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Unos cuantos poemas a la deriva.

Publicado por Alonso Vicent en el blog El blog de Alonso Vicent. Vistas: 1057

UNOS CUANTOS POEMAS A LA DERIVA

POR LAS OBRAS NOS CONOCEREMOS

Yo no he escrito nunca "Los versos más tristes esta noche",
ni un “Arte poética” que no sea de andar por casa;
yo no tengo unos “Campos de Castilla”
ni un palomar de “Las cartas”.
Mis letras son sencillas,
mis imágenes demasiado claras.
No tengo ninguna obra maestra de la que no me considere su alumno;
es más, las obras me declaran.
La tristeza la llevo abrazada de continuo,
aunque me saque a bailar cada mañana.
La alegría, ¿qué puedo decir?,
es mi aliada.
Las obras son, tan solo, aquello por lo que nos conoceremos:
las mías, las tuyas y otras tantas.
Me suena otros ojos tanto como los míos,
reconozco mis rasgos al mirarme en las caras,
tengo de invisible lo mismo que de piedra;
la transparencia y la textura nos delata…
…Y las letras, y los poemas;
todo, todo, todo, que es nada.


ME SUSPENDO Y ME PUBLICO

Por oírme los silencios
y escuchar, en parte, escribo,
por acompañar mis tardes,
por ausentar el hastío
que me consume una parte
que siempre llevo conmigo.
Pero mis pobres vocablos
no existen por ellos mismos.
Es por eso que en el aire
me suspendo y me publico
confiado de los vientos
cómplices de mis sentidos.
Cuando asiento lo que pienso,
o acierto en mis desvaríos,
espero que llegue el eco
a alguno de tus oídos.
Si encontraras estas letras
por azares del destino
y quieres seguir su curso
o apuntar en lo no escrito,
el papel te pertenece,
sin ti no tiene sentido.
Si al leerlo oyeras algo,
no importa quién lo haya dicho;
si yo pinto mi paisaje
y tú ves otro distinto,
que viva la diferencia
y el placer, que ha sido mío.
Yo dibujo mis retazos,
tú les pondrás colorido.


VA POR USTEDES

Políglotas de tantos sentimientos,
viajeros incansables de sus lunas,
pensadores de tardes y de esperas,
poetas de las noches más oscuras.

Reflotados de un mar de mil sargazos,
rodeados de escualos y de dientes,
con lo puesto sortean las derivas
que firman los dictados de la mente.

Tempestades de nubes pasajeras
dirigen su bajel hacia las rocas,
liberando a la rosa de los versos
que compone la cresta de sus olas.

Ilusionistas ávidos de encuentros,
de magia entre las letras y sus rimas,
acróbatas de un tiempo que no existe,
artistas de una voz que no es pasiva.

Y yo, que siempre atiendo a las razones,
me quito mi sombrero ante la gente
enamorada, triste o afligida
que escribe con el alma lo que siente.


RECAPITULANDO

Sin pena ni gloria vengo,
con los amigos,
y afilo los lapiceros,
van quedándose cortitos,
pero me quedan repuestos
para el camino
y tinta para el tintero
que siempre llevo conmigo.
Me allego de cuerpo entero,
que sigo vivo,
y en los versos me reitero
de lo hecho y de lo dicho.

Cantar por cantar, se canta
(y de corrido),
para algo está la garganta...
!Venga, sírveme otro vino!,
que llego seco y con ganas
de mi retiro.
Traigo escritas unas páginas
que calcaron lo que digo
cuando hablé en las tierras altas,
en pleno estío,
y del foro recordaba
la estancia y los entresijos.

Tengamos claro, señores,
que aquí venimos
a contar los pormenores
unos, a lucir palmito
otros, o a embastar sermones
casi medidos;
todos traemos razones,
ilusiones o "quejíos".
También sé que hay corazones
en cada escrito,
que viven sus horizontes,
que incluso piensan distinto.

Conexiones ha de haberlas,
es el principio;
concordancias, diferencias
y un poco más de lo mismo.
Maestros… como en la escuela,
como de niños;
alumnos cuando nos tienta
ligar dos versos seguidos.
Cada cual es como llega
a nuestro oído
en un mundo que es poema
de mundos desconocidos.

Libre, que me escribes libre,
libre albedrío.
Clásico, con voz y timbre,
con metro y con hemistiquios.
Cada uno en sus “decires”
tiene su estilo
y apunta, se calla o dice
una parte de sí mismo.
Recapitulando vine,
con los amigos,
y permítanme que firme
abajo, a renglón seguido.


LLEVO UNA DOBLE VIDA.

Llevo una doble vida en el trabajo,
se curte al sol mi cuerpo mas la mente
se escapa, huye, sube y es ausente
para hacer más liviano mi destajo.

Ya después, cuando vuelvo, me relajo,
me amoldo a la rutina que, solvente,
permite que patine por mi frente
el sudor que por siempre fue y me atrajo.

No le cuentes a nadie que me escribo
ni que soy, cuando puedo, un viajero
atado a su caballo y a su estribo.

Que quede entre nosotros, compañero,
que parto, me reparto y me suscribo
sin olvidar que soy un jornalero.


CON UN TECLADO ENTRE LOS DEDOS

Un logaritmo indescifrable de emociones
se fue apoderando del cuerpo,
creó sus paralelos mundos,
con sus frustraciones, sueños,
culpas y escapes.
Redes neuronales de inalámbricos puertos,
bocetos de paisajes
técnicamente imperfectos;
pero paisajes al fin y al cabo
sostenidos por el fuego,
alentados por el aire
incontinente de los centros
de una estancia inubicable
de vivencias y entretiempos.
Un butrón en la pared de lo establecido,
y un teclado entre los dedos.


QUE DESCUIDO TAN GRANDE EL MIO

Qué descuido tan grande el mío,
Dios, qué descuido,
perder la mayor parte de lo que fui a buscar
por el camino.

Me levanté temprano,
me adelanté a mí mismo,
cogí un cesto y fui al barranco
bordeando los lentiscos
a recolectar versos
a la hora en que el roció
les da ese brillo especial
y en parte un doble sentido.

Para componer busqué
y de una higuera cogí un higo,
de una madreselva la hoja
y una espina de un espino.
Al enebro le pedí prestada
una baya de color rojizo,
al alcornoque un corcho
y a la niebla el hechizo
que abre los corazones
que se acercan a un escrito.
Pisé un charco y me apropié
de parte de ese camino
que baja, sube y da la vuelta
a la sombra de los pinos.

Pero, ay Dios, qué torpeza,
qué torpeza y qué descuido.

De vuelta al hogar,
reunido ya mi alijo,
presuroso por rimar,
tropecé con un destino
que esparció toda mi obra,
por los márgenes del río.
Con prisas me levanté
para recuperar lo perdido
pero los versos no tienen dueño
hasta que no están escritos.

Al llegar a casa volqué
el cesto y su contenido,
reducido a la mitad
después de haberme caído.

Yo que lo había llenado
de sonetos y romancillos,
lo único que pude engarzar
es lo que les he traído.

Qué descuido tan grande el mío,
Dios, qué descuido,
perder la mayor parte de lo que fui a buscar
por el camino.
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