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Cuando me vaya

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por ivoralgor, 18 de Agosto de 2009. Respuestas: 4 | Visitas: 1027

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    El día que me vaya el silencio se anudará en el cielo.
    La llama de los deseos se extinguirá en la boca de la muerte.
    Los sobresaltos quedarán impávidos y llenos de dolor.
    Una vez más la oscuridad cubrirá mis ojos miel.
    La soledad quebrantará las risas al recordarme.
    Cuando me vaya el olvido mi cobija será.

    Selene secaba las lágrimas que anidaban en sus mejillas. Hundía los puños en el camastro de impotencia. Chillaban los dientes de la desesperación. La soledad se vertía en cada rincón de su cuerpo. El aliento estaba en un vilo desolador. Una vez más recordaba los ojos de Pedro. Un recóndito suspiro se escabulló de su pecho para dar rienda suelta a la amargura del corazón. La mirada se perdió en un claro de luz que entraba por un resquicio de la ventana.

    Ese tenue haz de luz la transportó a las calles pusilánimes de ChenBox, un pequeño poblado olvidado.

    - ¡Natalia! ¿Dónde estás?

    La voz juvenil lidiaba desesperadamente con encontrarla. Los pies descalzos estaban ensangrentados y amoratados.

    - Dios mío, dónde estará esa niña.

    Selene era una madre soltera que entregó su cuerpo a un extranjero que vivió unos meses en ChenBox. La engatusó y la llevó a la cama sólo para saciar su sed de placer carnal. Convencida le dio su amor sin miramientos. Toda ella se depositó en la boca de su amado. El sol enardecía cuando se entregó. El sudor hacía brillar su cuerpo de niña – catorce años de edad. El vello púbico apenas sobresalía, enarbolaba un Monte Venus a flor de piel – terso y suave. El desgarre causó un dolor intenso al principio. Con lágrimas en los ojos resistió el dolor que luego se convirtió en placer. Los gemidos se iban propagando en su garganta como una sinfonía. Temblaba inconscientemente. Se arropaba con los besos tiesos del extranjero. Socavaban la inocencia violentamente. Para ella fue una eternidad, para él un mísero instante. Se levantó, dándole la espalda se terminó de vestir. El sueño arrullaba el cansado cuerpo infantil. Ajustándose el sombrero abrió la puerta y la dejó tendida sobre el camastro. Sin voltear se marcho para jamás volver.

    Don Arnulfo le propinó una paliza por desobedecerlo.

    - ¡Te dije que no te metieras con ese pelafustán! No me vengas con la estupidez de que lo hiciste por amor. Eso no es amor, es calentura.

    Habían pasado dos meses cuando tuvo un dolor en el vientre. La llevaron a la curandera del pueblo.

    - Esta chamaca está preñada.

    La ira de Don Arnulfo no se hizo esperar.

    - ¡Te largas de la casa! ¡No quiero criar a un bastardo! ¡Eres una puta, mal nacida! Si tu madre viviera se ahogaría de la vergüenza de haber engendrado a una cualquiera. ¡Lárgate y no regreses nunca!

    Agarró sus pocas ropas y se marchó. La primera noche la pasó a la intemperie. El frío no la dejó dormir. Tiritaba demasiado como para poder conciliar el sueño. El hambre la tenía tan exhausta. El palpitar de su corazón la arrulló hasta que se durmió. De súbito, una mano tosca la despertó.

    - ¿Qué haces durmiendo aquí, chamaca? Te vas a enfermar.

    Claudio la llevó a su casa. Era un joven trabajador de la hidroeléctrica. Su esposa había muerto un año atrás. Vivía sólo y los sueños se le habían ido junto con su esposa.

    - Entra, no te haré daño.

    Con miedo obedeció.

    - ¿Cómo te llamas?
    - Selene
    - Mucho gusto, Selene. Me llamo Claudio.

    Acongojada le contó su breve historia. Él decidió darle asilo en la casa hasta que ella pudiera hacerse cargo por si sola del bebé que estaba esperando. Nació Natalia, una hermosa niña. Claudio la reconoció como hija propia – la amó desde el primer instante en que la vio. La casa se avivó de felicidad. Selene se sentía feliz, plena. Todo parecía ir bien. Un trágico accidente le robó a Claudio. El destino le clavó una espina muy profunda en el alma. No se esclareció la muerte. Muchos decían que murió electrocutado, otros que ahogado en una caldera hirviendo. El padre de Claudio la sacó de la casa.

    - ¡Eres una mantenida! ¡Lárgate! No pienses que tu bastarda hija recibirá algo de lo que dejó mi hijo. Sé que no es hija de él y por lástima la reconoció como suya.

    Esas palabras la hirieron demasiado. En silencio lloraba. Regresó a ChenBox. Natalia tenía dos años. A Don Arnulfo le ganó el amor por la nieta y las recibió de nuevo en su casa.

