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Mariposa aburrida

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Sommbras, 19 de Mayo de 2010. Respuestas: 2 | Visitas: 941

  1. Sommbras

    Sommbras Poeta adicto al portal

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    Hombre
    .






    Tus repetidas masturbaciones vibran en la gran cacerola que denomina tu vida. Las instrucciones que leíste en el envoltorio del condón estaban dirigidas a ti. Aquel día, deberías haberlo mascado en tu boca, o inflado más hasta que explotase, ya que el amor que tanto buscaste lo hallaste por sorpresa en la comida china. Eres la misma mariposa aburrida que tu perrita. Ella mira hacia atrás, luego adelante, y detenida en un lugar vuelve a mirar para atrás, pobre animal, descalza y dividida como tú: una escritora de miradas para salir de la oscuridad.

    Así tu corazón, que siempre ha paseado por un clima mediterráneo, nunca excede los límites de lo templado, porque si fue dulce aquel beso, no lo fue por el intenso sabor a soja en la despedida en los labios.

    Capturaste tu rostro en el espejo del río; aprendiste que no podrías amar sin saber besar. Después de besar entendiste que también estabas lejos de ser buena amante. Quién eres es la pregunta que planeó por tu pelo, y que sigue cada atardecer que miras el mar. Otra tú sigue llevando a cuestas la otra tú en las noches de luna llena, la que nunca consigue domesticar las respuestas. Tengo que adelgazar, te dices, tengo que adelgazar, mientras el espejo, la vecina, el autobús, la televisión, las máscaras, los mundos, te hablan, sin entender que el silencio también engendra mal olor, porque, ¿qué hombre enseña todos sus dientes?, te preguntas, ¿qué es lo que hay en los ojos del hombre al final de su pasillo?

    Razonar tu frío me hace temblar. Tú tejes tu melancolía con la perseverancia de un sastre ciego. Coja te dispersas en todas las direcciones de la paloma, e inválida te recoges alrededor del eje invisible de la cama. Así, las dos manos que abandonaste, las que te acompañaban con mirada de perro fiel, se abren como gaviotas dentro de tus somnolientos ojos.

    Por la noche siempre te miras al espejo. Tú sabes que no hay secretos, que la vida íntima es demasiado transparente. Pero, a medida que te desnudas para ir a la cama, mides la edad vieja del cansancio y cuelgas tus preguntas sobre el perchero para advertir cómo tus respuestas por el suelo se ramifican.

    Ya en la cama, cuando entiendes que el mar llega desde lo alto, o que el océano puede surgir a través de las nubes, justo cuando un mechón tuyo borda la blancura de tu almohada, mientras sonríes a tus absurdos recuerdos de la cabaña (no cuando te manchaste el traje, sino tú con el pato loco corriendo tras de ti), tu cabello tintado vuela en el aire de los siglos de los caballeros con espada, mientras tus pies
    nadan en otras aguas. Cierras tus ojos. Como una niñita los cierras. Quizá los cerraste para el amor cuando tu mirada se clavó al dinero, ya que los parpados se te secaron poco a poco, quizá tu nariz huele el desove de la sal en el mar del amor, porque desde las suelas de los santos del cielo sólo te llueve pudor.

    Cuando cada noche entornas la ventana, quién sabe, a ti misma te dices, quién sabe. Luego cierras la puerta de tu habitación, te anclas en la soledad, y la atmósfera no te ayuda a respirar límpidamente. Estando ya en cama, quién sabe, te dices, y miras hacia el techo sin advertirte el golpe de luna que tienes roto en tu nuca; luego miras hacia abajo y no entiendes que, la pobre perrita que duerme a tu lado, también está desnuda y dividida como tú: una escritora de miradas para salir de la oscuridad. Luego te volteas para intentar descubrir la mujer que no sueña todavía. Y cuando miras de nuevo hacia el pasado, por un ruidito en otra habitación intuyes cómo el refrigerador se abre como la boca de un hombre, en la cual un pato a la naranja lentamente despliega su fría y estrellada cola. Tú te quedas quieta. Desde las paredes sin pintar de tu dormitorio, desde la mancha del techo, los ruiditos te preguntan si de un solo golpe, por favor, si de un solo golpe, todo pudiera comenzar otra vez.

    Ecos poliédricos que te predican una sola palabra, una pura y simple palabra, y así la noche nunca conoce cómo puede ladrar su silencio.


    …


    Silencio.

    …

    Todo es silencio.


    …


    Solo un mosquito.

    …

    Un mosquito que te despierta.

    [SIZE=4]Que te ataca. [/SIZE]
    [FONT=Times New Roman][SIZE=4]…[/SIZE]
    [FONT=Times New Roman][SIZE=4]
    Quizá sean dos. [/SIZE]
    [FONT=Times New Roman][SIZE=4]…[/SIZE]
    [FONT=Times New Roman][SIZE=4]
    Debes matarlos. [/SIZE]
    [FONT=Times New Roman][SIZE=4]Debes de matarlos a todos.[/SIZE]
    [FONT=Times New Roman][SIZE=4]…[/SIZE]
    [FONT=Times New Roman][SIZE=4]
    Enemigos del verso,[/SIZE]
    [FONT=Times New Roman][SIZE=4]no puedes nombrar a ningún hombre felicidad.[/SIZE]
    [FONT=Times New Roman][SIZE=4]...

    Tú ya lo sabes.
    Hombres.
    Mosquitos.
    A todos.
    Matarlos a todos.[/SIZE]

    ...
    [FONT=Times New Roman][SIZE=4]
    Entonces te duermes.[/SIZE]












    ...
    ..
    .

    [FONT=Times New Roman][SIZE=4][COLOR=Black]Chus[/COLOR][/SIZE]






    [FONT=Times New Roman][SIZE=4][COLOR=White].[/COLOR][/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT]
     
    #1
  2. Vevero

    Vevero Poeta reconocida en el portal

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    Un universo tejes con estas lineas. Excelente como todo lo que te leo.
    besos
     
    #2
  3. Sommbras

    Sommbras Poeta adicto al portal

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    30 de Enero de 2008
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    Hombre
    Vevero, muchas gracias por ser, estar, y por esos ojos.
    Chus
     
    #3

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