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En el avión

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por CyranoenVitoria, 22 de Agosto de 2024. Respuestas: 2 | Visitas: 172

  1. CyranoenVitoria

    CyranoenVitoria Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Localizo mi asiento, en clase Business: un butacón que te envuelve, se puede reclinar tanto que se convierte en cama y te posibilita compartir vuelo con tan solo otro nicho similar a ese lado del pasillo en un espacio acotado y con muy baja densidad de viajeros.

    Me han recogido el abrigo y ofrecido una bebida con aperitivo de sonrisas uniformadas. Decido sentarme y saborear el privilegio de estar allí aunque sea el preludio de dos semanas muy duras de trabajo.

    Sostengo, ilusionado, la esperanza de que el asiento de mi izquierda quede libre hasta que confirmo que la voz que avanza por el pasillo es de la chica que deja un bolso-mochila en el asiento vecino y vuelve sobre sus pasos.

    Aflojo los cordones de mis zapatos y saco del maletín el “Romancero gitano¨ al que voy a dar otra oportunidad en este viaje.

    Ella llega unos minutos después, saluda y se sienta dejando el bolso entre sus pies.

    Curioso ante la que va a ser mi vecina en las próximas once horas, no puedo evitar observarla mientras saca la manta de su plástico y deja el resto del kit de viaje junto a la mochila.

    Pelo largo, negro y alborotado que cae sobre sus hombros desbordándolos, piel ligeramente aceitunada en un rostro sereno, manos delicadas y un aire deportivo en su jersey amarillo de cuello alto y sus vaqueros desgastados.

    Una mujer de mediana edad se asoma sobre su butacón.

    - Raquel, cariño, fírmame también esta postal, para mi hija Alba.

    - Encantada, ¡cómo no!

    El avión despega y, pasados esos primeros minutos de mal disimulado terror aferrado al reposabrazos, abro el libro con la confianza de que Lorca ayude al piloto a llevarnos a Buenos Aires en poética armonía con los cielos que surcaremos.

    - ¿Lees poesía?

    La voz con acento sureño de mi compañera me interrumpe cuando, todavía tembloroso, inicio el cuarto poema.

    - De vez en cuando. Prefiero la novela pero me paso al verso cuando necesito concentrarme, como ahora.

    - Yo canto y bailo a Lorca.

    - Yo sólo leo sus poemas y no bailo nada de nada.

    Raquel ríe, generosa en carcajadas e imprudente en el reducto de silencio que los viajeros pretenden comprar en Primera.

    - ¿Te gusta el flamenco?

    - La verdad, no mucho.

    - ¿Porqué?

    - No sé muy bien, quizás se me haga repetitivo y un poco lento. No me lo había planteado.

    - ¿No me conoces entonces?

    - No, lo siento. He oído que te llamaban Raquel pero no caigo.

    Recoge el bolso del que extrae un papel que me entrega. Es un folleto promocional de la gira de Raquel Montoro por Argentina, Chile y Perú que la presenta como “La mejor intérprete gitana del flamenco en la actualidad¨.

    Le dedico más tiempo del que requiere mi interés por el cante andaluz y se lo devuelvo con una pregunta ajustada a guion.

    - Mucho tiempo fuera de casa. ¿Qué te dicen?

    - Que vale, pero sé que les preocupa en el fondo que ande sola por el mundo.

    - ¿Tu familia?

    - Mi abuelo y mi padre, sobre todo. No estoy casada.

    Ante la revelación mantengo mi mirada sobre ella unos segundos de más y, sin querer (¿o queriendo?), descubro sus grandes ojos marrones.

    - Soy gitana, no un bicho raro.

    - Perdona.

    - Pero cuando me case me será más difícil hacer estas giras. Mi novio me ha dicho que no lo ve claro, que con hijos y todo eso…

    - Sería una pena dejarlo con el nivel que tienes.

    - Ya pero en el pedimento así lo dijo y es que es un buen hombre, trabajador y de familia.

    - Entiendo. ¿Cuándo es la boda?

    - Dentro de un año. Su padre acaba de morir y no puede hacer ningún festejo durante doce meses.

    - Este sí es un luto de verdad.

    Acompaño mis palabras con unos movimientos de cabeza que quieren mostrar respeto sincero a las tradiciones ajenas pero que no convencen dada la severidad de su respuesta.

    - Los payos no lo entendéis. No puede oir música, ni entrar a bares, y debe llevar un pañuelo negro en todo momento. Son nuestras costumbres que os parecen muy raras, ya lo sé.

    - Bueno, son diferentes, cierto. ¿Desde cuándo sois novios?

    - Es una boda arreglada. Nos conocemos poco.

    - ¿Y no podrías negarte si no te gustara este hombre?

    - No, ya está pactado. Sólo si no saliera bien la prueba del pañuelo se desharía el compromiso.

    - Ya, entiendo.

    Siento entonces que ha llegado el momento de cambiar de tercio poniendo versos de por medio.

    Sirven la cena, un menú trufado con sonrisas azul azafata y regado con crianza.

    El avión avanza hacia Rio de la Plata siguiendo la trayectoria que muestran las diferentes pantallas a la vista. Por la ventanilla despido al sol que se oculta mientras siento, cálida y cercana, la presencia de Raquel a mi lado y su voz, estimulante y osada.

    - ¿Y tú, qué haces?

    - Trabajo en un banco.

    - Un banquero que lee poesía. Tu sí que eres raro. ¿Estás casado?

    - No.

    - Qué extraño. Pues ya no eres ningún crio, se te está pasando el arroz.

    - A quien quise no gusté y a quien me quiso no amé. (Tuvo que ser el vino pero no pude evitar el pareado).

    - Tío, qué bonito y qué triste pero seguro que se lo has copiado a Lorca.

    - No te burles, por favor.

    - No me rio de ti, para nada.

    No hubo mucha más conversación, sí unas escasas horas de sueño, el despertar perezoso encontrando en la bandeja los documentos de Inmigración y ella a mi lado.

    - Te has perdido el desayuno; dormías como un niño, pero te he guardado el zumo y el croissant.

    - Gracias, Raquel.

    Su nombre suena muy dulce flotando entre nosotros, juntos en dos asientos de preferencia de un vuelo con un destino que podría ser fatal para ambos. Ya sólo intercambiamos miradas y alguna sonrisa silenciosa y torpe.

    El recorrido por los pasillos del aeropuerto juntos, la recogida de los equipajes juntos y juntos el abrazo allí, frente a su representante y a un empleado del banco, en camisa de manga corta y corbata, mi apellido en un cartel en sus manos.

    - ¿Seguro que no te gusta el flamenco? Susurra en mi oído rozando con sus labios mi mejilla, sin afeitar por no abandonar el asiento ni un segundo.

    Ya en el hotel encuentro doblado en el libro de poemas el folleto de la gira con un teléfono en grandes números y estas palabras:

    “Para las entradas de esta semana en el Luna Park. Estará Federico”.
     
    #1
    Última modificación: 26 de Agosto de 2024
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  2. Alde

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    Un recorrido entre la distancia, la lectura y por qué no el amor.

    Saludos
     
    #2
  3. CyranoenVitoria

    CyranoenVitoria Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Porqué no el amor?
    Un abrazo
    Cyrano
     
    #3
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