios

Sobre la vida toda su majestad levanta:
y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
en una flor de fuego deshojada por dos...

Añoranza

Íbamos en la tarde que caía
rápidamente sobre los caminos.
Su belleza, algo exótica, ponía
aspavientos en ojos campesinos.

-Gozaremos el libro- me decía
de tus epigramáticos y finos
versos. En el crepúsculo moría
un desfile de pájaros marinos...

Debajo de nosotros, la espesura
aprisionaba en forma de herradura
la población. Y de un charco amarillo

surgió la luna de color de argento,
y a lo lejos, con un recogimiento
sentimental, lloraba un caramillo...

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