    - Tendrás que trabajar para mantener a tu hija.

    Asintió con la cabeza. Las jornadas de trabajo eran extenuantes. La fábrica de tabiques estaba a una hora de ChenBox. Las condiciones infrahumanas no la dejaban desistir. Las manos se agrietaron. Con mucho dolor levantaba los tabiques para llevarlos a la zona de almacenaje. Se le llenaban los ojos de felicidad al recibir un raquítico sueldo.

    - Hoy le compraré a Natalia esas sandalias rete bonitas del mercado.

    Un recorte de personal la dejó sin trabajo. Por la edad, Don Arnulfo no resistió un ataque al corazón. Los funerales fueron paupérrimos. Desesperada no sabía que hacer. Natalia pedía comida y no resistió verla sufrir por hambre. Por unas monedas empezó a vender su cuerpo. La golpeaban, insultaban y menospreciaban. Resistía todo para llevarle un pedazo de pan a su hija. No aguantó mucho tiempo las palizas.

    - Tenemos que irnos de aquí. Ya no soporto la vida. ¡Natalia!
    - Aquí estoy mami.
    - Nos vamos de aquí.

    El llanto de Natalia cimbraba el alma vacía de Selene. En el camino se encontraron con Pedro. Era un campesino cuarentón. Por lástima las dejó quedarse esa noche en la choza, hecha de piedra y paja, que habitaba. A la mañana siguiente, el desayuno ya estaba preparado para asombro de Pedro. Había salido desde muy temprano a su parcela y al retornar sintió el aroma a huevos revueltos. Las tortillas estaban humeando sobre la mesa. Sin articular palabra alguna se sentó en la mesa y comió. Esa noche las dejó quedarse de nuevo. No hubo palabras, simplemente se dejó caer en el camastro y se durmió. Acurrucadas en un rincón se daban calor mutuo para poder conciliar el sueño.

    A la mañana siguiente, Pedro construyó burdamente un camastro para Selene y Natalia. Sin decir nada, Selene lo empezó a acompañar a la parcela. Juntos hacían el deshierbe y la siembra. Cosechaban diversas hortalizas según la temporada. Iban al mercado de ChenBox a venderlas. La gente la miraba con desdeño. Pedro la defendía de los insultos.

    - No se metan con ella, es mi mujer.

    Poco a poco la empezaron a respetar y llamarla la mujer de Pedro.

    - Ahí viene la mujer de Pedro con las verduras. Vamos a ver que trajo para vender.
    - Necesito tomate fresco para una salsita que le encanta a mi viejo.

    Los años pasaban y Natalia se hacía más hermosa cada día. Un hacendado la desposó. Al casorio no asistieron Pedro y Selene. Eran gente de alcurnia los invitados. Sus principios no les permitían rozarse con esa clase de gente. Un día antes de la boda se despidieron de Natalia.

    - Dios te bendiga, hijita. Cuídate mucho.
    - Gracias, ma.
    - Lleva siempre contigo este crucifijo para que no te olvides de mí.

    Pedro sólo le dio un beso en la frente en silencio. Jamás volvieron a saber nada de ella. En ChenBox oían rumores de que se había ido a la capital con su esposo. En otras ocasiones decían que ya tenía un hijo. Luego ya no escucharon nada de Natalia. Los años transcurrieron sin prisa por sus manos. Pedro ya no caminaba. Ella se partía el alma con la cosecha. Una noche lluviosa murió Pedro de un paro respiratorio. No le quedaba ya nada. El chillar de la puerta la sacó de sus recuerdos.

    - ¿Alguien vive?

    Con desgano se levantó del camastro.

    - ¿Qué desea?
    - Me mandó mi patrón para que le entregara esto.

    En una seda roja estaba envuelto el crucifijo que le había dado a Natalia.

    - La señora Natalia murió hace tres semanas. Le dio cáncer.

    No dijo más y se retiró. Selene se aferró al crucifijo y regresó al camastro. Murió una tarde de abril cuando repollaban las lechugas en la parcela. Nadie la sepultó. Sus restos quedaron impávidos en el camastro. Los perros esparcieron los huesos por doquier. Todos la han olvidado. La choza ya no existe. La parcela tampoco. Un crucifijo brilla por las noches en un rincón olvidado de un ChenBox que tampoco existe.
     
    #1
  2. ROSA

    ROSA Invitado

    Un relato bien narrado desde principio a fin, muy emotivo y sufrido. haces que el lector sienta esa escena que narras en tu escrito . Un abrazo
     
    #2
  3. tlakatl

    tlakatl Poeta recién llegado

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    #3
  4. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Me alegra que este relato sea capaz de trasmitir ese mismo sentimiento que quise plasmarle.

    Gracias.

    Saludos.
     
    #4
  5. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    #5

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