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Recital de Sonetos 6

Publicado por malco en el blog El blog de Malco / El solar de la palabra.. Vistas: 505

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Joaquín Nicolás Aramburu

Sol sin fuego


Hizo Dios tu poblada cabellera
de un jirón de la noche tenebrosa,
y tu pequeña boca primorosa
de una tarde gentil de primavera.

Del astro de más brillo de la esfera
tomó la luz de tu mirar la diosa,
y de un alba de Abril, la pudorosa
mejilla que al clavel envidia diera.

Hizo tu planta breve, de la brisa
que se pasea en el vergel ameno,
de un rayo de la luna tu sonrisa,

de un diáfano celaje tu albo seno;
mas, ¡ay! formó tu corazón, tan solo
del blanco hielo que condensa el Polo.

La mañana en el sitio

Ya la primera luz de la mañana
baña el altivo monte y la colina
y, cual níveo celaje, la neblina
se reconcentra y flota en la sabana.

Por el techo, de verde palma cana,
se filtra el humo azul de la cocina;
pica, con sus polluelos, la gallina
el maíz que un muchacho le desgrana.

Relincha el potro; zumba la colmena
que sale en pos del néctar de las flores;
cerca del surco, de impaciencia llena,

la yunta está de toros bramadores
y el guajiro a la puerta de la choza,
bebiendo a sorbos el café, se goza.


El componte


Ved la víctima allí. Sangran sus brazos
bajo la cruel presión de las esposas;
hieren su oído frases injuriosas
y su espalda terrible latigazos.

Ya le arrancan las ropas a pedazos,
ya le imputan mil faltas bochornosas;
no son hombres: son águilas sañosas
que desgarran su carne a picotazos.

Ya rodó en tierra. De su triunfo ahíta
se yergue y ríe la insolente saña
y en pos de nuevas víctimas se agita.

¡Cómo nos burla la cultura extraña,
al ver que aún la Inquisición maldita
funciona en tierras de la pobre España!


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Julio Arboleda

A la mudanza de la fortuna

Yo vi del rojo sol la luz serena
turbarse y que en un punto desaparece
su alegre faz, y en torno se oscurece
el cielo, con tiniebla de horror llena.

El Austro proceloso airado suena,
crece su furia, y la tormenta crece,
y en los hombros d e Atlante se estremece
el alto Olimpo, y con espanto truena.

Mas luego vi romperse el negro velo
deshecho en agua, y a su luz primera

restituirse alegre el claro día.

Y de nuevo esplendor ornado el cielo
miré, y dije: ¿Quién sabe si le espera
igual mudanza a la fortuna mía?

Infeliz del que busca

El infeliz del que busca en la apariencia
la dicha y en la efímera alabanza,
y muda de opinión con la mudanza
de la versátil pública conciencia!

El presente es su sola providencia;
cede al soplo del viento que le lanza
al bien sin fe y al mal sin esperanza;
que en errar con el mundo está su ciencia.

¡Y feliz el varón independiente
que, libre de mundana servidumbre,
aspira entre dolor y pesadumbre

A la eterna verdad, no a la presente,
conociendo que el mundo y sus verdades
son sólo vanidad de vanidades!


Resto del bosque inmemorial

Resto del bosque inmemorial; testigo
de mil y unicazos que la ciencia ignora,
roble imperial de bóveda sonora,
tiende en la plaza su ondulante abrigo.

En rumorosas pláticas consigo
sus muertas hojarascas rememora:
¡cuánta fugaz generación canora
labró colonias en su techo amigo!

Pasaron esos nidos y esas aves;
vinieron otras aves y otros nidos
y otras hojas y cantigas suaves;

y en los gajos del céfiro mecidos,
vagar parecen con cadencias graves
ecos dolientes de los tiempos idos.


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Rafael María Baralt

A Simón Bolívar (1)


Él fue quien fulminando el hierro insano
recorrió de Colón el ancho mundo,
dejando en pos de sí surco profundo,
de gloria y triunfos su potente mano.

Truena su voz del uno al otro océano
y libertad en manantial fecundo
brotó la tierra que secó iracundo
el hado injusto del valiente hispano.

Cinco naciones, que formó su espada,
sacra aureola de perpetua lumbre
a la radiante frente le ciñeron.

Y al ver la antigua afrenta ya vengada
de los soberbios Andes en la cumbre
las sombras de los incas sonrieron.

A un ingenio de estos tiempos

  • Soy incapaz, Ernesto, de engañarte:
    adoro la verdad, que el bien inspira,
    y contra el vicio de falaz mentira
    hay en mi corazón firme baluarte.


