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cita de sàbados...

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por amy, 13 de Junio de 2006. Respuestas: 3 | Visitas: 892

  1. amy

    amy Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    13 de Enero de 2006
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    Me siento frente a la ventana, a la misma hora todas las mañanas cada sábado y me dedico a observar, como el mismísimo sociólogo que soy. Tan extraños parecen ser, tan cansados e inútiles, recuerdo el primer sábado que llegué aquí una esbelta y bella mujer se paraba en la esquina y consultaba su reloj de pulsera angustiada, miraba hacia ambos lados, y cuando se daba cuenta que lo que buscaba no estaba a sus lados miraba hacia atrás y recorría las largas veredas con su mirada y se volteaba nuevamente hacia adelante, mira su reloj nuevamente y frustrada se va. Todos los sábados lo mismo, me sorprendía a mi mismo cuando ya empezaba a conocer perfectamente todos sus movimientos… había sábados en que esperaba mas tiempo y llevando ambas manos al rostro comenzaba a llorar, esperaba otro rato mas y se iba, pero a veces presa de la desesperación prendía apresuradamente un cigarrillo que sacaba de su bolsillo, con el cigarro en mano caminaba unos pasos para llegar a una banca cerca de esa esquina y no dejaba de estirar su cuello para no descuidar su asecho, y se daba cuenta que una vez mas su espera ha fallado.
    Cuan extraños podemos ser, pobre mujer que espera y espera, desgraciado es el hombre que la ha plantado y ¡tan ciego!, mujeres así no se encuentran en otros lados.
    -permiso-dice una mujer de delantal blanco que entra a mi oficina sin golpear.
    -¿Qué pasa?-pregunte volteándome algo enojado.
    -lo siento señor, se que toma su trabajo muy enserio…
    -hable rápido por favor-dije interrumpiéndola.
    -¿quiere algo de comer?-pregunto al fin.
    -¡¿para eso me has interrumpido?! ¡Fuera!
    -pero señor…
    -¡fuera!-grite una vez más.
    La mujer se fue cerrando la puerta suavemente, seguramente quería evitar que gritara una vez mas y me apresure a mirar nuevamente por la ventana, “toc-toc”, suena la puerta, ¿debía agradecer que había golpeado?.
    -adelante-dije con una voz ronca.
    -permiso señor…-un hombre de alta estatura ojos azules y un brillante pelo color azabache entra a mi apacible oficina.
    -¡Ricardo!, me alegro que seas tu-dije, y una sonrisa se escapo de mis labios sin poder evitarlo.
    -¡Álvaro!, valla… ¡cuento tiempo!
    -y dime… ¿que es lo que pasa?-pregunte haciéndome el experto, debía demostrar que de algo valían la pena mis años de estudios.
    -de hecho nada, nada-dijo sentándose y agitando sus manos en signo de despreocupación.
    -entonces…
    -dime…¿Cómo has estado?-pregunto con una mirada misteriosa, podía notarlo y mas aun si era de Ricardo.
    -¡bien!...bien de hecho-respondí con cierta nerviosidad.
    -claro, claro…-dijo con un cierto tono irónico-bueno, vengo para contarte el ultimátum.
    -¿ultimátum?-pregunte desconcertado.
    -bueno, hoy me voy, es mi ultimo día aquí-dijo con algo de melancolía.
    Mis manos comenzaban a temblar y notoriamente sudaban, era obvio que no esperaba este día, recuerdo que Ricardo ha sido uno de mis mas grandes amigos, con el llegue hasta aquí, mi oficina, la de el quedaba unos tres pisos mas abajo.
    -bueno…te deseo suerte-fue lo único que salio de mis nerviosos labios ese momento.
    -adiós-dijo Álvaro, levantándose y saliendo por la angosta puerta.

