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Un hombre

Tema en 'Prosa: Obra maestra' comenzado por MillarDeEpitetos, 23 de Noviembre de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 780

  1. MillarDeEpitetos

    MillarDeEpitetos Poeta recién llegado

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    23 de Noviembre de 2014
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    Hombre


    El día aclarece, emociona los cielos y el sonido estridente de los vehículos funcionan como una alarma eficaz para Edgar Cisneros, Cinco en punto de la mañana, otro día de trabajo, tan monótono y conocido. El clima vital de Edgar era muy común para muchos: a primera hora levantarse, desperezar el cuerpo con un gran rugido a los aires hogareños, meditar por cinco minutos sentado al ras de su cama mirando a la nada, mecanizando su vida, su estado anímico de su día anterior y recordando los bajísimos niveles de risas y momentos compartidos durante todos sus pasos tristemente por su consciencia estrujante de inconsciencias ya dados. Pasando aquellos cinco minutos súbitamente recordaba a uno de sus amigos más fieles y reconfortantes de, se puede decir, toda su vida, uno de los únicos a quien podía mirar con esperanza que de alguna manera vitaliza al cuerpo y a la monotonía lo ponía en tela de juicio, solo bastaba, como todos los días, mirarlo con ansias de saber si contentaría sus deseos. Aquello era capaz de darle un giro a su día, de cambiar su estado de ánimo, mirarlo era como mirar la única opción de vida en su vida, es obvio que Edgar, quería tanto a su celular como la empresa de telefonía a los mensajes de promoción que abundaban en su buzón de correos, Edgar Cisneros quien mejor amigo no existía de su celular. Cada mañana a las 5:06 am fijaba toda su atención en su fiel compañero, casi sudando, temblando sus manos y dilatadas las pupilas por saber si alguien, cualquiera en este mundo de más de 30 mil millones de personas, era capaz de romper con su insatisfacción hacia su yo interior, esperaba a alguien que le dijese: “¿Hey cómo has estado, cómo te sonríe la vida, quieres que nos encontremos en algún lugar para hablar del pasado y recordar buenos tiempos?” o al menos que las redes sociales sean un poco más nobles y acepten sus solicitudes, de qué servía entonces un aparato que es capaz de avisar toda clase de movimiento social, capaz de funcionar como una puerta hacia la popularidad y la vanagloria de las personas que viven felices a su manera, aquella manera que estaba instalada en la actual era de la tercera revolución industrial, la revolución de las máquinas y su poder globalizador, Ninguno de estos medio servía en manos de Edgar Cisneros. Después de entregado su alma al teléfono y decepcionado, como de costumbre, por las garras de la telefonía y los colmillos de la sociedad virtual, se dirigía al baño a acicalarse para el trabajo, un aseo personal de 30 minutos era suficiente, un desayuno rápido y poco salubre, sus llaves, dinero, y papel higiénico por si las moscas y patitas a la calle en busca de un automóvil que le abarate los pensamientos y estruje su cuerpo hasta mas no poder sobre los cuerpos de otros individuos sonámbulos, pero no de cansancio, sonámbulos del cruel dogmatismo de los días hacia sus vidas. Las mañanas en esta ciudad era igual a ciencia ficción, nunca se sintió tan real un apocalipsis zombi, era muy peligroso andar sin cuidado, pues un ser sano podía salir con gran ímpetu por las calles, con el vigor en alto pero era cuestión de tiempo para que una horda rodease la retaguardia y contagie la desidia en un santiamén y se vería sumido en una terrible gripe de un virus que a ojos de muchos era normal en la vida. En términos prácticos, Edgar, si creyese en el infierno, vivía en el infierno del infierno. Después de una, no larga pero incomoda travesía llegaba a su centro de labor, la municipalidad distrital. El joven de las copias, corbata mal anudada, saco viejo y cabello dañado, era la faceta que poseía. Siempre al llegar a los umbrales de su trabajo se preguntaba cómo podía haber acabado como una persona que se encargase de problemas tan triviales después de haber culminado una carrera de cinco años en derecho, sin embargo cuando parecía entrar en razón recordaba el enorme trabajo que debía culminar.- si me quedo pensando en lo malo de mis decisiones nunca arreglare nada y peor me llenare de más deberes, mejor entro y hago lo que debo hacer.- resignándose de su suerte cruzaba la puerta con el típico semblante a gachas, no saludaba al vigilante, ni a la secretaria, tampoco saludaba al conserje ni a su mismo jefe. Hablando con la verdad y sin vacilar Edgar había tenido mucha suerte de conseguir su trabajo actual, pues no era capaz de actuar con gran entusiasmo en las entrevistas y por influencia de algún tío Edgar estaba donde estaba. Era simple, la rutina era igual a todos los días, cinco minutos manejando las maquinas fotocopiadoras un minuto mirando el celular así hasta las 2 de la tarde cuando era hora del almuerzo, pues en ese momento disponía de unos cuarenta y cinco minutos para estar pendiente de su artefacto favorito mientras las bocanadas de comida entraban a tener más suerte que él. Terminando el festín todo volvía a empezar, cinco minutos de fotocopias y un minuto para la otra máquina, así hasta las cinco de la tarde, momento cuando hasta los gorgojos dejaban el excremento para conversar entre ellos menos Edgar. Al Finalizar la jornada laboral, Edgar solía sentarse en las bancas de la plazuela de la municipalidad, observaba como sus compañeros de trabajo, salían alegres vistiendo ternos y ropa formal, comentando sobre experiencias graciosas y comentarios interesantes en concordia mutua, el hombre solo miraba y esperaba un llamado, pero nunca ocurría. De esta manera pasaban sus días, semanas y semanas poco a poco consumiendo su vida.

