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Streets.

Publicado por Dark_Fairy en el blog Monster.. Vistas: 767

Cuando alguien se va de mi vida, procuro tirar todo lo que me recuerde a aquella persona, no me gusta guardar malos recuerdos de gente que ha terminado su proceso en mi existencia. Pero esa playera blanca con palmeras y hojas de árboles no la tiré, porque me gusta la tela y aunque es blanca y no me gusta, ese tipo de blancos con dibujos me es agradable, lo que no estaba bonito era el día.

Físicamente era un día perfecto, porque en el desierto lleva más de tres semanas lloviendo dándole al calor una gran tregua, el sol estaba espléndido, radiante, se caía entre las canteras y los adoquines de las banquetas de las plazas, de los parques, corría un fresco cálido pero no quemante, corría un vientito de esos que son tibios, que pueden cambiar casi cualquier corazón, lo que pasa es que de todos modos a mi el día ese no me estaba gustando nada.

Ella caminaba a mi lado, el día comenzó triste, con un sol que empezó con muchas ganas, el centro siempre quieto a esas horas y ella, vestía una blusa azul marino y unos jeans dentro de la misma tonalidad con sus zapatitos negros y el borde del frente dorado, usaba una cola de caballo y sus lentes con destellos cafés y beiges, si, era un buen contexto, ella curiosamente siempre sonríe, pienso que es para curarse de si misma, pienso que así ha aprendido a enfrentar la vida, a la suerte al destino volteado, al malandro del amor que, ya la tiene agazapada entre juzgados, audiencias, quejas y que más voy a saber yo, me dijo que íbamos a comer unos ''burritos'' porque, en el desierto, ya sabes que eso es lo principal que se come.

El teléfono de la gente, a veces no suena, a veces lo mandan a uno a buzón (o más lejos) A veces la gente no contesta porque ya se cansó de nosotros y nuestros mismos problemas, a veces la gente simplemente se queda dormida, soñando con los muertos pero no los sueñan muertos, los sueñan vivos, como cuando estaban vivos, la tortilla de harina de ese ''burrito'' se rompía, eso quiere decir que no la dejaron bien cocida y de todos modos, el día me recordaba siempre otras cosas que hacían que mi hambre se convirtiera náuseas y en nervios, en melancolía pasajera.

Las calles sin alguien son tan grises, las calles sin esa persona son tan iguales, tan tristes, tan rectas, pasábamos por los lugares de siempre pero no estaba, tampoco contestaba el teléfono, pasaba por el ''Balflo'' donde el camión siempre hace paradas, afuera del restaurante ''María color'' Pero no había nadie esperándome, revisando la hora en el celular, no había nadie que se preocupara por mi.

El sol en determinado momento, se tornó esquivo, su brillo dócil se volvió transparente y punzante, ya para el medio día, ya para cuando las tripas y la mala sazón del guisado del ''burrito'' se habían esfumado, ya a esas horas teníamos que habernos visto, sin embargo aún ella caminaba junto a mi, sosteniendo su bolsa, riéndose porque ella no conoce otra alternativa, yo también me reía pero sólo por corresponderle el gesto, también ella sabía el mal rato ese, me decía que no me preocupara que las personas a veces duermen mucho y desconectan los teléfonos y no sé que más, un sonido es lo que a uno lo alegra o lo perturba y el panorama cambió por completo cuando supe porque no me respondía las llamadas, nada más que a mi nunca me ha gustado llorar en público.

Uno debe llorar quedito, en silencio y donde nadie nos vea.

Como mi corazón ya no tiene forma, ya no quise lastimar más a la masa de carne que tengo aquí adentro, y cuando salimos del juzgado a donde ella va, caminamos de nuevo, pero ya por calles que casi no transito yo, y el dolor de la nostalgia no era tan fuerte, caminamos hacia la calle de las frituras y los dulces, y ahí estaba mi camión, verde con blanco, espérandome, ''Plan de Ayala'' y en los vidrios de abajo ''Ávalos, valle dorado'' ''Baja 12, centro, Aldama, Julián Carrillo'' Valle dorado no es más que un montón de casas apiladas una con otra en terrenos irregulares llenos de lodo y gusanos.

Y luego ella y yo sonreímos porque mi papá quería que le llamara cuando llegara, lo que él nunca supo era que decidí tomar el camión ahí, para no acordarme que no estaba para decirme adiós con la mano, ni para yo gritarle que no se fuera a caer y percibir la mirada de tristeza de siempre que me ve irme para éstos rincones decrépitos, donde habita gente obsesiva y sin ningún carisma.

Ella se alejó entre la multitud de la tarde, caminando firme y con la cabeza en alto, me dijo adiós con la mano y yo subí al camión, con la playera que no tiré, con la que tiene dibujos de palmeras y hojas de árboles y una bolsita pequeña en la parte izquierda que es de un color amarillento gris, pensando en todas las cuentas regresivas.

Era un día soleado, perfecto, pero no para mi.

Luego vinieron los ''chettos'' y las tortillas de maíz con cebolla guisada.

Por la noche las voces se apagaron y tuvimos que continuar.

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