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Pesadilla

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Dertodesking, 22 de Abril de 2022. Respuestas: 2 | Visitas: 412

  1. Dertodesking

    Dertodesking Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    4 de Marzo de 2021
    Mensajes:
    280
    Me gusta recibidos:
    336
    Género:
    Hombre
    Me despierto. Hay una botella de agua
    encima de la mesa auxiliar, cuatro cápsulas
    de comida, un teléfono y una nota garabateada en un papel arrancado:
    «Primera comida: 9:00
    Segunda comida: 14:30
    Tercera comida: 17:30
    Cuarta comida: 20:30».
    —Buenos días—.
    Miro al médico, le saludo, y luego miro al reloj,
    colgado en la pared: son las ocho de la mañana.
    Trato de moverme, pero tengo todas mis extremidades sedadas.
    No recuerdo muy bien qué pasó ayer por la noche;
    me llegan imágenes de una pelea
    y de una persecución en coche: disparos,
    sangre, gritos, la luz azul de una ambulancia...
    —Tengo que irme. Si necesitas ayuda en algún momento,
    usa el teléfono de la mesa—.
    El médico se va, dejando la televisión encendida.
    Frente a ella
    pasan las horas. Horas llenas de incertidumbre.
    Paco iba conmigo. Sólo espero que esté bien.
    Él ni siquiera sabe usar una Parabellum.
    ¡No duraría ni un puto día en este infierno!

    A las seis de la tarde, el sonido de la puerta abriéndose.
    Un señor de semblante serio entra en la sala
    y se sienta sobre una silla: —¿Es usted Jaime López Delgado?—.
    —Sí, soy yo. ¿Ha ocurrido algo?».
    —Usted iba acompañado por Paco Martínez Domínguez, ¿verdad?—.
    Antes de que pudiera decir nada, el hombre añade:
    —No se preocupe. Paco se encuentra bien—.
    Una sensación de júbilo se apodera de mi cuerpo
    y no puedo evitar sonreír con la boca abierta.
    Pero el hombre mantiene su rostro impertérrito.
    Algo va mal.

    —¿Recuerda la noche pasada?—.
    —No; no, del todo; sólo sé que hubo una pelea y
    una persecución automovilística—.
    —¿Recuerda cómo fue la pelea?—.
    —No. Mis recuerdos de ayer por la noche son confusos.
    —¿Qué hizo durante el día de ayer?—.
    —Estuve todo el día con Paco, viajando en coche.
    Por la noche, paramos en un bar de carretera para comer, y a
    partir de allí, todo se vuelve borroso—.
    —¿En qué bar pararon?—
    —No me acuerdo muy bien del nombre...
    Creo que se llamaba Las Tinajas, o algo así.
    ¿Pero a qué viene todo esto? ¡Quiero saber qué pasó ayer y por qué estoy aquí!—.
    —Vale, vale... Lo que quería decirle es que durante esa trifulca
    sus piernas quedaron dañadas. Pero se recuperarán dentro de unos meses.
    No se preocupe—.
    —No te creo... Destápame las pierna—.
    —Lo siento, pero no puedo hacer eso—.
    —¡QUE ME DESTAPES LA PIERNA, JODER!—.
    Cohibido, el hombre sube la bata hasta dejarlas destapadas.
    Dos cilindros de plástico miserables simulando mis piernas.
    Grito desesperadamente:
    —¡ME CAGO EN DIOS! ¡HIJOS DE PUTA!—.
    —Cálmese—.
    Comienzo a gritar todavía más alto:
    —¡OS MATO! ¡OS MATO! ¡HIJOS DE PUTA!—.
    —¡AUXILIO! ¡EL PACIENTE SE HA VUELTO LOCO! ¡AUXILIO!—.
    Imágenes de yo enfrentándome al personal del hospital desde la camilla.
    Un pinchazo. Sí, la sensación de un pinchazo,
    y tranquilidad...

    Me despierto. Desde los pasillos, una acalorada discusión:
    —¿¡Eres gilipollas!? ¡Te dije que no le dijeras nada
    antes de enviarlo para el Hospital Nacional de Parapléjicos!—.
    —¡Perdón! ¡Por favor no me despida! ¡Por favor!—.
    —¿Perdón? ¿Crees que vas a solucionar esto con sólo pedir «perdón»?—.
    —¡Vale, me he equivocado! El chico me gritó, y me dio
    bastante miedo. No supe cómo reaccionar—.
    —Eso es una excusa—.
    —...—.
    —Vete. Vete a tu casa y no vuelvas. Estás despedido—.
    Una enfermera entra en la sala:
    —Buenos días... Al parecer ayer hubo un problema y,
    bueno, te dijeron la verdad un poco antes de lo previsto.
    No te preocupes, hemos contactado con el
    Hospital Nacional de Parapléjicos y dentro de dos días
    te enviaremos a Toledo;
    allí podrás aprender a convivir con tu condición,
    y rehacer tu vida—.

    Ya no tengo vida que rehacer.
    Me han quitado a mi único amigo,
    y mis herramientas para viajar en este mundo que se
    cae a pedazos.

    Todo es como una pesadilla; como una pesadilla
    de la que nunca podré despertar.
     
    #1
    Última modificación: 23 de Abril de 2022
    A Luciana Rubio le gusta esto.
  2. Luciana Rubio

    Luciana Rubio Poeta veterano en el portal

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    Género:
    Mujer
    Me dejó helada. Lo único que me consuela es que es solo un poema ¿realista?. Uy.
     
    #2
  3. Dertodesking

    Dertodesking Poeta recién llegado

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    Hombre
    Gracias.
     
    #3

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