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Decálogo de un corazón. Obra finalizada

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por danie, 21 de Noviembre de 2013. Respuestas: 2 | Visitas: 552

  1. danie

    danie solo un pensamiento...

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    Capítulo I

    En mis memorias asfixiadas por la iniquidad del insomnio que padezco, oigo los dictámenes de una conciencia agónica, un pensamiento cautivo en los muros de la oquedad y su fenecida sombra; es que ni Dios sabe: ¿por qué tanta desgracia me sometió a una vil desenmascarada?,¿por qué se mutilan los sueños en mi mente antes de que se cumplan o qué sentido tiene el de deambular como un espectro sin cuerpo?, ¿el de vivir con la cautela de una anémona y hacer todo cuidadosamente para qué nadie reconozca al rostro de la bestia?,¡presentar la cara angelical del paraíso glorioso, sin que nadie perciba la tormentosa ira que llevo dentro, es una labor que no da tregua, ni en mi último respiro! Pero en un momento, en un súbito momento hasta el más sagaz de los villanos necesita liberarse, es que la conciencia que llevo dentro me traiciona con su tertulia consagrada y su moralidad benéfica. Solo yo soy el que puede doblegar a esa conciencia por el temor al juicio del destino. ¿Pero por cuánto tiempo pude haberlo hecho?, ¿por cuánto tiempo pude haber aguantado este martirio qué trémula mi cuerpo?
    Es sabido que si se quiere, uno puede escribir hojas y hojas y siempre decir lo mismo, y a su vez decir lo que quiere y callar lo que no quiere que se sepa, pero en un momento, el desliz de un corazón se hará presente para delatar con sus latidos todo lo que lleva uno dentro. Así me delaté yo, en esto que les cuento y si hubiese sabido que ese maldito corazón que llevo dentro me iba a traicionar de ese modo, lo hubiese arrancado de mi pecho y lanzado a la hoguera para que se retuerza mientras muere. Es que cuándo le sacas el corazón a un cuerpo, ese corazón sigue latiendo por unos pocos minutos (lo sé por mi situación encomiable para los homicidas) y ese tiempo me hubiese bastado para satisfacer mi rencor eterno, mientras podría haber visto como ese maldito corazón parecía todo lo que yo parecí y aún sigo pareciendo, sin contar con el factor del desmayo automático por la falta de nutrientes y oxígeno en la sangre dando finalmente entre los cuatro y seis minutos un daño cerebral que sería tan extremo que se produciría la muerte del cerebro y la persona por completo.
    Ahora, ya no hay marcha atrás, soy un condenado y me sentenciaron a morir en el patíbulo. Mañana con el poniente estará colgando mi cuerpo de una soga atada a un puntal y seré alimento para los buitres. No sé en verdad si con esta confección pueda ganarme las puertas del cielo, igual de todos modos no me interesan, no creo que haya sufrimiento peor en el averno de lo que viví en la tierra, pero solo por un momento dejare de oír a ese maldito latiendo tan vigorosamente y rebotando en las paredes de mi cabeza. Esa jaqueca mortuoria que me produce su presencia y que envuelve mi mente con su bruma sombría, esa niebla que nubla los sentidos y mis acciones por un austero corazón delator.

