Bodas de Oro.

Guardo nítidos los recuerdos de ese tiempo.

Era yo un joven rubio, delgado y tímido de 21 años de edad, que estaba iniciando su tercer año laboral. El jueves, al terminar la jornada de clases de la tarde, abordé al director de la Escuela Fiscal de Cherquenco:

-Necesito que me autorice a faltar mañana por la tarde, porque me voy a casar.

-¿Y con quién te vas a casar? - me preguntó extrañado.

Se lo dije y él pronunció elogiosos comentarios respecto de la dama que yo había elegido.

-Muy buena muchacha- dijo. –La conozco muy bien, porque fui su profesor-. Y

luego de una pausa prosiguió -Tómate el día entero. El matrimonio es algo serio. Es un paso muy importante que da un hombre en su momento adecuado.

Y en su propia casa se organizó una improvisada fiesta de despedida de soltero, donde cada quien se descargó con cuanta broma se le ocurrió hacer.

Y vino la ceremonia correspondiente. Yo, vestido con ropas extrañas, así como ajenas a mi forma de ser y de vestir, trataba de disimular lo mejor que podía, el atado de nervios en que me había convertido.

Y hubo fiesta en la casa de mis suegros a donde llegaron los principales amigos que yo había cultivado en ese año anterior trabajando en ese pequeño puerto casi cordillerano.

Y después de la fiesta, el recuento de mi dote matrimonial: una panera plástica con 6 platillos de esos para servilleta y un jarrón de vidrio con 6 copas. Todos los demás trajeron tragos que se usaron en la misma fiesta. Ahhh, casi lo olvido. También era parte de mi dote, un niño hermoso que venía en camino.

Y a formar un hogar partiendo de casi cero.

Hoy, todo es diferente:

Tenemos una casa casi nueva, amplia y cómoda en la ciudad. Hecha construir bajo nuestras propias indicaciones. Con grandes ventanas, bien iluminada, piezas espaciosas, calientita en invierno y fresca en el verano. Y como en gusto no hay nada escrito, hay personas tan desconcertadas que hasta la encuentran bonita.

Hoy todo es diferente:

Los años han pasado y no han pasado en vano. Los kilos se han ido acumulando y se asimilan ordenadamente alrededor de mi cuerpo. Mi caminar se ha hecho lento y voy por las calles tirando de mi pierna derecha, que se resiste a ir. La hermosa cara de mi esposa ha ido cediendo trazos que el tiempo ha ido creando de a poco. Se mantiene el brillar de sus grandes ojos verdes y los destellos que se generan cuando alguna idea repentina cruza por su mente.

En la calle pondremos un gran letrero que dirá algo así.



Y pondré 70 botellas de vino de diferentes sabores para que puedan acompañarnos muchísimas personas. De esas que estaban destinadas para ser abiertas el día de mi muerte. 70 de ellas cambiaran su destino y se usaran para festejar nuestras Bodas de Oro. De esas que yo fui acumulando con los años y mis viajes.

Hasta que se acabe el vino o hasta que se acabe el día.

Y a todos mis amigos que nunca pasan por mi calle frente a mi casa, les enviaré una nota especial para invitarlos. Para que brinden conmigo a la salud de los que cada uno desee. Se servirá en una copa vinera de esas con pata y con formas redondeadas, la más grande que tengamos. A cada una se le servirá una sola. Si desea más, que compre y se la tome en otro lado. No quiero borrachos en mi casa. Por mi parte, llenaré mi copa cada vez que brinde con alguien. Por lo menos hasta que me sea posible hacerlo.

Al Señor Alcalde le enviaré una nota, así como en formato de solicitud. “Será un honor contar con su significativa presencia. Venga con una pequeña comitiva porque aquí el espacio es reducido”. Y brindaré con él, igual que como lo haré con todos mis vecinos.

