Versos robados.

Fuiste un popurrí de poesía robada, misma que empleabas con tanta convicción que parecía tuya. Y con la misma facilidad podías adueñarte de lo que quisieras; de historias, de sueños, de tristezas y, hasta cierto punto, de mí. Te presentaste como un ser que nunca tuvo rostro, un alma gris que me llenaba de color, pero no eras más que un Frankenstein hecho con los versos de Bécquer, Hesse, Neruda y Baudelaire, una creación con ojos verdes, nacido con la llegada del invierno y como invierno entumeces hasta los huesos, estás presente en la brisa helada, en el despertar en medio de la noche, en los cielos nublados pero no eres tú el que recuerdo porque lo que vi de ti era un compilado de letras cuidadosamente manipuladas para enamorar, para pedir que sanaran un corazón que no quería ser amado, para ilusionar a otros con ese espíritu de lobo estepario mientras que trotando te alejaste y volvías con el rabo enredado, incapaz de aullar, mudo, abatido.

Sin embargo le das cuerpo a lo que escribo y aunque sea algo maltrecho, sin orden, sin armonía, te veo reflejado en mi pobre modo de hacer poesía porque me recuerda a lo que creo que fuiste, me mantiene con la esperanza de creer que sigues en algún lugar, recitando versos que tomaste prestados para arrebatar suspiros, seducir con tu discurso de vidas pasadas y que tu final no fue amargo como presagiabas.

Te deseo felicidad, seas quien seas que estuvo detrás de tus cantares, detrás de tus juramentos de amor cuando seguías amando a otra alma que te decepcionó, detrás de la imagen de eterna tristeza, a ti, quien estoy segura que sonreía más de lo que me decía y de no ser así, espero que estés en donde estés, sigas siendo poesía.​

 

Una prosa plagada de una melancolía exquisita,
abrazos y un saludo
de Eladio, que se ha emocionado al leerte.