Los buenos lectores

Los buenos lectores padecemos de pérdida del sentido de la realidad,somos ineptos para la vida,la vida en su sentido más crudo.
Los buenos lectores somos parientes de los honestos y de los excesivamente optimistas.

 

Coincido con usted poeta, le dejo mi cariño y un abrazo.

 

HOLA FIDEL: Leí en el foro tu comentario sobre los buenos lectores, esa especie en extinción y acá, particularmente, en los EE.UU. tan decayente... También leí un informe escrito por expertos, dirigidos por la Dra. Linda Grambrell, presidenta de la Asociación Nacional de Lectores. Ella expuso en «To Read or Not to Read», publicado para la National Endowment for the Arts (NEA), que la población de EE.UU., en los renglones de todas las edades, está leyendo menos y cada vez peor, mal leído y mal entendido: READING LESS AND LESS WELL THAN IN THE PAST.

La mayor parte de quienes dejan de leer en Estados Unidos (si alguna vez lo hicieron) está entre las edades de 18 y 24, lo que es peligroso y alarmante porque es la edad del último año de bachillerato y el último año de licenciatura universitaria. Se sale de la universidad o el colegio y no se vuelve a la lectura; se olvidan los libros como algo del pasado. Hay universitarios que no se leen ni los textos asignados... y finalmente se gradúan. Hay mucho ANALFABETO con diploma. Es fácil darse cuenta. Entre las nuevas generaciones, abundan los que ni saben leer ni saben escribir.

Como profesor, me preocupa el hecho. A mí me corresponde, a fin de cuentas, crear LECTORES de calidad, lectores no coaccionados porque el examen vendrá, gente que ame el conocimiento, por la via del LEER. Gente que pueda pensar, porque conoce las tradiciones previas de pensamiento y expresión y que, por haber leído, al menos los textos básicos de su campo académico, sepa precisar bien lo que piensa o lo que interpreta. O lo que quiere decir.

Uno, como educador, tiene que verificar que hayan leído. Veo, con tristeza, que muchos creen que engañan. No son honestos. Lo único que digo a los reacios. «Caray, la universidad cuesta. No es gratis. Si no te interesa hacer el mínimo trabajo que ella te exije, véte a trabajar y deja el espacio que ocupas al que tenga más interés».

Mi satisfacción es que yo pueda motivar a quien leerá como HABITO permanente y continuadamente una vez salga de la universidad. Aprovecho para ello las clases de filosofía. No asigno mas que lo indispensable; porque, para mí, hay que volver a la mayéutica como método y yo dedico muchas horas a dialogar con estudiantes; así como lo hago, cuando escribo estas cartas.

De hecho, pienso que las generaciones de hoy, pese a su mal escribir y poco leer, son más apasionadas y más libres. Tienen una inteligencia muy poderosa; pero, eso no basta. El trabajo cognitivo hacia un entrenamiento profesional y un ensanchamiento de perspectivas que se debe dominar hay que hacerlo. No sea que se descubra el Pacífico otra vez. El que quiera ser muy original sea honesto primero. Conozca, por leer, lo que ya existe y trabaje e innove, a partir de lo que no se dijo ya... ¿Será mucho pedir?

Veo, día a día, sin embargo, una juventud que ingresa a las universidades públicas y que está mal preparada, es intelectualmente apática, no lee y fue pobremente motivada... Triste. Entre la gente hispanohablante, el problema es mucho más grave, porque a veces ni tiene una gran formación en su lengua nativa ni la tienen en la lengua de la cultura que van adquirir, educándose en los EE.UU... Imagínese se les olvida el español y no saben inglés. Ja ja... no me gusta la generación de la inmediatez. Del limbo. Los estudiantes gulembos son frustrantes.

