El reloj de sol

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Ella no miraba, en realidad, ese ocaso que era parte del atrezzo en la foto de cualquier turista imaginario y del encuadre de mis pupilas. Durante largo tiempo, lo único que fui capaz de observar fue la filigrana de su inmóvil apostura; su cintura y su torso, sus desmadejados cabellos como si, de aquellas dunas, al menos una se hubiera desarraigado de la costa de oro y hecho posesión íntegra de la melena rubia de la ondina.

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Soñé su vida, embriagado por el aroma del salitre y las tardías horas. Su diario, en el bolsillo, y las palabras desleídas por la condensación de la humedad marina en aquellas tardes frente a un sol que se imponía con su hipnotismo.

Soñé con ensueños que se enlazan los unos a los otros y van conformando serpientes eternas, cual hilos de tinta que se tornan perennes sobre el papiro. La piel humectada de dos ofidios en continua presa y ofrecida para ser sobreescrita por la uña de un dedo en seco. Y mientras los colmillos del áspid dentellasen contra el cascabel de la sierpe, la melodía de su percusión acompañaría el recíproco envite, como si de unas castañuelas de hueso se tratara, azuzando el oído y el gusto, el tacto e incluso la vista de quien se sentara a contemplar tal espectáculo. Anublando la razón de quien fuese testigo.

Soñé con un viento titiritero cuyos ademanes eran malabarismos en la tarde, jugándose su suerte contra el azar y la mordedura de esos ofidios; también funambulista que sostuviera el paso recto por sobre las quebradas traviesas del puente oval ofrecido por sus húmedos cuerpos. Arabescos vivos y supurados por el basalto de una losa sobre la cual la danza se promete eterna.

El reloj de sol en la arena. Lo distingo.

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Regreso con el pensamiento a la tarde moribunda. A los mundos desmadejados de aquella oradora en la arrogante costa muda, a sus cabellos bañados por el tizne del crepúsculo, y ya recién sosegado el incendio que sucede en el atardecer por las últimas olas del vals del día.

Su mano imaginaria, en mi mano; su pulso, contra el mío, acelerado y unido. Los ríos de sangre, parejos; cada uno por su cauce distinto. Arena adentro; en un vahído de la consciencia, me adentro.

El reloj de sol en la arena. Lo distingo. Sumando todavía prisioneros los segundos todos a su curvo cerco. Y el mástil de aquella manufactura, como un dedo índice que señalara a los cielos... una pinza de su pelo, aprecio. Lustrosa, nacarada. Bruñida por la espera y la caricia de las horas.

Observo cómo las sibilantes areniscas endulzan sus contornos. La ponzoña del silencio y una música arcaica elevan las almas del suelo hasta un profundo éter donde la indulgencia de las ideas se ve arrobada, como la lógica y el penoso avance en el pensamiento de la inteligencia ven imposibilitadas sus piernas.

Me observo en el infinito pasillo que enlaza tus ojos con los míos.

Y el reloj de sol, ahora sin péndulo. Apostado en el bajorrelieve de una duna placentera, solo enfrenta la impasible nitidez del roto del anochecer. Perdido en las horas que lo han vencido.

El sol, caído en la arena, en el mismo centro del reloj; mientras su única aguja lo busca todavía, desconocedor, en el cielo. Y el tiempo, dentro; retenido, detenido, prisionero.

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Que maravilloso texto,llevando un ritmo de interes hasta el final, que imaginación la tuya, me encanto, y las ilustraciones son el marco a lo escrito, muy bueno. Un saludo

 

Ufff, cómo simples imágenes pueden fomentar a la imaginación y al pensamiento a crear una genial prosa que nos invita a reflexionar sobre cada palabra y sentimiento que fueron expresados. En cada estrofa se puede leer e interpretar muchas cosas que nos reflejan vivencias y experiencias cotidianas que nos van marcando el paso del tiempo a través de ese reloj de sol. Me ha encantado leerte y sentir cada verso.. Te dejo mi admiración con un fuerte abrazo y un beso enorme.. Que tengas muy amanecer de Viernes!!!

 

Un hermoso relato nos dejas que me ha gustado mucho leer.
Gracias por compartirlo con nostros para nuestro disfrute.
Saludos cordiales.

 

Después de reeditarlo mil veces, al final he conseguido algo de lo que más o menos me puedo sentir, si no orgulloso, al menos tranquilo de ser creador de..., y no necesitar esconder mi nombre detrás de ningún apósito; pues sí, esto es mío, y me ha costado que tenga forma. ¡Qué horror! Casi surrealismo en prosa. Tomé tierra, por fin, pero quizás estaba mejor en al alturas, cerca de la estrella que quema el rostro.

Abrazos, para ti Genoveva39

 

Veamos el atardecer... jaja, sí, lindo amanecer porque el sol nos acompaña, levantado de la duna que perpetra contra él una batida que lo abate hacia ella. Me alegra verte por aquí, luna dulce, y ahora... esperando el atardecer, con la razón a vuelapluma de una mano a otra, ¿la tengo? ¿no la tengo? ¡Te tengo!, un abrazo muy fuerte y un beso.

 

Gracias mil, fiel lectora, yo también disfruto a menudo con tus odas a la sinceridad y las palabras que descubren y destripan el sentimiento. Abrazos y saludos

 

Un grandioso trabajo donde el tiempo obra a su antojo y nos va señalando los caminos con ese reloj de sol que no abandona los crepúsculos, los días... para al fin realizar lo esperado, el sentimiento es claro, ya unidos mano con mano, pulso con pulso es inevitable no sentirlo, te felicito por tus grandes letras y hermosa inspiración, un gusto siempre pasar amigo, recibe mi abrazo grande.

 

vaya imagen no puedo poder verla personalmente pero en tu caso, todo es palpable, grato leerte pirañita

 

excelente obra, es un hermoso relato, felicidades,saludos.

 

Es una prosa poética muy bella, Don Pablo. Un placer haber disfrutado de una creación tan elaborada y bonita. Se le saluda, amigo.

 

Un suspiro emigra de mi... resultado de leer,
me quedo por un instante aquí.

"Me observo en el infinito pasillo que enlaza tus ojos con los míos."

Besos

 

Gracias, Nancy, por tus palabras, abrazos a la distancia

 

Abrazos grandes para ti, querida, y amiga

 

Gracias, jaime, Un abrazo

 

Gracias, Évano, un placer recibirte y mi abrazo para ti

 

Gracias, Mary, por destacar esa línea. No la recordaba... Abrazos