Brindaré con mi esposa de una botella que yo guardé desde el día mismo de nuestro matrimonio. La única que pude salvar de las ávidas gargantas de aquellos comensales. Y que he mantenido conmigo durante estos casi 50 años. Que sobrevivió más de 18 mil días a mi lado. Y quiera Dios pueda llegar hasta el día de la ceremonia sin que se quebré o… sin que le pase nada. Y sólo mi esposa, mi madre y mis hijos tendrán derecho a probar su contenido... Si es que alguno llega. Porque ninguno de mis familiares recibirá invitación alguna. Vendrán sólo si encuentran que venir es importante. Si recuerdan la fecha y tienen la posibilidad de estar presentes.

-Bueno, ¿y la comilona? - dirá algún vecino. Digo, no faltará el vecino que lo diga.

- No hay comilona. Sólo vino de honor para poder brindar-.

No entiendo como la gente entiende que, en estas ocasiones especiales, dos personas alimenten a 70 cuando debiera ser mucho más fácil que 70 alimenten a dos.

-Pero si el Estado entrega una buena asignación para ocasiones especiales como estas. Es cosa de solicitarlas, simplemente-.

-El Estado solo les da a los que siempre les da. Yo ni siquiera perderé el tiempo en solicitar algo que sé que no se me dará-.

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Pasó el tiempo. Pasó la fecha de nuestro aniversario. Hoy constituye parte del pasado.

Nunca hubo un letrero, nadie más brindó con nosotros en nuestro aniversario.

La botella de los 50 años nunca se abrió. Al menos en esta casa.

La pusimos afuera de la puerta, con una nota que decía: “Un regalo para usted”. Y en el reverso de esa nota pusimos su historia. Así con letras bien pequeñas. Hasta hoy, nunca hemos sabido quien fue la persona que la recogió y mucho menos, si leyó la historia. O si algún día se tomará la molestia de venir a hacer un comentario.

Pero sí que hubo brindis para dos. El elegido fue un vino pipeño muy suave y rico. Con un dulzor y aroma especial y adecuado a la ocasión. Lo había comprado yo sin tener un objetivo en específico. Y ahí se quedó guardado en un rincón, junto con otros similares. Pero yo siempre tenía muy presente que allí estaba.

Siempre había pensado que el calificativo “pipeño” se debía a que se producía y conservaba en una pipa. Pero resultó ser una cepa especial que establece sus características esenciales.

Y era un trago muy adecuado para que ambos bebamos con agrado y no sólo por rendir homenaje a la ocasión. Y adecuado para mirarnos a los ojos y decirnos cosas importantes, aunque no fuésemos capaces de pronunciar las palabras adecuadas. Para sentir deseos de que existan muchas ocasiones más. “Te sostendré si se te hace difícil caminar y si me toca, tú lo harás”

FIN

09 08 22

 

Claro que NO es cuento.
Solamente que lo escribí un poco antes de la fecha debida y no todo salió tan igual como está escrito aquí.
Pero celebramos nuestras Bodas de Oro y acá en Chile, el estado se "cuadra" por esta ocasión con bastante más que lo indispensable para financiar una ocasión tan especial.

 

Muy bella descripcion de los escenarios de la boda inicial , y la proximidad a las bodas de oro con sus resultados imprevistos pero el epílogo lo encuentro entrañablemente romántico y base del amor "Te sostendré si se te hace difícil caminar y si me toca ,tu lo haras " ...subes una historia real y personal : felicitaciones por vuestra boda de Oro poeta Behache.

 

Gracias. Muchas gracias.
Nosotros ya somos solos. Tenemos 3 hijos, pero todos viven lejos. Somos nosotros dos para mucho o para todo. Por este tiempo, he estado siendo el más fuerte. Ya estamos comenzando de a poco a vivir eso que mencionó King: "Con la vejez llega la enfermedad, el dolor y ..." (la última aún no ha llegado)

 

Mis felicitaciones y admiración y respeto por esa muestra de amor sólido entre dos seres que se aman. Muy bien argumentados y sustanciosos vuestros escritos con mucho y buen mensaje valga la redundancia