Dejar aquello

Salté del tejado. Sus tejas de humo
dejó que cayeran la sombra del viento,
entonces dejaron mis ojos nocturnos
de ser clandestinos en ese momento.
No siendo de fe sin embargo di el salto
del techo sombrío do el muro y al suelo;
un alba esponjosa dejábame en claro
que no llovería después del incendio.
Por fin descubría que era imposible
el modo invariable del mundo en suspenso.
El polvo caía cual lluvia insensible,
el agua cual frío vapor iba al cielo.
Dejé de esperar que el destino decida,
dejé de soñar que soñaba despierto.
Dejé de expedir mis recetas de vida,
pues nunca sanaban sus medicamentos.
Dejé de tatuarme con nubes, figuras,
también de quemar con la lágrima al fuego.
Dejarte partir, del error, fue la suma,
lograr que regreses, mi máximo acierto.

 

interesante poema nos deja, saludos

 

Gracias Marian por tu bonito comentario. Siento alegría de que te haya gustado el poemita. Un abrazo cordial

 

Alegórico y un tanto oscuro veo a tu poema, donde creo adivinar que narras las críticas circunstancias en que, abandonando la paralizante prudencia, cometiste un acto de osadía que tuvo justo premio.
Veo que insistes en los versos de arte mayor (o de Juan de Mena), con una sorprendente regularidad acentual. Me parece una buena decisión, dada la solvencia con que los dominas.

abrazo
J.