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Revelación casi profética

Publicado por danie en el blog El blog de danie. Vistas: 571

Intimo con los recuerdos
que recorren este inmenso desierto del cuerpo,
con los fantasmas y sus trenes
que andan por los ríeles de la eternidad.
Congenio en vano
con la cuaresma de un labrantío fértil de toda lujuria,
con el ayuno que se vuelve un vil presagio de pálida luz
y la cruz de mi pecho elevándose en ciclópeas catedrales
que sólo saben hablar una sola lengua
para debatir con Dios y con el diablo coloquios eternos.

¡Ay! Las idiosincrasias de mis cielos conglomerados,
de mi cóctel de emociones,
de mi jardín sembrado por los sueños
se vuelven súcubos vestidos de espantapájaros,
gárgolas carceleras con la misión de protegerme
de los picos y las garras de mis propios cuervos
expedidos por mis ojos.

Pero no hay amparo ni santuario que me resguarde
de los primitivos instintos,
de los gustos caníbales de mi paladar
que estuvo tantos años seco,
de mis carencias exigentes
y sus deseos de eslabonar sangre con sangre,
piel con piel, pezones con vientres…

Así atónita queda mi percepción
en el momento que el cántaro derrama la dulce espuma,
las maduras mieses femíneas sobre el río,
y mis poblaciones de hambrientas mundologías
la ven nacer a ella,
mi escultural sonrisa de Benerice,
como una fruta ofrecida por los dioses
y codiciada por la intimidad de mi dolor.

Ante el celo del absorto desvarío de las rameras
que habitan en las profundidades de mis abismos,
ante la absoluta parvedad de mi conciencia
y los ecuménicos prostíbulos que son mareas salobres
vertidas por mis venas
para negar la existencia de la deidades marinas
y las ninfas de libidinosas y delicadas sabidurías,
ante los muros que son calabozos,
que dividen la realidad de las cenizas
de los oasis de fervores silvestres de fertilidad,
me lanzo como cóndor sobre mi inmaculada oveja.

Puedo decir que en ese súbito instante
su voz tierna exhuma de mis tumbas abiertas
todos los huesos que una vez fueron polvo del tiempo;
su cándida presencia se escurre
gota a gota
dentro de los confines más oscuros de mis entrañas
para revelar la lumbre del fuego de las luciérnagas,
la mansedumbre que se precipita
como lluvia que serena
la marejada de mi multitud irascible.
Así su sudario santo envuelve todas mis dolencias
para mecerlas con las nanas de los altillos de las estrellas
y curarlas con la pócima de los labios
del resguardo de las mil lunas.

¡Ay! El problema es que la miel de lo placentero
no dura para siempre,
aunque ese momento sea más que imperecedero.
Sé que tal vez mañana o pasado
la volveré a sentir cerca,
pero con el frío aliento de una daga
cortando cada una de las rosas de mi mustia mosqueta.
Mis peregrinos le ofrendaran sus oraciones y cuerpos,
pero serán inútiles intentos de un vacío
de religión escéptica.
Ni mis viejas penitencias limpiaran el polvo
del armario de la cronología y la evocación,
y los solemnes ritos del azul y el mar,
del firmamento y lo celestial,
igual que alas frágiles de libertad,
se tornarán pactos consanguíneos
con las cuencas de azufre del averno.

Sé que mañana o pasado
la historia será solamente un tótem
de musgo y humedad corroída
por la gran mujer, que nos concibe
y nos vela desde que existimos
con nuestra mortaja palpitante de acerba pena,
la gran madre que se hace llamar: Soledad.
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