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Cuento sin nombre

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Rafael_Leon, 16 de Octubre de 2013. Respuestas: 4 | Visitas: 1158

  1. Rafael_Leon

    Rafael_Leon Poeta asiduo al portal

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    Cuento sin nombre


    Sin tener noción del naufragante periplo, que le fue tan necesario para mermar la hambruna que la colonia padecía; un soldado multiplicado por otros soldados, aplastó sin saber y sin darse cuenta a la hormiga que rescataría la colonia entera. El soldado arquetipo de los restantes quince soldados, divididos en ocho por bando marchaba ignorantes de la tragedia que él y los suyos habían cometido. Su mente solo se centraba y se hundía a cada paso que daba, en el pensamiento de la pronta batalla... esa tragedia que le era más próxima.

    La tragedia de una guerra sin sentido que enfrentaba eternamente a blancas y negras en todos los campos de batalla que el desdichado soldado había librado.

    * -Torre y alfil, poderosa reina e inútil rey- murmuraba hacia sus adentros el soldado cuya veteranía lo hacía consciente de su condición como peón, condición que le obligaba más allá de su voluntad a morir por un rey nunca dispuesto a sacrificarse por él.

    El soldado representativo de todos los soldados, cuando se halló cara a cara frente a su hermano perteneciente al bando contrario, juntó todas sus fuerzas para negarle a su mano el desenvaine del sable. Mas su intento fue en vano.

    El peón se vio obligado a la batalla bajo el influjo de lo que él llamaba una fuerza invisible o el capricho de una mano diamantina -Dios- quien no era Dios, sino la mano de un hombre que se enfrentaba a otro hombre en una partida de ajedrez. Uno era dueño de tierras que abarcaban minas, montañas, ríos, pueblos y cataratas. El otro era esclavo del primero, dueño de nada, salvo de una cosa… salvo de una única cosa: él era dueño de sus fantasías, de imaginaciones incalculables que podían engullir las propiedades del primero.

    La partida que estos dos hombres disputaban tenía como escenario una monstruosa mesa de cristal, estacionada en una de las tantas planicies cercanas a un rio legendario cuya inmensidad no podía ser exagerada. Este río del cual no se conocía su principio ni su final, comunicaba a cuanto reino de existencia conocida y –presumiblemente- por conocer en aquel mundo. Muchos de estos reinados aun estando a cien días de navegación enviaron embajadas cargadas de eclesiásticos, turistas, esclavos y escribas con el fin de presenciar el duelo que demostraría la superioridad intelectual que un hombre rico y sin embargo promedio tenía sobre lo que él oráculo llamo: el más listo de los homúnculos -de esas cosas oscuras y vacías con aspecto humanoide-.

    El ser esclavo que se parecía a un hombre (y que era un hombre. Sin embargo no lo consideraban como tal) no solo veía ante sí un tablero y un par de fichas, sino de manera insólita y nunca antes experimentada era observador de todos sus tiempos (su pasado, su presente y su futuro) cosa íntima que no solo le acontecía a él, pues dentro de la gente que se bajaba de las embarcaciones resaltaba un hombre de ropa extraña y aspecto singular: un citado bárbaro occidental, alto y enclenque fumador de tabacos, hombre de sombreros y caminante de un bastón innecesario -cuyas demás características son irrisorias para los hechos de nuestro relato y convienen no mencionar, menos una que me resulta necesaria para justificar su existencia-. Sus ojos, sus enigmáticos ojos ni grandes ni chicos de matiz similar a los granos del café -muy comunes tal vez- pero la vista de su pupila se dilataba más allá de lo que cualquier otro hombre ahí presente pudiese ver.

    La vista del extranjero no estaba ensimismada como la del esclavo que sentado y acongojado visualizaba todos sus tiempos. No, ella no estaba puesta sobre sí, su vista fingía con asombro ser eterna. Aquel hombre ensombrerado de occidente era –no sé si llamarlo así, pero…- una especie de anónima deidad que al ver al homúnculo y a su contrincante no solo los veía a ellos, sino que de manera increíble veía las fichas, al gordo rey y a la eterna condena del peón, sabía de la hormiga y la colonia, como también sabía de manera enigmática, cuanto tiempo duraría el juego y quien se levantaría victorioso de la mesa. Este hombre impensable incluso para la imaginación del esclavo, era la aparente mano que trazaba el inevitable destino del mundo en que se movían los personajes; era un escritor atrapado en su propio cuento.