    Capítulo II

    Es que estoy condenando de vida y de muerto, estuve condenado desde un principio por un maldito corazón, el que me hizo gritar a los cuatro vientos: ¡lo admito, soy culpable, yo lo hice, yo la maté y debajo de mis pies están sus restos!
    La había asesinado una noche de invierno, debido a esa terrible obsesión que me producía su cuerpo, esos molestos y repulsivos sentimientos que me causaban nauseas por solo dialogar con ella. No soportaba más sus berrinches, sus caprichos y antojos desquiciados, no podía respirar más su asqueroso y repulsivo olor que manaba su cuerpo (con solo decir que una vez muerta y en estado de descomposición, su olor era de rosas comparado con cuando estaba viva), no aguantaba más sus enrarecidas caricias y su molesta silueta que reposaba en la misma cama y en el mismo aposento.
    No siempre fue así, hace mucho tiempo, yo la amaba, la respetaba y la quería, pero eso fue hace mucho tiempo, tanto que ya ni lo recuerdo. Todo comenzó una mañana que me desperté y desde ahí la empecé a ver con otros ojos. Al principio me empezaban a molestar pequeñeces de ella, que no se cepillará los dientes, que no compartíamos
    los mismos gustos literarios (ella adoraba la poesía romántica de Bécquer y yo siempre fui devoto al terror de Poe o de Rimbaud), que me gritara por mis noches de embriaguez con el alcohol y el opio, me molestaba muchísimo que no cocinaba ni un pan tostado y unos míseros huevos revueltos, su dedicación obsesiva por lo pulcro y las flores. Pero todo eso fue creciendo de manera desmedida en pocos días y en poco tiempo sentí un aborrecimiento y una repulsión aberrante hacia su malnacido cuerpo.
    Una noche muy fría de pleno invierno me armé de fuerzas y cumplí mi objetivo. Una noche mientras dormía la maté, la corté en pedazos y la metí en una bolsa enterrada en el sótano. La pude haber emparedado como lo leí en un famoso cuento de Edgar Allan Poe, pero me acordé del final de ese cuento y resolví que no era lo mejor. Pasaron los días y la policía me tomo como principal sospechoso del homicidio. Registraron la casa un par de veces pero al no encontrar indicios se disiparon todas sus conjeturas. Era el crimen perfecto, si no ser porque no tenía en cuenta a mi maldito corazón.
    El segundo día después de su muerte, recostado en mi cama intentando dormir, empecé a oír latidos tenues, latidos como el de un corazón. Esos mismos latidos se incrementaban con más fuerza en el transcurso de unos minutos y antes de llegar a la media hora retumbaban como enérgicos campanarios sobre mi cabeza. No pude dormir más después de ese segundo día.
    Todas las noches me paseaba con un raudo paso por toda la alcoba, tapándome los oídos con mis dos manos por culpa de ese insoportable y mórbido sonido. Gritaba, suplicaba e imploraba que se detuvieran, pero fue en vano, cada vez los latidos eran más, mucho más fuertes.
    No sabía de dónde provenían y me decidí prácticamente a desvalijar la casa buscando esos malditos latidos. Rompí los armarios, levanté el parquet del suelo y arrojé los muebles contra las ventanas en un arrebato de cólera. Finalmente un día ya con un gran cansancio y unas terribles ojeras por las noches en vela, me decidí a bajar al sótano donde descansaban los restos de mi delito. ¡Para qué bajé!

    Capítulo III

    Encendí el candil, tomé la pala con que sepulte el cuerpo y bajé al sótano. Los latidos si antes eran fuertes, en ese momento se volvieron tan fragosos y ensordecedores que podría decir que en pocos minutos perdí toda cordura y noción del espacio – tiempo. El ruido descomunal levantaban los listones del piso con sus vigorosos estruendos, justo debajo de donde se encontraba el cuerpo del delito. El piso vibró tanto que llegué a trastabillar y caer y ya en el suelo unas manos me sujetaban al piso sin dejarme levantar.
    ¡Fuera, ente del demonio!, vociferé despavorido.
    Me quería levantar y no podía, me sujetaban de una manera tan consistente que de un tirón rasgaron mi camisa. Finalmente cuando logré levantarme, tomé la pala y comencé retirar los listones de madera que cubrían el piso, llegué a la tierra y escarbé de forma exasperada hasta llegar a la bolsa con los pedazos del cuerpo. En la bolsa negra pude notar que había un oscilante movimiento, como una respiración que exhala e inhala continuamente. ¡De ahí vienen esos malditos latidos, el maldito corazón aún sigue vivo!, ¿cómo?, ¡no lo sé, pero está vivo!
    ¡Maldita perra, muérete y quédate en el infierno por siempre! Grité con una cólera irreprimible, ya a esas alturas había perdido la cordura por completo.
    Saqué el corazón fuera de la bolsa y pude comprobar que el maldito seguía vivo. Latía como si estuviese dentro del cuerpo o todavía aun más fuerte. Lo tiré sobre el piso y lo corté en dos partes, seguía latiendo, en cuatro partes y seguía latiendo. -¡Maldito, muérete ya! Tomé el candil y lo lancé sobre él.
    Una carcajada demoniaca acompañaba a mi alivio, mientras veía como los trozos de lo que era un corazón se prendían fuego, una sensación muy placentera de lenitivo recorrió todo mi cuerpo. Tanto así que no me percaté de que el fuego se estaba expandiendo hasta el techo y este aflojaba los puntales de madera. Un puntal cayó consumiéndose por el fuego, golpeó mi cabeza y me dejó inconsciente.