Para el año 2002, según los estudios recopilados sólo el 56.6% de los estadounidenses señala haber leído un libro (cualquiera sea el tema) en el año previo, sin contar el que va; si se pregunta, si ha leído más de un libro, al menos 2, seguramente la respuesta de quienes respondan que sí bajará al promedio de 46.7% de la población lectora en general.

Una de las fuentes del informe que menciono es Dana Gioia, presidenta NEA, quien en el prefacio de un libro titulado "Reading at Risk: A Survey of Literary Reading in America", explica que a más prósperas son las familias __ más leen por su gusto __ buena literatura (incluyendo poesía); a más pobres en ingresos, hallarás que leen más basura, o una literatura que apela a ellos para divertirlos (chismes de fárándula, o libros de orientación o motivación, o de «how-to-do», cómo abrir una lata de salchichas, cómo tener un orgasmo intenso, o cualquier tontería de ese tipo).

Las doctoras Goia y Grambells citan que los lectores anglocaucásicos leen el doble que los hispánicos. La tasa de lectura de los hispanos es 26.5%. La cifra para los afroamericanos es 37.1%, es decir, leen más que los hispanohablantes o latinos. Otras minorías o etnias, tabuladas como "otros", se juzgan «masa lectora» a razón del 43.7 porciento de a quienes se preguntara si lo son...

Fíjese. Hoy se maneja la excusa de que se es pobre, se trabaja duro, el cansancio, que no hay tiempo para leer... Para no aprender algo nuevo, o no leer, se lo justifica en muchas cosas; pero, uno sabe lo que es pretexto y lo que no. Hay mucho tiempo para el cine, el deporte, la telenovela, la diversión, pero no para quemar un poquito de pestañas... no me quejo yo sino de los jóvenes de hoy, que van a la universidad sin ninguna responsabilidad ni para sí mismos... menos para la comunidad. Les importará un bledo... Leer por amor es tener un mundo especial, es ser parte de un club de excepcionales. En eso tiene razón y yo a esos chicos que leen mucho los protejo y los animo... Por ellos vale la pena lo que uno hace, el tiempo en la cátedra, o en la cafetería o en el campus, porque yo enseño hasta de camino a casa. Es mi vida.

Pero no pierdo mi sentido de realidad. Sé que estoy en nuevos tiempos. La gente y las circunstancias cambian...

Y pensar que, cuando yo era muchacho de secundaria, podía leer de 10 a 15 libros al mes, tomados de la Biblioteca de la escuela o del pueblo, y sólo por el incentivo que la escuela daba, colocar nuestros nombres en una «lista de honor» del Tablón de Edictos para que las viera el colegierío. También se nos regalaba algunos libros o cassettes que nos interesaran, a pedido nuestro y se nos daba un diplomita, al final del semestre. Uno feliz, estofándose, pero aprendiendo... y lo bueno, tenía una generación con causa, en medio de dictaduras, matanzas, hippies, drogas... y leer nos daba malicia, sensibilidad, compromiso, consciencia de todo el entorno... siendo uno todavía chicuelo...

Hoy en USA es arduo hallar a lectores ávidos (claro, seguro lo son los estudiantes, con verdadero espíritu universitario, no es lo mismo enseñar en Harvard o Princeton que en una universidad «mickey-mouse»; aman los libros ciertas personas que viven de ellos, sea para la enseñanza, la Academia, etc.}, PERO... ya no SON los tiempos de mi abuelita o mi padre, cuyas bibliotecas personales eran inmensas, tanto que las ponían a disposición de muchos universitarios y gente con inquietudes... hoy si una persona se lee un libro al año, hay que hacerle un monumento y prender fuegos artificiales... pero no pregunte usted por los resultados del fútbol, o la última babosada con que una «celeb» roba atención en los telenoticiarios, de seguro te avasallan los oídos... para eso sí sobran números y expertos...

