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Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Vevero, 28 de Octubre de 2009. Respuestas: 5 | Visitas: 989

  1. Vevero

    Vevero Poeta reconocida en el portal

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    No tenía ganas de cocinar; en realidad, no tenía ganas de nada, se había pasado toda la tarde tirada en la cama, mirando las películas más triste que pudo encontrar para poder dejar fluir sus lágrimas sin culpa. Se sentía al borde del precipicio y estaba por saltar; con las puntas de los dedos de los pies en el límite entre el trampolín y el vacio del aire, pero ella no era clavadista y apenas sabía nadar...
    Esa mañana se había fumado sus últimos meses con unos cuantos cigarrillos, si la vieran ahora los que la creían atractiva y seductora, sólo encontrarían una mujer derrumbada, oscura, inhabitable. No alcanzaba a comprender la vorágine en que se había sentido en la última semana, sabía que eso le podía pasar , pero no le importó y se subió al tobogán más alto que encontró, ignoraba el vértigo que este hecho le podía producir y a pesar de sentirse mareada, se entregó a las alturas. Y una vez allí, descubrió que le temía a la caída y prefirió retroceder, y lo hizo pero a medias y a tientas esperando que alguien le tendiese una mano que no la dejara ceder y – como siempre – se sintió sola, tal vez más sola que otras veces...
    Cuando las sombras ya inundaban todas las calles y los que regresan a sus casa emprenden la vuelta de sus trabajos, se levantó, se lavó la cara con agua fría como si ésta fuera a borrarle las dudas, se reacomodó el pelo como pudo y se llegó hasta el comedor donde sus hijos habían aprovechado a acampar mientras ella sin ganas desandaba sus días; lo ordenó, lo barrió y se puso a cocinar. Su esposo debería llegar en cualquier momento, pero ella sólo pensaba de qué manera iba a afrontar la noche junto a él. No era cualquier noche, ni siquiera era una noche especial; era la noche en que ella – sin saberlo – había torcido su destino.
    Silenciosa preparó la cena a la que sin querer le traspasó todo el sinsabor y la acidez en que se veía abatida; para cuando su marido atravesó la puerta, exteriormente ella no estaba cambiada, se notaba cansada y cuando él se lo hizo notar, ella alegó un simple comentario que incluía una leve referencia a la gripe que circulaba en su entorno por el clima. Lo abrazó y se quedó pegada a su pecho (sintiendo un cuerpo que no era el de él) por unos minutos mientras se preguntaba si eso duraría para siempre.
    Cenaron mirando un partido de fútbol, al que ella agradeció profundamente la oportunidad de darle varios momentos de soledad para poder pensar en aquel que había dejado pasar. No sabía cómo se había encarnado tanto en su vida, pero ahí estaba, seguramente pensando en ella sin entenderla, a pesar de que le había asegurado que era capaz de jugarse entero, de apostarlo todo, de suavizarle las caídas que sus tropiezos le propinasen, pero que también sabía y dolorosamente había sabido dar mil pasos hacia atrás. Ahora ella en su cocina se sentía más sola y desprotegida, ya no tenía brazos que la cuidaran, ni palabras que la mimaran, tampoco habría miradas que la encendieran ni labios que la besaran.
    Las horas se teñían cada vez de mayor oscuridad, y ella seguía amotinada en su cocina, alejada de todo, acompañada de una copa de anís que la invitara a dormir, soñar era imposible; desear, una inalcanzable sensación que su razón le negaba y a pesar de eso lo imaginaba invitándola a animarse a descubrir el futuro juntos; lo imaginaba entero, controlado pero angustiado sin ese brillo tan especial que su mirada tenía, mirando el mismo partido de fútbol que su marido. Se prendió el último cigarrillo, lo fumó lentamente como disfrutando de algo prohibido, meditando si podía pasar el resto de los largos días de su vida recordando todos los "Flaquita” que se habían perdido. Una lágrima intentó escaparse de su cara, pero sólo llegó a morir en su boca como si fuese un último beso, la lamió y la atesoró en su interior porque ella intuía que, de esta batalla, ninguna cicatriz podía reflejarse en su exterior.
     
    #1
    A Marcela y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. cesarfco.cd

    cesarfco.cd Corrector Corrector/a

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    Buenas líneas Vevero... tienen matices de vidas repetidas.

    Un abrazo.
     
    #2
  3. Vevero

    Vevero Poeta reconocida en el portal

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    gracias Cesar por pasar
    SAludis
     
    #3
  4. yolanda

    yolanda Poeta recién llegado

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    Vevero, es autentico! Muy logrado de veras, no dejaré aquí más comentario. El resto de lo que pienso lo hablamos en privado.
    Una reverencia para ti.
    Me sorprendes
    Te admiro
     
    #4
  5. Marcela

    Marcela Exp..

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    exccelente amiga, muy cotidiana historia...o no...
    besos y estrellas
     
    #5
  6. Vevero

    Vevero Poeta reconocida en el portal

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    jajaj como siempre grandilocuente Yolanda... sabes que espero esos comentarios.. Besos

    Gracias Marce, tal vez la cotidianidad de las historias sea la intensidad con que vivimos...

    besos
     
    #6

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