Sin título

La luna brillaba en lontananza. Y sus rayos se sumergían en un océano de oscuridad a través de los altos y oscuros pinos que, como grandes y enormes sombras fantasmales, se erguían y balanceaban en la noche por el azote de un fuerte viento, cuya única misión, parecía, era la de arrasar y llevarse todo el lugar a otra parte del planeta. La lluvia caía con la fuerza de mil demonios, los pequeños charcos en los que antes saltaba una diminuta rana se habían convertido ahora en un lago de tamaño considerable que abarcaba gran parte del lugar. La tormenta de rayos dejaba visible por momentos una espectacular vista de aquel bosque oscuro y lleno de maldad, una oscuridad impenetrable y sofocante con la que nadie se atrevería ni siquiera a soñar, una oscuridad capaz de despertar tus peores miedos. Nunca antes se había visto nada parecido en aquella zona. Ni nunca jamás se vera algo parecido en aquella zona...
La causa de todo aquello se vería a continuación. Otro rayo, este ultimo seguido de un gran estruendo. Y a continuación... Silencio. Los fuertes vientos habían cesado. La lluvia había cesado. La tormenta había cesado. Aunque, de haber sabido lo que ocurriría a continuación, nunca lo habría deseado. Sentía como las sombras se apoderaban de mi ser, de lo que antes fui y de lo que ya nunca llegaría a ser. Poco a poco volví a escuchar el latido de mi corazón, antes parado. Era lo único que se escuchaba ahora en la inmensidad del bosque. Ese “boom, boom” llegaba a todos los rincones del bosque, y hasta las criaturas mas temidas eran ahora victimas de aquel ruido diabólico y huían despavoridas. El fluido que corría por mis venas y que hacia latir mi corazón con tanta fuerza era la sangre. Pero no la sangre que antaño corría libremente por mi ser, sino una sangre nueva. Una sangre renacida. Y, al parecer, se alimentaba del odio de mi ser, lo cual la hacia fluir a una velocidad vertiginosa. El dolor era insoportable.
Un débil rayo de luna se abría paso a través de tanta maldad y poco es lo que iluminaba, aunque suficiente a la misma vez. Este cayó sobre el charco en el cual me encontraba tendido y su reflejo me cegó durante varios minutos. Para cuando volví a ver con claridad ya era un ser nuevo. Veía perfectamente en la oscuridad del bosque, veía formas que se reían de mi, siluetas que bailaban a mi alrededor. Entonces, muy a mi pesar, conseguí ponerme en pie, y lo que vi reflejado en aquel charco, lecho de mi muerte, se apodero de toda mi alma por completo y supe que seria su esclavo para siempre. Aquella esfera luminosa que sobresalía sobre las altas sombras se apoderaba de mi corazón, era la que hacia fluir la sangre por mi cuerpo, y era lo mas parecido a una madre que tendría jamás. Y nada me lleno de tanto odio, mis ojos brillaban como el fuego, mi corazón ardía como el fuego, y mi alma... Mi alma se alimentaba de todo ese fuego. Sabia que había vuelto a nacer, no se como ni porqué, pues no recuerdo nada. Pero había vuelto a nacer, el infierno seria mi lecho ahora si alguna vez mi corazón se parase. Ese seria mi final, mi nefasto y amargo final. Para mi es una maldición, una pesadilla a la que, las noches de luna llena, debo acudir.