    Él había vagado durante siglos sin sorpresas y sin asombros a través del limitado número de posibilidades que nacían de sus ficciones, reviviendo hasta la náusea sus novelas, sus cuentos y poemas. Ya nada le daba gracia, ya nada lo emocionaba, los tontos chistes que soltaban de vez en cuando sus personajes terminaron dándole asco, y las escenas románticas que hacían palpitar su corazón… cada vez lo fueron haciendo menos. Incluso hubo un tiempo en que hastiado de tanto repetirlas no le provocaban otra cosa que el vómito, pero poco a poco y muy lentamente con el pasar de no se sabe si décadas o siglos, la náusea, el vómito y el asco se fueron perdiendo a la vez que se perdía la noción del tiempo.

    Ahora, nosotros sabemos que es una clase de artificio literario ver a un escritor atrapado en su propio cuento; tal hecho no es posible y nunca sucede, cosa que trágicamente no ignoraba nuestro cuentista –de haberlo hecho habría sido un alivio- él sabía que un escritor no podía ser nunca el protagonista de su propia historia, ni siquiera cuando se tratase de un diario autobiográfico (donde solo lo simula). Y bajo esta premisa, nuestro infortunado cuentista cayó en la demente razón de pensarse, no como el autor de la ficción que lo rodeaba, sino como alguien más perteneciente a la ficción, se pensó envuelto en una trama mayor, en un algo que se escapaba de sus manos… y en efecto lo era. Era el sueño de un vago, flojo y poco reconocido escritor, que comprometió los derechos de su futura obra, a cambio de unos pocos pesos destinados a saldar las deudas contraídas por el juego.

    Hacía ya un tiempo en que a este escritor se le había agotado el plazo para entregar su obra. Y su mente seguía en blanco, al igual que su asfixiada billetera donde ya no quedaba pelusa del anticipo que le pagaron. Pero él, obstinado, terco y afanado con ser escritor no abandono su cauce, ni se dedicó a otro oficio; tuvo el necio empeñó en parir la idea de su próxima escritura.

    Y tanto fue la necedad, que un día en uno de sus tantos sueños, sucedió el hecho impensable: su encontronazo conmigo –el narrador-. Nadie se lo había dicho y yo nunca me presenté, él tampoco lo hizo -Ambos nos sabíamos-. Los dos nos soñábamos al mismo tiempo. Él me pensaba soñando su sueño y yo lo pensaba soñando el mío. Sin embargo ninguno cuestiono la existencia del otro, no nos hicimos preguntas… solo sonreíamos al mirarnos en aquel espacio sin contexto, donde no había nada, salvo nosotros. Y sin dejar que él hablara, empecé a dictar palabra por palabra la serie de cuentos que debía escribir. Cuando hube terminado: volvió el silencio y dejamos de soñarnos.

    Nunca más lo volví a soñar y él tampoco me soñó de nuevo, con quien trágicamente si he soñado ha sido con mi autor, con el autor de todo lo que he narrado. Ese ser que nunca lograré ser, porque aunque sea el narrador solo soy otro personaje de la ficción que vive única y exclusivamente para –y por- el relato, y que tendrá que repetir la misma historia cuantas veces sea leída la obra.

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    Junior R. Velázquez L.
    Jueves, 18 Abril 2013
     
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  2. Old Soul

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    Me gustó el estilo, su barroco comienzo, su hilvanado cuerpo y su lógico final. Gracias por compartir, Rafael León.
     
    #2
  3. Rafael_Leon

    Rafael_Leon Poeta asiduo al portal

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    No habia notado que en efecto el comienzo era algo barroco. Gracias por la lectura Old Soul
     
    #3
  4. Old Soul

    Old Soul Poeta adicto al portal

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    Con barroco quise decir que es algo recargada de información. A mí me fue más fácil "ver" la narración en el nudo del relato y en su final que en su principio. Sin embargo, repito, me gusta. :)
     
    #4
  5. Rafael_Leon

    Rafael_Leon Poeta asiduo al portal

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    Gracias por la apreciación, para futuros texto tomare en cuenta lo que mas ha dicho de la recarga
     
    #5

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