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El color verde

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por VicenteMoret, 12 de Marzo de 2012. Respuestas: 13 | Visitas: 858

  1. VicenteMoret

    VicenteMoret Moder. Biblioteca P. Clásica.Cronista del Tamboura Miembro del Equipo Moderadores

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    La tierra se quebró bajo sus pies y comenzó a caer en el vacío. Conforme iba adentrándose en las profundidades su caída era más lenta, y la oscuridad que le había ido acompañando se disipaba poco a poco.

    Al rato, una luz mortecina le dejaba intuir los contornos. Quería gritar, pero no podía. Quería agarrarse a algo, pero no encontraba a qué...

    La luz era ahora cegadora, y había dejado de caer. Desorientado, giró su cabeza lentamente tratando de averiguar en dónde estaba, pero la luz que provenía de todas partes se lo impedía. El calor era sofocante. Una mano se posó sobre su hombro. Incapaz de reaccionar, empezó a sudar frío. Cuando se repuso del miedo que le había invadido, apenas unos minutos antes, se dio cuenta de que en realidad no había nadie.

    Un olor pestilente llenaba la estancia, y sintió unas fuertes arcadas que le hicieron vomitar. Empezaban a formarse como nubes de vapor helado que paulatinamente lo fueron llenando todo. Sorprendido, comprobó que podía ver a través de la densa niebla. El calor de antaño se trocó en intenso frío, y pronto su poblada barba se solidificó con su propia respiración. Miró hacia arriba y vio el estrecho agujero por el que había caído. Estaba lejos, muy lejos.

    Trataba de razonar, pero estaba confuso. Sus recuerdos más vivos se desvanecían en cuanto los evocaba; pero seguía intentando recordar, lo intentaba con todas sus fuerzas. Presa de una serena desesperación se tumbó en el suelo y se fue quedando inmóvil...

    No sabía cuanto rato había dormido, pero cuando despertó observó extrañado que la niebla había desaparecido y que la temperatura era normal, agradable incluso. Su barba ya no estaba helada, y aquel olor nauseabundo que le había hecho vomitar había desaparecido completamente, en su lugar se percibía una suave fragancia difícil de identificar. Jazmines, quizás.

    Se incorporó despacio y estudió minuciosamente el lugar en el que estaba. Era una sala grande de paredes rocosas con una amplia bóveda, y el suelo crujía suavemente cuando caminaba. A su derecha había dos pasadizos, cada uno de un color -¿diferente mineralización?-: rojo y verde. A su izquierda la pared bajaba recta desde la bóveda. La examinó con detalle, pero no logró encontrar nada especial en ella. En cualquier caso tenía claro que allí no podía quedarse, así que decidió hacer algo. Desgraciadamente el cielo de la bóveda, y por lo tanto el orificio por el que había caído, estaba demasiado alto como para poder alcanzarlo. Al final, sin motivo alguno, se decidió a avanzar por el pasadizo verde.

    Apenas se hubo adentrado no más de diez metros, el pasadizo se empezó a cerrar sigilosamente a sus espaldas, y comenzó a oir una música dulce y sensual cuya cadencia era seguida por ligeras oscilaciones en la luz del pasadizo. Se encontraba muy bien, casi eufórico. Sin duda la elección había sido buena.

    Pronto llegó a una nueva sala... también grande. Detrás de él había un grupo de hombres y mujeres, todos vestidos con algo parecido a blusas de color verde, zapatos verdes y un gorro sin visera del mismo color verde. Uno de los personajes se volvió hacia él y le miró fijamente a los ojos, como escrutándole. Estaba aturdido. El sujeto que lo observaba tenía la cara tapada. Una máscara de tela de color verde le ocultaba el rostro.

    ... Abrió los ojos con dificultad. Tenía la boca seca y estaba muy cansado, sin embargo no le dolía nada.

    -Ya empieza a despertarse- oyó decir a su lado.

    No necesitó girarse -tampoco lo habría podido conseguir fácilmente-, para saber quién había hablado... Era su mujer.

    Hacía dos años que se habían casado, locos el uno por el otro. Verdaderamente hacían una buena pareja. Él, de familia humilde, se había pagado los estudios dando clases particulares durante toda la carrera: inglés, matemáticas, historia del arte, física, química,... lo que fuese. Había vivido en las pensiones más modestas de todo Santiago, pero había aprovechado el tiempo -hambre obliga-, y ahora era un biólogo razonablemente bueno, con una plaza de funcionario en la facultad de farmacia.

    Lo que más le gustaba era su pequeño laboratorio de microbiología, en donde dedicaba muchas horas a la investigación. Aparte, daba unas cuantas clases a la semana, y un par de cursos de doctorado al año.

    Las oposiciones las había sacado justo antes de casarse,... por eso se habían casado. Y lo habían hecho en el pueblo de ella, Vilanova de Tea, hermosa aldea del municipio orensano de Trasmuras, ubicado en uno de los amplios valles de la Sierra do Feixe.

    También procedía de familia humilde, y también había podido estudiar su carrera echándole un par de bemoles al asunto. Era farmacéutica, y había terminado el programa de doctorado, aunque todavía no había presentado la tesis, en eso estaba. Pero, a pesar de su esfuerzo, no había tenido tanta suerte como él.

    Después de cursar sus estudios de doctorado había obtenido una beca del Estado para realizar su tesis en el departamento de botánica, pero se enfrentó a un catedrático por una plaza de ayudante que ya estaba dada de antemano. Y salió perdiendo.

