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La triste, maldita y verdadera historia de…

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Francisco Lechuga Mejia, 27 de Octubre de 2011. Respuestas: 5 | Visitas: 822

  1. Francisco Lechuga Mejia

    Francisco Lechuga Mejia Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Su madre;

    mujer sabia, era en extremo pragmática, comprendía muy bien los vericuetos y entuertos de la vida, conocía sus misterios y por lo tanto sabía de las mentiras del bien y las verdades que se dicen para llegar al mal, incluso, por practica, omisión y obra, conocía de los síntomas provocados por el amor y sus desencantos y de cómo llegar a ellos a través del verbo y de la boca. Así que, enérgica, le prohibió a él que se adentrara en la lectura de cualquier tipo de cuentos. ¡No! ni siquiera leas el prefacio, sentenciaba.

    Su padre;

    adorador de la madre pero temeroso de ella, de la letra y la palabra, le pedía al hijo que hiciera caso. Que no le dijera a nadie que ella era mucho más antigua que el caldo y por lo tanto conocía bien el origen de casi todo, que así, siendo obediente, la vida le caería mejor como le había caído a él desde que la conociera y que podrían vivir los tres felices mientras, dios no lo quiera, les cayera una maldición que los hiciera vagar sin vida propia y sin tener nunca, su propio final. Que por favor no preguntara el por qué o se arrepentiría para siempre jamás.

    Él:
    que acaso contaba con 12 años cumplidos, era curioso y amante a más no poder de los misterios, de lo que puede y no puede ser, odiaba la libertad de los batracios, pues por extraña razón sus padres le tenían vetado los charcos y lodazales que siempre son la fantasía de cualquier infante, también odiaba a su propia sangre que afortunadamente no conocía, pues por herencia, padecía cierta enfermedad que no permitía en su cuerpo la coagulación. Afortunado eres, pues tienes la enfermedad de los reyes, le decían para consolarlo con cierta ironía y misterio.

    La historia:

    Había una vez un reino tan maravilloso que hasta contaba con una laguna de luz de luna bordada con finos y delicados narcisos que se adoraban a así mismos por el día, y se soñaban en grado superlativo por las noches. Con charcas mágicas en donde vivían encantados sapos y encantadas ranas que al saberse, como todo el mundo lo sabe, de diferente especie, cohabitaban en paz y jamás tuvieron ni por la fuerza, ni consensuado, ningún tipo de coito, y no porque no les gustará el placer, pues sibaritas eran, pero sí para no ir en contra de la ley primordial de natura. Sin duda inteligentes y respetuosos también eran.

    Vivían también, en ese maravilloso reino un príncipe y una princesa, él era un tipo escaso de luces pero encantador, de mirada de mar y rubia cabellera, virtuoso en todo lo posible pero adicto a un increíble y económico SPA en donde doraba su piel de leche hasta dejarla con un fino bronceado de color a canela, y con eso le bastaba.
    Ella, una princesa antigua y endiabladamente bella y conocedora de todo, excepto del hecho de que, después de su nacimiento los mismos padres del príncipe la abandonarla en un lúgubre bosque cuando ella era apenas una criaturita así de pequeña, no por malditos, sino por ser extremadamente costumbristas y para no perder el sano y hermoso hacer de casi todos los cuentos. Abandonados, pues, ambos en el mismo bosque que todo provee, quiso el azar que se conocieran sin conocer, tal vez, su parentesco y contrajeran nupcias.

    Y quiso un genial y maléfico autor (que no conocía de la modestia pues decía que ella era la virtud de quien no tiene nada que decir de si mismo), dejar esta historia por escrito, no sin antes escribir un lapidario final que como maldición literaria involucrara a todos los protagonistas haciéndolos por los días de los días rabiar su mísero destino siempre y cuando, el menor de la estirpe odiara la libertad de los batracios, su propia sangre y las inexplicables ordenes que le diera su madre al respecto de jamás leer un cuento y que también era, como ya se habrá adivinado, una calenturienta princesa que al sentir que pasaban sin misericordia los años por ella, echo mano, por así decirlo, de lo más vivo que tenía el único ser vivo que conocía, para procrearle a él, el menor de la dinastía, que al contar con el azar en su contra, encontró por una sola ocasión en la vida sin llave el cajón donde su príncipe padre guardaba con absoluta devoción los juguetes, la lencería y por no dejar, éste cuento maldito que no pudo dejar de leer hasta llegar al final, y que terminaba diciendo en forma macabra;

    quiera mi pluma que; cuando el maldito y desobediente escuincle unigénito traído a esta historia mediante la incestuosa y escandalosa relación amorosa de dos abandonados cumpla los 12 años, lea por una sola ocasión en la vida su nombre de pila, y que tal nombre jamás sean olvidado, pero siempre confundido.

    Fue así como Colorín Colorado, supo a ciencia cierta que jamás sería olvidado, pero tampoco conocido, pues estaba destinado a vivir eternamente por los siglos de los siglos encerrado en cada cuento que tuviera un final; de cuento.

    Due 27.10.11 En una tarde con el ocio cayendo a plomo sobre mi raída chaqueta que ya no calienta mis hombros.

    MONITOS.JPG



    .
     
    #1
    Última modificación: 16 de Febrero de 2021
    A bye y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. Francisco Lechuga Mejia

    Francisco Lechuga Mejia Poeta que no puede vivir sin el portal

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    siempre usted es muy amable, mil gracias


    salu2
     
    #2
  3. fiores

    fiores Invitado

    Pobre Colorin que final tan interminable tiene, pero asi sucede en algunos casos.Me gustado. Un saludo Sr Gayo
     
    #3
    A Francisco Lechuga Mejia le gusta esto.
  4. Glendalis Lugo

    Glendalis Lugo Poeta veterano en el portal

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    jajaj muy original tu cuento,saludos
     
    #4
  5. Francisco Lechuga Mejia

    Francisco Lechuga Mejia Poeta que no puede vivir sin el portal

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    muchas gracias, saludines
     
    #5
  6. Francisco Lechuga Mejia

    Francisco Lechuga Mejia Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Muchas gracias
     
    #6

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