    Los días habían pasado como si fueran años, pase esos eternos y largos días en mi oficina, buscando papeles en los cuales tenia las horas de aparición de aquella mujer, ¿Cómo era posible que se me perdieran?, ¿Cómo era posible que se me olvidara la hora de tan esperada cita?, las citas de todos los sábados por la mañana; con la partida de Álvaro las cosas eran mas difíciles y mi memoria no era la misma sin el. Me resigne, y con mi silla frente a la ventana me senté a las 7:00am en punto, el movimiento matinal era cada vez mas, y las ansias de ver a aquella mujer eran fáciles de notar, mis ojos se movían locos por aquellas avenidas llenas de autos y gente, mis manos comenzaban a sudar con el solo hecho de pensar que la esbelta mujer podría no aparecer. Mire hacia la esquina correcta y allí estaba ella, se paro en la esquina, podía notar como sus ojos recorrían las calles buscando lo que tanto anhelaba, pero no, sus manos otra vez taparon su rostro impidiendo ver sus ojos, era fácil notar que estaba llorando, y prendiendo el cigarrillo como todas las veces se sentó en la banca y de vez en cuando alzaba la cabeza sin rendirse ante su búsqueda, pero ya era inútil y levantándose se fue pausadamente para ver si aparecía su objetivo, pero ya se fue rendida.
    La mujer de blanco entra nuevamente, sin golpear, claro.
    -no, no quiero nada de comer-respondí instantáneamente.
    -señor…se enfermará si no come, y seguro no quiere quedar como los demás…
    -¿los demás?-pregunte levantando una ceja.
    -si, los demás… agradezca que Ricardo mejoró.
    No entendía nada, ¿Qué acaso un resfriado contagioso rondaba por el edificio?, seguramente los demás había pedido licencia, y de seguro yo no quería acabar como ellos, ignorantes del abstracto mundo que los rodea y dispuestos a quedarse en cama para mejorar, ¡que inútiles!, yo me siento raro sin hacer nada.
    -todos los demás-dijo cerrando las cortinas
    -y dime… ¿a que te refieres?
    -no me extraña que lo pregunte, de hecho todos lo hacen.
    -entonces…
    -entonces… mire-dijo con cierta dulzura sentándose frente a mi-¿no se acuerda?- me tomo de las manos y empezó a hablar con un tono suave y despacio-UD. esta aquí por problemas mentales…y digamos que esta es su oficina, claro como usted lo dice.
    -¡pues claro que es mi oficina!-la mujer soltó mis manos rendida ante la incomprensión.
    -si, llego un sábado, perdió el conocimiento y quedo con secuelas no quiero ser dura, pero fue justo en la esquina de enfrente-alzo el brazo apuntando hacia la ventana.
    Era difícil de aceptar, ¡no podía ser cierto!
    -¿y que hice ese mismo día?-pregunte buscando respuestas.
    -dejar a una mujer plantada-con esto cerro la puerta, dejándome solo y desdichado.
    Claro, era obvio, mi oficina no podía ser así, ¿una cama blanca de sofá? Y una silla de paja para asiento de sociólogo, ahora era fácil de comprender, el loco que observa y la mujer que espera y espera.
     
    #1
  2. palini

    palini BRUJA PIRUJA

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    30 de Octubre de 2005
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    Que buena lectura me regalaste amigo. Dichosa locura, a unos los encierran y otros andamos sueltos.

    Un saludo.
     
    #2
  3. D.T.D

    D.T.D Invitado

    Recuerdo una vez haber leído este relato. Remonto las semanas, (no hace muchas por cierto) y vuelvo a acordarme de la cara que puse cuando leí el final. Que te ha quedado buenísimo, Fran. De verdad me ha gustado mucho leerlo, más áun publicado en este foro.
    Un beso enorme desde este frío Santiago, hasta esa isla donde estás, en donde el viento parace elevarte en pequeños remolinos.
    Un beso más que enorme.

    Dome.

    :::hug:::
     
    #3
  4. amy

    amy Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    13 de Enero de 2006
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    gracias hermana!

    pues un besos para ti, a esa fria y gran ciudada que parece desbanecerse entre grandes y largos edificios que se confunden entre el largo y ancho firmamento, dispuesto a iluminar....

    besos te quiero!:::wub:::
     
    #4

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