    Un año de trabajo intenso a costa de la beca no fue suficiente para que el cátedro avalase con su firma la renovación. No le había perdonado el que se hubiera presentado a la plaza de su pupilo, aunque el resultado final fuera independiente del número de concursantes. Así que le dió puerta.

    Cuando se quedó en la calle intentó trabajar en otros departamentos, primero de la facultad de farmacia, más tarde de facultades afines, pero no consiguió nada más que palmadas en la espalda y buenas palabras. El mundo de la universidad se había cerrado para ella. Sus únicas faltas eran que se había enfrentado al sistema, y que era joven. Y empezó a buscarse la vida dando pasantías de físico-química a estudiantes con problemas para aprobar la asignatura. Mal que bien iba saliendo adelante.

    En la habitación 248 del Hospital General hacía calor, y en Santiago humedad. El sopor comenzaba a hacerle mella. El libro que leía mientras le hacía compañía a su esposo se soltó de sus manos y fue resbalando hasta que se le quedó en el regazo. Y soñó.

    Volvían de una fiesta en Roxos. Es cierto que habían bebido un poco, pero tampoco demasiado. Y de repente aquel camión, con la niebla del Sarela que lo envolvía todo. Las tres de la mañana y el camión maniobrando, atravesado en la calzada y sin las luces laterales de posición. Ella debía haber chillado. Él pegó un volantazo mientras clavaba el freno. Se empotró contra el camión. Casi al mismo tiempo el coche que venía detrás, rápido y sin ninguna posibilidad de reacción, remató la faena. Cuando recibieron el primer impacto la puerta del copiloto se abrió, y ella salió despedida del vehículo. Pero él quedó atrapado. El segundo golpe fue el peor. Tenía el volante clavado en el pecho. Estaba inconsciente y sangraba mucho por la boca y por una enorme brecha que tenía en la cabeza. Los bomberos tardaron un buen rato en arrancarlo de aquel amasijo de hierros. Ella presentaba algunos rasguños y unas pocas contusiones.

    Ingresó por urgencias y enseguida le pasaron a quirófano, en donde le quitaron el bazo, le repararon algunos huesos y le suturaron la herida de la cabeza. Luego lo llevaron a la UCI, pero no había esperanzas.

    ...Tenía la boca seca y estaba muy cansado, pero no le dolía nada. No necesitó girarse, no habría podido, para darse cuenta de que a su lado estaba su mujer.

    -¿Qué me ha pasado? ¿dónde estoy?- preguntó él.

    -En la habitación 248 del Hospital General- le contestó ella- Te estás muriendo.

    xxx

    Churrete
     
    #1
  2. roby3000

    roby3000 Poeta adicto al portal

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    Buenas letras, Churrete, amigo, se deja leer de un tirón. Me ha gustado mucho, felicitaciones. Un abrazo con estrellas.
     
    #2
  3. VicenteMoret

    VicenteMoret Moder. Biblioteca P. Clásica.Cronista del Tamboura Miembro del Equipo Moderadores

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    Muchas gracias amigo. Un abrazo. Churrete.
     
    #3
  4. Milda R

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    Excelente narración. Sobretodo por los cambiantes tonos de voz que conducen al lector a una serie de distintas cámaras del relato. Buen manejo del lenguaje, además.
    Un beso churrete.
     
    #4
  5. Rosario de Cuenca Esteban

    Rosario de Cuenca Esteban Verso Suelto

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    Es mejor, morirse dándose cuenta...
    un placer y un beso
    Rosario
     
    #5
  6. marea nueva

    marea nueva Poeta veterano en el portal

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    Una lectura interesante, me ha gustado mucho tu prosa, atrapa al lector y en esa visión del principio uno imagina ya unas cuantas cosas, me agradó que esta vez entre la luz y las tinieblas la elección sea un color... un verdadero placer leerte poeta, mi abrazo hasta tu orilla!
     
    #6
  7. VicenteMoret

    VicenteMoret Moder. Biblioteca P. Clásica.Cronista del Tamboura Miembro del Equipo Moderadores

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    Gracias Milda... Un beso. Churrete.
     
    #7
  8. VicenteMoret

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    Gracias Rosario. Un beso. Churrete.
     
    #8
  9. VicenteMoret

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    Muchas gracias MareaNueva. Un abrazo. Churrete.
     
    #9
  10. VicenteMoret

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    No exactamente... pero algo hay. Gracias por tus comentarios. Un abrazo. Churrete.
     
    #10
  11. Muy interesante relato amigo Churrete, de valiosos recursos, me parece que esté muy bien estructurado, felicidades y mis estrellas, hasta pronto.
     
    #11
  12. VicenteMoret

    VicenteMoret Moder. Biblioteca P. Clásica.Cronista del Tamboura Miembro del Equipo Moderadores

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    Muchísimas gracias amigo. Un abrazo. Churrete.
     
    #12
  13. benignorod

    benignorod Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Un placer visitarte, apreciando tu extraordinaria narración, llevando la secuencia y atrapando al lector con su coherencia, recibe un gran saludo cordial.
     
    #13
  14. VicenteMoret

    VicenteMoret Moder. Biblioteca P. Clásica.Cronista del Tamboura Miembro del Equipo Moderadores

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    Viniendo de tí, además de ser un placer, es un orgullo. Un abrazo. Churrete.
     
    #14

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