Puede que el número de publicaciones, libros en catálogos y mercadoctenias, hagan creer que se lee más que nunca. Mucho ruido y pocas nueces... Sí, mucha basura se lee, por desgracia. Hay mucho analfabetismo funcional aún entre gente graduada de colegios y con diplomitas de algo.

Se ha perfeccionado la imagen del ganapán, pero no el ser culto, sensibilizado para las artes y el pensar, con más rigor que un adolescente en formación... o un niño listo. La gente de hoy está formada por slogans, consignitas de pacotilla, «jingles» de TV, frases hechas y clichés.

Como dice un colega mío, mexicano: «¿Por qué te preocupas tanto por los pinchis estudiantes? ¡Ya no hay respeto por el conocimiento!» No creo que él tenga la razón. Queda una porción salvable de futuros lectores y en cada profesión hay unos que son excelentes, individuos excepcionales...

¿Buenos lectores? pues, los poetas y artistas que nos apoyamos, unos a otros, entre los pocos. Somos nuestro propio y natural auditorio... nuestro club, nuestros fans... y en ese contexto entiendo lo que dices, «somos parientes de los honestos» (sea entendido como la fe común en la gente sensible) y de «los excesivamente optimistas», sea éso también porque los poetas y los artistas son testarudos y los últimos que abandonan la búsqueda introspectiva de lo bello, la verdad y el bien...

Lo que no me queda totalmente claro de su frase (porque exije un poquito de elaboración de su parte), don Fidel, es decir que el buen lector padece una «pérdida del sentido de la realidad». O que es «inepto para la vida», ¿...? Ahí me perdí.

Bueno, yo tengo mis propios mundos privados, modelos de realidad alternativos, guardados y compartidos como bases de esperanza y de futuro, pero a la realidad que no me gusta, a la REALIDAD OBJETIVA de allá fuera, la tengo bien vigilada, no la descuido. La describo, con pelo y señales (en ese renglón mis cuentos y mis monografías) para exorcisarla, no la niego y la estudio, para que cuando ésta decida ir contra mí y hacerme su víctima o declararme la guerra, no esté yo tan desprevenido... no quiero estar inepto para la vida ni para autodefensa. Sí, entiendo eso de que «en su sentido más crudo», la vida nos desarma un poco.

Fuera de la realidad que esté el loco, o viva el desadaptado. Yo no. Y ojalá no pierda su sentido de realidad y se ubique bien, buzo y caperuzo, muy trucha, quien sea un BUEN LECTOR, buen aliado del artista y del poeta...

Voy a decir, por último, algo que hacen los LECTORES BUENOS. No me olvido de amigos o no-amigos en la cárcel. Les llevo libros, cuando sé que leen y no pueden salir a comprarlos. Viejos alumnos míos que me dejado sus direcciones les contacto; les envío copias de algún escrito, mío o ajeno, con la notita, «lee ésto, haz tiempo»; puede ser algo que hallé en el periódico. Regalo libros que ya leí. Miro a la gente leyendo y pregunto ¿qué lees? Termino regalando libros a desconocidos, o a gente que casualmente hallo. Puede ser hasta la mesera de un restaurante. O un vecino, con el que apenas he cruzado palabras, pero que me ve salir, o entrar a casa, con un libro en mano, o un portafolio... Leer es una forma de alimentarse y de alimentar espiritualmente a otro.

En cada buen autor, yo hallo un amigo, un consejero, un ángel. El reto es ser selectivo porque no hay el tiempo suficiente, según se pone uno viejo, o se le gastan los ojos...

No crea que no me sospecho lo que usted quiso decir con PERDIDA DE LA REALIDAD... sólo quiero que me lo confirme, con una ligerita explicación... Dicho ésto, me despido ya. Sólo que estoy en vacaciones, con un tiempecillo extra, para darme el lujo y el gusto de este compartir. A veces no se lee DIZQUE por FALTA DE TIEMPO... y he oído que el tiempo cansa. Espero no haberlo hecho.

Saludos y afectos, CARLOS