El amor de aquella mujer

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El amor es un árbol en el bosque esperando la fuente, el incendio futuro, leña gestando nuevas formas, chasqueo.

El amor de aquella mujer escribió el documento de los sentidos. Similitud despiadada entre aquel beso y la codicia, revivo. Debiera enterrar su beso en el aire, en la hendidura de una palmera. O en alguna rendija del vacío, por ejemplo. En el recuerdo de ella, estoy como se habita con una mujer: todo brazos, vida azul, sin ansiedad de viento.

Rememoro nuestra despedida en sus pupilas, como un rencor donde se incendiaba un pino. Es su recuerdo olor a vegetales de menta, auroras tapizadas de lanas ardientes.

Sin ella, desde esta ventana las horas pasan esqueléticas. Arriba, la vía láctea está espesa, un rebaño de ovejas moviéndose por sus propias sombras, parece. Esos silencios oscuros donde brillan los escarabajos.
Hoy, apenas espuma de nube toca los bordes de su boca. Los hilos de luz juegan con mis manos enhebrando las pavesas. Los labios se van apagando con el atardecer. No-besar es morir entre las farolas que uno mira y que no-están. Noche estoy, no tengo luz, quizá, para el amor he muerto.

Es la dueña con su recuerdo. Esta habitación es ella. Prende como beso-flor las cien cabelleras desordenadas en aquella cama…
El mosaico de la noche y las hojas iluminadas.

Me sentaré a escribir aquellas guirnaldas, esos racimos que caían prodigándose. Colonizado ese texto, llevará en sus labios sus labios, y en ellos el beso que no le di.

Escribiré enérgicamente la razón que me sufre, que se vuelca, toca los alvéolos, me parte en dos mitades, me despierta, raspa mis desgastes, me arrastra, se refleja, me transita, se enrosca, me rompe, me fuga, demarca, me oscurece, se avanza, se niega, desborda, me fenece, ¡oh beso inmóvil que cierras, abres!

El alegre osito de la lámpara separa la luz del campo de batalla. La escritura, como palabra impronunciada, rompe la tregua. Se enciende otra luz en la mesa junto a las yemas de los dedos del otro yo hipnotizado. Sentado, con el pijama abrochado a la izquierda, un espejo refleja mi mano delante del folio y lo hace todo al revés.

Con un leve giro, enciendo el motor de la rutina, si acaso el sol que es carne viva, el sol en la playa madurándonos, y tan sólo un beso áulico suyo para saber que estoy vivo...

Tras la ventana el rugido matrimonial del cielo y el agua, esos largos sonidos que el amor le roba al mar: el beso que ama se retira un poco y armónicamente vuelve a besar.

Alzo la tapa del folio y no suena la música.

Yo cortaba la leña, encendía el fuego y le decía amor. Ella confunde la piel con alguna marea y al corazón con un cangrejo. Un glosario de carnes llevo dentro en cada uno de sus besos.

Lloré todas las noches.

Esta noche de hilar horizontes, desearía no verla partir tras el cristal.

Rocíame, amor, el desierto de mis labios…


[SIZE=3]Chus[/SIZE]


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Julia, muchas gracias por tu lectura y amable comentario. Un beso, Chus

 

Que manera de plasmar ese, o aquel amor de esa o aquella mujer, bello.Un abrazo

 

Que manera, Rosa, de hacerme sentir rosa.
Un beso y gracias.
Chus