    Ernesto, Ernesto, el corazón me parte
    tu inútil afanar: rompe la lira
    de tus cuerdas flojas «tu razón delira;
    te falta inspiración; no tiene arte.»


    Pero sírvate al menos de consuelo
    que, si ascender no puedes la escabrosa
    cumbre del Pindo en tu cansado vuelo,


    tienes en tus escritos una cosa
    mira si de franqueza soy modelo,
    peor aún que tus versos... y es tu prosa.

A un plagiario

Tranquilízate, amigo, tus escritos

libres están de crítica y censores;
pocas habrá de clásicos autores
quien, docto y fiel, no los aplauda a gritos.

Conviene de buen grado los peritos
en llamar a tus versos lindas flores
y añaden que recuerdan sus olores
a nuestros padres del Parnaso invictos.

Yo de mí sé decir que a Garcilaso.
León, Rioja, en tus escritos veo
y también a la estrella sin ocaso.

Divino Herrera, el hispalense Orfeo,
¿Mas que mucho bribón, si a cada paso
sus versos copias y sus versos leo?

El mar

Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena
besas rendida al pie de tu muralla,
o si bramas furioso cuando estalla
la ronca tempestad que al mundo atruena.

¡Cuán majestuosa y grande si serena!
¡Cuán terrible si agitas en batalla,
pugnando por romper la eterna valla,
con cólera de esclavo tu cadena!

Tienes, mar, como el cielo, tempestades;
de mundos escogidos, prodigiosa
suma infinita que tu mole oprime.

Y son tu abismo y vastas soledades,
como imagen de Dios, la más grandiosa;
como hechura de Dios, la más sublime.

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José María Blanco White

El sol y la vida

¡Oh noche! Cuando a Adán fue revelado
quién eras, y aun no vista, oyó nombrarte,
¿no temió que enlutase tu estandarte
el bello alcázar de zafir dorado?

Mas ya el celaje etéreo, blanqueado

del rayo occidental. Héspero parte;
su hueste por los cielos se reparte,
y el hombre nuevos mundos ve admirado.

¡Cuánta sombra en tus llamas ocultabas,
oh Sol! ¿Quién acertara, cuando ostenta
la brizna más sutil tu luz mentida,

esos orbes sin fin que nos velabas?
¡Oh mortal! Y ¿el sepulcro te amedrenta?
Si engañó el Sol, ¿no engañara la vida?

La revelación interna

¿Adónde te hallaré, Ser Infinito?
¿En la más alta esfera? ¿En el profundo
abismo de la mar? ¿Llenas el mundo
o en especial un cielo favorito?

"¿Quieres saber, mortal, en dónde habito?",
dice una voz interna. «Aunque difundo
mi ser y en vida el universo inundo,
mi sagrario es un pecho sin delito.

"Cesa, mortal, de fatigarte en vano
tras rumores de error y de impostura,
ni pongas tu virtud en rito externo;

no abuses de los dones de mi mano,
no esperes cielo para un alma impura
ni para el pensar libre fuego eterno."


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José Cadalso

Probando que la ausencia
no siempre es remedio contra el amor

Cuatro tomas de ausencia recetaron
a un enfermo de amores los doctores;
el enfermo sanó de sus amores,
y los doctores sabios se mostraron.


Otros mil ejemplares confirmaron
de la nueva receta los primeros;
los astros conocieron mis dolores,

y sin duda sanarme proyectaron.

Me dieron de recetas tan divina
cincuenta tomas (que tomé con tedio),
pero más me agravó la medicina,

pues tan opuesto al fin fue aqueste medio,
que agonizando mi alma, se imagina
me matará el remedio sin remedio.


Naturaleza absorta en este día


Naturaleza absorta en este día
contempla el precursor que del futuro
abriendo el escondido seno oscuro
trajo al linaje humano la alegría.

Los seres solemnizaron a porfía
la paz universal que muy más puro
tornó el placer y el bien muy más seguro
cumpliéndose la excelsa profecía.

También celebran el placer sabroso
que fundad, ¡oh Juan!, en la esperanza
de nueva prole, cual su madre hermosa.

Treparán por su cuello delicioso
y ella alegre por ver su semejanza
posteridad donare numerosa.

Sobre el anhelo

Pierde tras el laurel su noble aliento
el héroe joven en la atroz milicia;
sepúltase en el mar por su avaricia
el necio, que engañaron mar y viento.


Hace prisión su lúgubre aposento

el sabio, por saber, y por codicia
el que al duro metal de la malicia
fio su corazón y su contento.


Por su cosecha sufre el sol ardiente
el labrador, y pasa noche y día
el cazador de su familia ausente.

Yo también llevaré con alegría
cuantos sustos el orbe me presente,
sólo por agradarte, Filis mía.


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