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El parisién

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Luis Á. Ruiz Peradejordi, 24 de Junio de 2025 a las 4:26 PM. Respuestas: 4 | Visitas: 63

  1. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    La primavera en mi ciudad tarda en hacerse sentir. Está el frío reciente y recio, ese que sopla desde las montañas que se ven a lo lejos. Pero cuando termina mayo y comienza junio, de repente cambia el panorama y los árboles como por ensalmo se cubren con las hojas y las flores brotan adornando los jardines. Los castaños de Indias que cubren el paseo templan los ardores de los días de junio y esparcen una sombra generosa que regalan a los bancos de La Condesa. Allí nos refugiamos aves de todo pelo y yo, ahora que peino canas, siempre tropiezo allí con mis recuerdos


    Cuando yo era niño, el paseo sólo tenía una altura y terminaba en una cerca de cemento que se vestía a tramos con unos bancos que se adornaban con el escudo de la ciudad. Del otro lado estaba el río, de pobre cauce, rodeado de chopos y con toda esa parafernalia de cañas y plantas que se dan a las orillas del agua. Con el buen tiempo, solía salir a pasear con mis padres, o a jugar con los hijos de sus amigos, de edades semejantes a la mía. Era entonces el momento mágico de sentarnos en los bordillos de los jardines y respirar el aroma penetrante de aquellas flores, o acercarnos a los parterres de las rosas, siempre vigilados por un guardia que impedía que los pequeños y los no tan chicos, se llevasen las flores para casa. Corríamos a las fuentes, invento que mortificaba a las madres pues nos poníamos pingando de agua, pero que venían a calmar aquella sed inmensa que se nos despertaba después de correr entre las gentes y en derredor de los bancos, en aquellos juegos que se inventaban cada tarde. A veces, cuando el sol se iba poniendo, nos llegábamos hasta la barandilla que daba por encima del salón de baile del Universal, donde una orquestina tocaba y las parejas de novios bailaban buscando un poco de intimidad.


    Otros días, esperaba que mi padre saliese del trabajo y me fuese a buscar por La Condesa. Cuando le veía llegar, corría hacia él con auténticas ganas de su abrazo, de su risa franca y aquel olor de tabaco que impregnaba su chaqueta de impenitente fumador me envolvía como algo familiar y cotidiano.


    Alguna de esas tardes, aparecía por el paseo un hombre, que a mí por aquel entonces me parecía muy alto, enfundado en una chaquetilla blanca y un gorro de cocinero sobre la cabeza. En su mano izquierda sostenía una bandeja grande, abultada, tapada siempre por un paño inmaculado. Y voceaba con voz profunda: “Al rico parisién. Parisién, Al rico parisién”. Era aquel parisién una oblea recogida en forma de canutillo, que desprendía un delicioso olor a canela.


    Entonces, mi padre llamaba al hombre y le pedía uno de aquellos parisienes. Él , levantaba el paño, y con una pinza de pastelero cogía con delicadeza una de aquellas maravillas y me la ponía en la mano. Pagaba religiosamente mi padre y yo me disponía a tomar aquella golosina, con auténtico deleite. Era un momento de felicidad. De esa felicidad que, en ocasiones, sienten los niños. Mientras comía el parisién, mi padre me llevaba de la mano para casa y se le dibujaba una enorme sonrisa.


    Creo que desde entonces, mis momentos felices se acompañan de olor a canela.
     
    #1
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  2. Alde

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    Dulce recuerdo de sus paseos con sus padres y los juegos con otros niños, la infancia es la antesala de nuestros momentos tristes y felices.
    El pasado es el motor impulsor del presente.

    Saludos
     
    #2
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  3. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias por estas palabras, Alde. A veces llegan los recuerdos y, cuando son lindos, se pueden dejar salir. Un abrazo.
     
    #3
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  4. Cecilya

    Cecilya Cecy

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    Tus textos descriptivos tienen la paciencia, el cuidado y el aprecio del buen observador.
    Quienes escribimos somos observadores del entorno. Siempre estamos muy presentes en todos los lugares, jamás se nos olvidan los detalles, los aromas, y en este caso los sabores.
    Claro que hay sabores que nos conectan con la alegría, con esos tiempos de luz, con los veranos internos que están en todos los momentos del calendario.

    Leyéndote me acordé de las pizzelas que son unas galletitas italianas de textura suave, de anís, canela o limón, con patrones decorativos, tipo wafles, hechas con una plancha de hierro especial que se llama "ferretelle". Estas delicias son para mí lo que para vos es el parisién.
    Esa conexión con la dulzura y la infancia.
    Una vecina amiga de mis padres me las preparaba con mucho cariño y en el penúltimo veraneo un señor las estaba vendiendo en la playa, hecho extremadamente inusual, y creo que fue un regalo del cielo porque fui muy feliz comprándole lo que le dije, “un recuerdo hermoso de mi niñez”. Suelen hacerlas los descendientes de italianos. La esposa del vendedor lo era.
    Por todo esto tu relato que es una página viviente de tus memorias me es tan emotivo, me identifica y me llega al corazón.

    Fue un gusto leerte de nuevo y volver a decirte lo mucho que te admiro como escritor y como ese amigo único, sensible y especial.
    Un gran abrazo.
     
    #4
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  5. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias, Cecy, por acercarte con tanto cariño a estas letras que ponen sobre el papel recuerdos de la infancia. La niñez es un tiempo maravilloso en el que caben la magia y los sentimientos, penetrando hondo en los desvanes del recuerdo. Y allí almacenamos en la memoria acontecimientos banales que un buen día afloran y se convierten en un relato breve de un momento muy especial. Especial es también tú comentario, intimista, cargado de belleza, esa belleza que se acoge a un recuerdo y a un sabor. Me alegra que mis letras te lo hayan traído de nuevo a la memoria.
    Gracias por tus palabras, por la fidelidad a este pobre escritor y por la maravillosa amistad que me ofrendas. Un fuerte abrazo.
     
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