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Se busca hospedaje

Publicado por danie en el blog El blog de danie. Vistas: 635

Ver que el infinito se encoje o que el horizonte cae al borde del mundo no es una visión muy confortable que digamos. Ver que hasta tu sombra se aleja en un súbito momento y que tus sueños empacaron las maletas para partir en el tren de las diez hacia un inhóspito e incierto lugar, sólo puede significar una cosa: soledad y más consternación rodeando tu refugio de helechos.

Cuando los besos y las caricias de un amor se te deshacen entre los dedos y los soldados, pequeños ejércitos de sentimientos, no responden como antes a tus órdenes y mandatos, sólo marchan con rostros apáticos, guiados por un flautista con su lúgubre melodía que los hechiza, para luego lanzarse de un precipicio, no es para nada alentador y ni siquiera es una innovadora manera de suicidarse, ya que fue sacada de un popular cuento.

Así mismo no te queda otra que acorazarte dentro de otro cuerpo, otra entidad que respira albas y primaveras, pero muchas veces no es tan fácil encontrar ese otro cuerpo, y si lo encuentras que él te admita como un huésped ya es toda una proeza.

Migrar hacia otras costas de arenas cálidas y de tórridos soles es una hazaña que muchos deberíamos anhelar en ciertos momentos; ¿para qué quedarnos hundiéndonos con el barco? Es verdad, nosotros somos capitanes de nuestro cuerpo, de nuestras emociones y deseos, de nuestra sangre hirviendo hasta secarse como un río en el desierto, pero yo creo que es un tonto el que dijo que el capitán debe hundirse con su barco. Por eso mismo digo que es un deporte sano el de migrar de un cuerpo hacia otro, pero como dije antes: es todo un tema encontrar ese agradable organismo que no te expulse como un ajeno desecho y que te acepte como si fueras su familia misma.

Por esto que les digo podrían tranquilamente pensar que estoy loco, pero créanme que se puede y se debe, en esos fatídicos momentos, mudarse a otro cuerpo. Esta idea que tengo en la mente, y que todavía no pude concretar, también la tuvieron otros antes que yo naciera. El mismo Oliverio Girondo una vez dijo: A unos les gusta el alpinismo, a otros les entretiene el dominó; a mí me encanta la transmigración.

Aunque él se refería particularmente a mudarse por un rato y no por tiempo completo, parece que el envase de Girondo no estaba tan deteriorado como el mío, entonces podía volver cuando quería a su morada originaria. Bueno, amigos, mi caso no es el mismo, mi cuerpo ya dijo basta, hace agua por todos lados y se está hundiendo con todo lo que queda de él en un abismo sombrío; los que se pudieron ir como sueños, deseos, emociones, anhelos…, ya partieron, sólo quedó mi corazón y algunos afectos tendiendo de un hilo, antes que se corte ese hilo, debo hallar un cómodo lugar para estar.

Girondo lo describió como si fuera fácil, pero él no hablaba de cuerpos humanos, trasmigraba a todos los enseres de un ambiente, desde una nube hasta un minúsculo abejorro y la miel de su colmena. Por mi lado, siempre busqué cuerpos humanos y todavía no encuentro alguien que me alquile su cuerpo.

Miento si digo que no tuve ofertas, hace un par de semanas atrás un árbol andaba buscando inquilinos, yo le dije sin mucho pensarlo que no me interesaba, sólo pensar en el hecho de sentir lo que siente un árbol me daba escalofríos, le cortan las ramas, le tallan la corteza para dibujar corazones, y otras estúpidas iniciales que al mismo Cupido lo avergonzaría, como por ejemplo: J y C juntos por siempre, TKM (como si ni siquiera supieran escribir con los acrónimos correctos), también está el riesgo de que te talen.
Por todo eso le dije: no, gracias, paso.

En la misma semana tuve otra oferta del mar; a éste no le di un no rotundo, lo pensé un poco más. Admito que me seducía la idea de ser enorme como el mar, ¿cuántos poetas habrán querido, aunque sea por un día, ser como la fuente de su inacabable inspiración?, pero inmediatamente me acordé de todo ese petróleo derramado, de esa flagelación que sufre día a día por toda esa contaminación esparcida, y como si eso fuera poco, dudaba en que me acostumbre a ser el mar con todas esas responsabilidades hacia todos los seres marinos que alberga por toda mi vida. Por lo cual también rechacé esa oferta.

Sé, amigos, lo que están pensando: ¡qué exigente es este fulano! Y tienen razón, era bastante exigente para buscar hospedaje, es que estaba pensado en que tendría que ser perfecto ya que sería de por vida. Pero, bueno, con mis condiciones críticas ya perdí las exigencias, y como diría el viejo dicho: cualquier tren me viene bien.

Busco desesperadamente un cuerpo, humano o no, animal o vegetal, de este mundo o de otro, que me hospede y me trate como un integrante o incluso un utensilio más de su vida. Se habrán dado cuenta, con estas últimas oraciones, que las pretensiones ya las tiré por la borda, y si plasmo y hago pública mi locura es porque en verdad ya estoy desesperado.
Sólo pretendo, con algo de fe que me queda, que alguien lea este anuncio para apiadarse de mi pobre y extenuado hálito con un dejo de aliento, con harapos de carne y hueso, y así me ofrezca una humilde morada en su cuerpo.

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