Un mañana sin ayer

Un mañana sin ayer​

Los bisnietos del estado congregaron al precio de entrada, la subasta de cien viviendas por presunta corrupción judicial. El poder contrata, por el gasto resquemor, acude a la ocasión, que a veces pintan calva, para ofrecer los servicios al mejor postor. Se abandona en un rincón la guardería de la infancia, sustituida por el gimnasio al económico detritus, de una diabetes fulminante que corta el paso, los pies y lo andante, al no pedir la insulina que recorte el informe biológico que contradice la gestión sanitaria en interés del estado común. El juez investiga la estafa por los impagos no acaecidos, caídos y por la patria, por mor de los yugos unidos y en defensa de los valores, cuya deuda constata el deber empresarial en el capital de la locura. Los estudios quiroprácticos que se infunden piro gráficos, estampan al fuego los públicos convenios frente a la virtual congelación de los salarios, definida fiscalmente como amorfo intervenido que endurece el control de los gastos de eficiencia, cuyos ahorros se debaten en la identitaria paridad del que gobierna en cortes y sin corona. Los abusos de menores está penado por ley, así como también los desusos de los mayores.

¿Habrá mayor abuso que inculcar en la mente aún por formar la moral capitalista cuyo futuro nos puede matar? ¿Habrá mayor desuso que no utilizar los recursos propios esperando a los vecinos con su sol defectuoso? O me dejáis morir, o me vivís en paz. Si fuera un niño os podría denunciar, como soy mayor me queréis amparar, y muerto soy que por ese aro de mal menor se convierte en grande, que de fe educar es pensar que el padre ya lo arreglará, y aquí, señores, no hay ya más padre al parir mamá, que si es París… ¿pagará papá? Los presos numerosos al delinquir fuera de la frontera promueven el incendio sin que haya víctimas mortales, y los heridos graves, como criaturas de Prometeo, pagan los impuestos olímpicos, viejos y llenos de antigüedades. Los medios de extinción no fueron los necesarios, y un tranvía ardió sin haber nunca pasado, porque el mañana, sin ayer, no necesita funcionarios…

El presente es lo que manda, y entre ventanas sin casa, lunas sin noche, amores sin cuerpo, ríos sin agua y montes de piedra quemada, todo es sol, todo abrasa, y qué viejo se quedó, en el último estertor el ayer sin su mañana. La llave es el secreto en algún cielo soterrada.

 

Orfelunio
Te felicito por esta prosa en donde tu voz con aires de denuncia nos sumerge en un presente desastroso en donde desde la infancia se deforma el pensamiento y las injusticias cotidianas...
Estrellas y saludos
Ana

 

Sí, señora, hermosa Cisne... A eso me refería... Un abrazo