1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Carta sin letras

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por ivoralgor, 18 de Agosto de 2015. Respuestas: 2 | Visitas: 669

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    17 de Junio de 2008
    Mensajes:
    494
    Me gusta recibidos:
    106
    Género:
    Hombre
    No sé qué escribirte, eso fue lo primero que pensé al levantarme esa mañana. La soledad dejaba sus huellas en las sábanas. Miré mis manos secas y disimulé el llanto con una leve sonrisa. No quiero escribirte, pensé inmediatamente después de la sonrisa. Dibujé en mi mente tu desnudez, pero se desvaneció al instante. Las lágrimas escurrieron sin parar. Edgar, alcancé a balbucear. ¡Maldito seas bastardo! ¡Maldito seas!, vociferé iracunda. No me dolía su muerte, me dolía su abandono.

    Me dejó al cuidado de nuestros tres hijos. No tengo tiempo, decía a menudo, hoy salgo de viaje a Guadalajara. Las caricias se hicieron menudas, los besos marchitos y la soledad mucha. Era veinteañera cuando lo conocí: elegante, guapo, un tipazo. Me llamo Edgar Garrido, se presentó solícito esa noche en el bar La Cubanita. Nos invitó, a mi amiga Flor y a mí, a unas cervezas. Bailaba salsa muy bien. Me enamoré de él en la pista de baile. Luego vino el cortejo, la boda, la luna de miel. Me sentía la mujer más afortunada del planeta. Era desarrollador de software y la empresa para la que trabajaba lo enviaba a diferentes partes del país. Ganaba lo suficiente para mantenerme y no era necesario que ejerciera mi profesión: Química Industrial.

    Al principio me parecía divertido que estuviéramos algunos días separados. Me daba tiempo para visitar a mis familiares y amigos. Luego se me hizo pesado el ir a fiestas sola: sentada y aburrida. Extrañaba sus muestras de cariño en público, presumirlo como buen bailarín en las fiestas. A los dos años de casado tuvimos a Pepe, nuestro primer hijo. Pepe vino a llenar esos vacíos de soledad, pero no por mucho tiempo. ¿Dónde está papá?, me preguntaba al ver a sus primos jugar con sus papás. Ahogaba el llanto. Está trabajando, le respondía con un media sonrisa. Yo juego contigo, le decía llena de amor. ¡No quiero que seas tú! ¡Quiero a mi papá!, gritaba. Luego se tiraba al suelo haciendo berrinches.

    Empezaron a dolerme las ausencias de Edgar. Nuestra felicidad se limitaba a un fin de semana o a un viaje de 4 días y tres noches a algún paraje turístico nacional o extranjero. Mis hijos, y yo, lo empezamos a ver como un desconocido. Se perdió cumpleaños, aniversarios de boda, festivales de fin de cursos, hasta la muerte de mi madre. Tuve que lidiar con tres hijos y la soledad por muchos años. Álvaro quiso llenar esa soledad, pero era casado; no me importó ser la otra. Lo conocí un día de antro con mis amigas. Esa noche les dejé a los niños a mi mamá y me fui a festejar mi aniversario de bodas. Desde que nos vimos hubo química y esa química nos llevó a la cama. Me volví a sentir viva, las ausencias de Edgar ya no me importaban tanto, hasta rogaba para que se tardara más tiempo fuera de la casa. Incitada por Álvaro, encontré un trabajo en una empresa refresquera. Eso, y las noches con él, hacia de mi vida algo llevadero.

    Una noche, después de tener sexo, me prepuso divorciarnos y vivir juntos. Hagámoslo, Lesly, me dijo suavemente. Divorciémonos. No les respondí. Regresé a la casa pensativa, analizando los pros y los contras de irnos a vivir juntos. Dos días después regresó Edgar a la casa. Te tengo una noticia, me dijo asiéndome a su cuerpo. Me ascendieron y estará en las oficinas, así que ya no viajaré tanto. Pensé en Álvaro y en el divorcio. Sonreí levemente y le di un beso en los labios. Las cosas cambiaron: dejé de trabajar y de ver a Álvaro. Ya no conocía a mi esposo y el tiempo lo había cambiado mucho: irritable y posesivo. Me tenía prácticamente encerrada en la casa y nuestros hijos le temían. Estaba cerca de mí, pero no en la forma en la que quería, en la que anhelaba. El sexo era más por obligación que por placer. ¡Maldito seas!

    Una mañana me habló la policía para decirme que había tenido un accidente de tránsito y que estaba gravemente herido. Lo trasladaron al Star Medica, señora Garrido, dijo la voz. Suspiré, casi de alivio. Me vestí lentamente y fui a verlo al hospital. El paciente está en terapia intensiva, me dijo la recepcionista, su estado es muy delicado. El doctor le explicará con más detalle. Desde ahí le avisé a mi suegra del accidente. ¡No puede ser!, estalló en llanto. Diez horas después falleció Edgar. Al cabo de un par de meses de su muerte, me habló Álvaro para darme el pésame.

    Dejé el papel sobre el buró. Mi psicóloga me recomendó, como terapia, escribir una carta de despedida para Edgar. Es para que te sientas liberada de esas ataduras del pasado, dijo con voz calmada. No escribí nada. Preferí despedirme de Edgar en los brazos de Álvaro, que por cierto, se está divorciando.

     
    #1
    A joblam le gusta esto.
  2. joblam

    joblam Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    12 de Marzo de 2008
    Mensajes:
    7.812
    Me gusta recibidos:
    3.844
    Género:
    Hombre
    Una narrativa con muchos elementos que la hacen muy atractiva. Tristezas, alegrías, decepciones y para culminar, un epílogo que añoramos y nos permite proyectar la mente para vislumbrar un nuevo futuro para la pareja de amantes. Un placer dejar mis saludos.
     
    #2
    A ivoralgor le gusta esto.
  3. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    17 de Junio de 2008
    Mensajes:
    494
    Me gusta recibidos:
    106
    Género:
    Hombre
    Agradezco que pases y dejes tus saludos.

    La vida es eso: tristezas, alegrías y esperazas.

    Saludos.
     
    #3

Comparte esta página