    Capítulo IV


    Un calor sofocante me consumía el aire, no podía respirar, empecé a sudar alevosamente entre tanto silencio y oscuridad. ¿Silencio? Me pregunté dubitativamente, ya no oía a ningún corazón latiendo, ya no sentía ese sonido tenebroso que me acecho por tanto tiempo. ¿Pero, dónde estoy? Me pregunté atónito y confundido.
    Un pánico me invadió automáticamente, sumado con la falta de aire que me asfixiaba paulatinamente. Intenté gritar…
    En el movimiento de las mandíbulas, en el esfuerzo por gritar, me demostró que estaban atadas, como se les hace a los muertos. Sentí, también, que yacía sobre un material duro, y a la par mis flancos se hallaban estrechamente prietos por algo semejante.
    Hasta entonces no me atrevía a mover ningún miembro, pero al fin levanté mis brazos con violencia, que estaban rígidos con las muñecas cruzadas. Estos chocaron contra la sólida tapa del ataúd. ¡Si, estaba enterrado vivo!
    Sentía una presión muy fuerte en mi pecho, un pánico absorto y más espanto me producía el hecho de que no podía gritar. Siempre sufrí de claustrofobia y eso no ayudaba para nada mi situación. Intente serenarme mientras quitaba la mordaza de mi mandíbula, pero entre el espeluznante silencio, de golpe empecé a oír algo.
    Algo tenue que procedía de lo recóndito de la tierra, algo exiguo y consumado como un latido. Ese maldito latido volvió del infierno para atormentarme, y lo peor es que aumentaba a pasos agigantados, en pocos segundos tronaba nuevamente sobre mi cabeza, eran campanadas tocadas por el mismo diablo.
    Logré quitarme la mordaza y con todas mis fuerzas golpeé con mis puños los maderos del ataúd, mientras gritaba pidiendo auxilio, hasta que mis nudillos sangraron. El maldito latido como era de esperarse, como siempre lo hizo, se incrementaba con más fuerza, y finalmente pude advertir que el latido, venia de mi cuerpo, era mi corazón el que latía con tanto vigor, como si se quisiera escapar de mis adentros, como si quisiera abandonar este corrupto cuerpo.
    -¿Será qué el maldito, pretende que confiese? No podía más, no aguantaba más esa tribulación… y entonces confesé. ¡Yo, lo hice! ¡Yo, la maté! Exclamé con todas mis pujanzas, creo que trepido la tierra al oír mi grito.


    Capítulo V

    Eso es lo que queríamos saber…
    ¿Dónde estoy? Exclamé confuso. Giré mi vista y noté que estaba en la cama de un hospital, enfrente mío, con unas sonrisas sardónicas se encontraban los policías que registraron mi domicilio, los días sucesivos, después que ocurrió el asesinato. Me imaginé que los vecinos, alertados por el incendio de mi morada, llamarón a la policía, que acudió y me sacó de ahí. Lo del entierro prematuro, habrá sido una pesadilla, pero es que fue tan real que no pude notar la diferencia entre ficción y realidad. Pesadilla o no, sentía al corazón que seguía latiendo, con la misma frenesí que siempre poseyó.
    ¡Asique quieren oírlo, pues oigan esto bien! Exclamé ya decidido a confesarme, para así liberarme de ese martirio.
    ¡Yo maté a mi esposa, la corté en pedazos y la enterré en el sótano! Lo pude decir sin ninguna preocupación, es mas podría decir que en ese momento sentí un profundo alivio. Los oficiales se miraron entre sí, y pude notar el brillo de una minuciosa sonrisa.
    Ellos, luego me explicaron que tenían suficientes pruebas en mi contra, ya que me encontraron con el corazón de mi cónyuge sobre mis manos. Pruebas más que suficientes para colgarme una docena de veces, pero que con una bastaría.
    No estaba para nada preocupado por lo que me decían los oficiales, solo pensaba con regocijo, que por fin me había liberado de mi castigo. Eche un vistazo a mis nudillos y comprobé que estaban ensangrentados, como ocurrió en mi pesadilla.
    ...

