Un beso dulce. Cariñoso. Íntimo.

Una fría y limpia lágrima rasgó su mejilla como una gota de lluvia atraviesa el sol un atardecer otoñal. Ella, tan frágil como era, tan indefensa como se sentía, tan sola como se encontraba... Tuve miedo de acercarme y romperla en mil pedazos, como si con solo tocarla ese dulce rostro de porcelana dejase de existir. Por un momento, temí que esos preciosos ojos siempre tan brillantes dejasen de trasmitir dulzura, y la sola idea me hizo estremecer. Finalmente, di unos pasos inseguros hacia mi amiga y la miré. Estaba acurrucada en un rincón con la mirada perdida en las estrellas. Ellas, que siempre la guiaban, que siempre la comprendían cuando nadie más lo hacía. Me senté a su lado y me sentí torpe. Mis gestos nunca eran tan suaves y delicados como los suyos y temí que no quisiese mi compañía. Sin embargo, giró lentamente sus sonrojadas mejillas hacia mí y apoyó su cabeza en mi hombro. Para mí, pobre chico enamorada de tan maravillosa persona, fue como si el sol nunca fuese a ocultarse jamás. La abracé dulcemente y la besé en la frente, con cariño. Sus ojos trasmitían tanto amor que era imposible olvidarlos. Para mí, poco acostumbrado a las chicas, fue como el despertar de nuevo, como descubrir que en mi corazón había nacido una semilla que poco a poco iba haciéndose más y más grande.


Y entonces comprendí que mi corazón era vulnerable de nuevo. No quería moverme, por si eso apartaba a mi amigo de mí. Quise decirle que todas las noches me asomaba a su habitación para verle dormir. Que sus ojos siempre tan sinceros eran los únicos a los que quería mirar. Que para mí era él el único refugio seguro en el que podía resguardarme. Que sus abrazos eran los únicos que me quitaban el miedo. Quise decirle muchas cosas, que le necesitaba, que le quería, pero tuve miedo de parecer muy torpe y callé. Sus palabras eran siempre tan delicadas y dulces que temí nunca poderlas igualar. Temí no poder hacer sentir en él lo mismo que él hacía sentir en mí.
Siempre tuvo ese abrazo que me hizo ser feliz, esa dulzura que emanaba su rostro que me hizo sentir bien. Sabía que llorar ya no serviría. Levanté un tembloroso brazo y me sequé las lágrimas. Él me miró. Le aparte el pelo de la cara y deseé que el tiempo se detuviese en ese momento mágico. Acerqué mi rostro suavemente al suyo y le besé en los labios.
Fue un beso dulce. Cariñoso. Íntimo.


Y ella me besó. Sentirla tan cerca hizo que me ruborizara. Mi corazón se paró durante un momento y me dejó respirar su fragancia, su esencia, su frágil corazón.
Fue un beso dulce. Cariñoso. Íntimo.


[...]

 

Hermoso, interesante forma de narración, me perdí en algunas partes, porque cambias de tercera a segunda persona, luego a primera, pero pude apreciar el mensaje.

Besos.

 

Una prosa muy linda y estética; quizá lo de cambiar de tercera a segunda y primera lo puedas ir perfeccionando para que le des más fluidez al escrito, pero me parece un interesante estilo de escritura, además, tienes 15 años según leí, te queda una vida por delante y varios años de aprendizaje como a todos, pero para mí escribes super bien.

Saludos y bienvenida al foro ^^