Vaya Con Dios

Hace una noche preciosa. Los pulmones me arden de tanto toser. Debería dejar de fumar. Pero si hay alguna noche en la que me sería completamente imposible dejar cualquier tipo de vicio, ésa noche es sin duda ésta. Me acerco otro cigarrillo a la boca y lo enciendo con una cerilla. Después de la primera calada sostengo el cigarro entre mis dedos amarillentos. Sí, hace una noche preciosa.
Entonces llega ella en un reluciente Ford 1950 Coupe negro. Un coche magnífico, quizá me compre uno con el dinero de la última venta. El chofer se baja y abre la puerta izquierda de atrás. Ahí está ella. Julie. Con unos zapatos rojos de tacón y un vestido a juego, el pelo castaño, las mejillas rosadas, las pestañas perfiladas y los labios pintados con una fina raya de carmín. De su bolso saca un par de guantes de seda y hace un discreto ademán a su conductor. El hombre entiende y de inmediato coloca los guantes sobre las hermosas manos de Julie. En ese instante ella mira hacia mí. Y sonríe.
La saludo de forma fría y austera, como casi siempre, y me apresuro a ayudarla con su equipaje. Dos maletas grandes y una de mano. El chofer levanta su bombín en señal de despedida y por fin nos deja solos. Estamos frente al muelle. Pronto saldrá un hidroavión que llevará a Julie lejos de aquí. Lejos de Nueva Orleáns. Y lejos de mí. Julie desembarcó hace un mes por asuntos de negocios, y desde entonces he sido su anfitrión por petición expresa de mi jefe. Creo que piensa que soy el cajún más serio y seco de toda la ciudad. No me importa. Así dolerá menos.
Ella siempre se muestra amable conmigo. Siempre tiene una buena palabra. Siempre tiene preparada su radiante sonrisa. Esa sonrisa que arroja luz sobre mis ennegrecidos días, tristes y turbios como las aguas de Mississippi. Sin duda éste ha sido el mes más feliz de toda mi vida. Probablemente ella nunca lo sepa. En Texas le espera un magnate del petróleo estofado de dólares. Su amante. Su novio. Su prometido. Yo me limito a llegar las maletas.
“Serio como siempre, señor Golding”, me dice con una risa juguetona. Mi cara esboza una sonrisa forzada. Demasiado forzada. Y enciendo otro cigarrillo. Esta vez me quemo la yema de los dedos con la cerilla. “Torpe”, me digo. Julie suelta una carcajada inocentona y no puedo hacer otra cosa más que reír. Sí, reír. Reír por última vez. El hidroavión está a punto partir, quedan escasos minutos para que llamen a bordo al pasaje. Quisiera exprimir los minutos tanto como el cigarrillo que tengo entre los labios. Dando caladas largas, apurando al máximo el tabaco. Daría lo que fuera por tener la fórmula de parar el tiempo. Congelar ese preciso instante por una eternidad. ¿A quién pretendo engañar? Nada cambiaría. Yo seguiría guardando riguroso silencio. Continuaría callando mis sentimientos y reprimiendo mis deseos. “Serio como siempre, señor Golding”
Llega el momento y Julie me dice adios. Para sorpresa mía me da un beso en la mejilla. Un beso tan tierno que jamás lo olvidaré. Sin mediar palabra se da la vuelta. Juraría que estaba llorando. “Imaginaciones tuyas”, me dije. En todo caso nunca podrían ser sus lágrimas tan abundantes como las mías. Lágrimas silenciosas, claro está. Como es propio de mí. Me pongo la mano en el pecho y noto un bulto. ¡La rosa! ¡Diablos! La rosa que corté esta mañana para dársela. Salí corriendo tras ella pero ya era tarde. Las puertas se habían cerrado. Pero de todas formas, ¿en qué estaría pensando? Una rosa… ¡por favor! Se habría reído de mí.
Por unos momentos me quedo mirando como se aleja el hidroavión, y tiro la flor al agua. Observo como se ahoga poco a poco, y en cierto modo la situación me resulta graciosa. “¡Te quiero!”, exclamo al vacío. “¡Te quiero!”. Pero nadie me escucha. En efecto, la situación me resulta patéticamente graciosa. No era tan difícil, ¿verdad? Entonces ¿por qué no fui capaz de decirlo nunca? Nunca estando Julie delante.
Esto me recuerda a una canción que solía escuchar. El título era en español, y la sé de memoria:

“Now the hacienda's dark, the town is sleeping,
Now the time has come to part, the time for weeping,
Vaya Con Dios, my darling,
May God be with you, my love.

Now the village mission bells are softly ringing,
If you listen with your heart, you'll hear them singing.
Now the time has come to part, the time for weeping,
Vaya Con Dios, my darling,
May God be with you, my love.

Wherever you may be, I'll be beside you,
Although you're many million dreams away.
Each night I 'll say a pray'r, a pray'r to guide you,
To hasten every lonely hour of ev'ry lonely day.

Now the dawn is breaking through a gray tomorrow,
But the memories we share are there to borrow.
Vaya Con Dios, my darling,
May God be with you, my love.”*

No hay más que decir… Vaya con Dios, my darling.





* “Vaya con Dios” de Julie London.

 

Eres un gran escritor, corazon... me alegra de que estes entre nosotros...

 

Un placer pasar por aqui y BIENVENIDO AL FORO!!!! disfrutalo. Tienes un gran talento y te agradezco el que compartas tales obras de arte con nosotros un abrazo amistoso desde Mexico...

Anonima... para servirte

 

Hermosa obra de arte!!! Gracias por compartirla querido Corazón delator,como te dije antes,todo una belleza de escrito...me gustó mucho y bueno te estás convirtiendo en mi libro favorito jeje!

Un besote,Ann.

 

UN PLACER LEERTE UN BESO GRANDOTE DE TU AMIGA LUZ