    Que historia más inverosímil la que acabó de escribir, aunque admito que hay una fábula con la trama parecida, en una narración de mi escritor favorito, Poe, titulada el corazón delator, tal vez a él, se le ocurrió lo mismo que a mí, o tal vez leer muchos cuentos de terror me condujeron a terminar así. Igual ya no importa, aunque ya están abriendo mi celda para colgarme, soy feliz. Desde que confesé, no oigo mas a ese maldito corazón latir. Ahora, en el patíbulo, con la soga en el cuello y la capucha puesta, puedo admitir que muero sin más agonía…
    ¿Pero qué es eso? ¡El latido vuelve a aparecer! ¡No, no puede ser! ¡Es el maldito corazón que ya no me deja en paz y quiere volver por mí! ¡Silencien a ese maldito latido! ¡Amordácenlo, mátenlo, cállenlo… acaben con ese maldito, ya no lo soporto más!
    ...

    ¡Ya estoy muerto, por fin me liberé! ¡Pero aún lo sigo oyendo… No, no puede ser!


     
    #1
    Última modificación: 24 de Noviembre de 2013
  2. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    hola danie,este relato es muy pequeño para el foro para relatos extensos, te dejo las indicaciones para los textos a publicarse en ese foro, saludos.

    Foro destinados a novelas o relatos extensos de todo tipo (pensando en un Libro Virtual).

    Han de ser muy extensos, es decir, que exceda mucho de la extensión habitual de los temas que se publican en prosa y que requieran al menos media hora para leerlos.

    El usuario podrá publicar su obra de una vez, o escribirla poco a poco, añadiendo capítulos mediante contestación a su propio tema.

    Para no interrumpir su redacción solo se admitirán comentarios cuando la obra esté finalizada. Cualquier comentario a una obra no finalizada SERÁ BORRADO. El autor deberá dar aviso a algún moderador del foro (Rosa, lluvia de enero, mamen, Marian Gonzáles) o a mí para que suprima los comentarios dejados antes de haberse finalizado la obra.

    El usuario cuyo comentario haya sido suprimido por ser anterior a la finalización de la obra, recibirá un aviso del moderador que lo haya suprimido, indicándole que no debe comentar las obras no acabadas y que la reiteración en comentarios de obras no acabadas podrá dar lugar a que le sea vetada la entrada a este foro.

    El autor mientras la obra no esté acabada deberá añadir al título la acotación de "en redacción" y poner al final de las diversas partes del texto la coatación: "continuará".

    Una vez finalizada la obra, el autor deberá suprimier la acotación añadida título y en el último capítulo de la obra, o al final de la obra (si esta se publica de una sola vez) debe añadir la acotación "obra finalizada". A partir de entonces podrá ser comentada.

    Los texto que no sean extensos (a modo de novela, con capítulos... ) serán movidos a FORO DE GENERALES y el usuario será advertido de que el uso de este foro para la publicación de temas que no se ajusten a estos objetivos puede dar lugar a que le sea vetada su entrada al mismo.

    Se entenderá como relato extenso aquél que la administración estime que supera lo que es una prosa habitual de los foros de prosa, cuya lectura pueda realizarse de un golpe en unos minutos y en no más de media hora.

    A la hora de redactar el texto no utilicen un tamaño de letra superior a 3. El hecho de que parezca extenso por el uso por parte del usuario de una letra de tamaño grande, no impedirá que sea movido a foro generales.


    Hay temas publicados antes de la elaboración de la reglas que norman el foro para novela, cuento, ensayo extenso, ( libro virtual), y que no cumplen con estas especificaciones; solo los que se acerquen al relato extenso serán dejados ahí por esa particular circunstancia.

    Para no desvirtuar el propósito del foro, a partir del mes de enero de 2013, los temas que no cumplan con los objetivos del foro para la novela, cuento, ensayo extenso, serán movidos a prosas generales, y editados sus complementos en respuestas en una sola publicación, tal y como se indica en ese foro.


    JULIA
    ADM. MP
     
    #2
  3. danie

    danie solo un pensamiento...

    Se incorporó:
    6 de Mayo de 2013
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    Ok. Pensé que entraba y viéndolo bien, tienes razón, no es muy extenso, gracias por la advertencia compañero.
    Lo tendré en cuenta
    Un abrazo
     
    #3

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