    Sábado cinco de mayo se levanta pesadamente pero algo había en el ambiente que hacía de aquel día especial, era como si de repente su vida diera un giro perfecto, las ganas de vivir volvió a su alma, de pronto su celular comenzó a timbrar alocadamente, emocionado Edgar contesto, era un amigo muy lejano del cual él no se acordaba, pero qué importaba, le invitaba a pasarla bien después del trabajo, Edgar con toda la alegría del mundo acepto la cita; el celular no dejaba de enviarle notificaciones de felicitaciones, saludos de amigos que no conocía y hasta solicitudes de amistad por doquier, era el sueño de un desesperado hecho realidad, casi temblándole los parpados y las manos, contestaba llamada tras llamada, quedaba con muchas personas para encontrarse después del trabajo, a tomar un café con tal amigo, ir al cine la próxima semana, a la playa y al concierto. Era tan genial que hasta sus amigos que él no conocía, entre ellos si se conocían y parecía que Edgar perteneciese a aquel grupo desde un tiempo considerable, no había problema para él, al fin saldría de su hogar. Cuando terminó su desayuno y aún sonando su teléfono el timbre de su departamento se escuchó por primera vez, era otro de sus amigos, lo estaba esperando para ir al trabajo, Edgar no se lo esperaba, ni lo conocía, entusiasmado cogió las llaves y su billetera. Viajaron en el cotidiano bus pero esta vez con una parla tan amena que no sintió el estrés, estaba tan feliz y entusiasmado que hasta se dio cuenta que la gente lo miraba de otra manera. Llego al trabajo y todo parecía más divertido, para Edgar era obvio que la gente lo veía diferente, todos lo observaban, era el punto de atención, feliz por su nueva personalidad y círculo social, hacia su trabajo entusiasmado, mientras hacía copias contestaba el teléfono, copias, se reía de un comentario gracioso de Iván, su compañero que lo fue a recoger, no lo conocía pero que más daba. Al almuerzo ya no se encontraba solo, varias personas se encontraban sentados en su mesa de costumbre, lo saludaban y parlaban entre ellos.- hoy el día está muy soleado- decía uno. –hoy el día está muy gris decía el otro.-las hormigas parecen hombres.-qué dices tú acaso no has visto como el sol sonríe a las cucarachas.-me estas quemando el cabello y los círculos son cuadrados.-ayer vi a un hombre hablando solo pero con un payaso a su costado. Se conversaba de todo, se hablaba de todo y se comía de todo pero a la vez nada, que más daba Ernesto estaba feliz, ahora él era la envidia de todos, sus compañeros hasta le miraban de distinta manera, como si algo hubiese cambiado en él. Edgar ese día salió por la tarde, al cine, a restaurantes hablando y hablando, los transeúntes a veces le sonreían desconcertados otros caminaban más rápido, algo diferente ocurría, sea lo que sea, Edgar estaba feliz. Cuando él y sus amigos llegaron a un café, pidió permiso para dedicar unas palabras:

    -Amigos míos, cuando no los tenía mis días eran lúgubres, eran funestos y tediosos de soportar; soy un hombre que puede dar mucho a cambio de poco, soy un hombre real y honrado que por la gente que quiero y me estima soy capaz hasta de matar, verlos hoy aquí sentados junto a mí es de gran satisfacción, mi alma está llena, siento mi cuerpo renacer y a mi mente la encuentro más lúcida y por supuesto a mi corazón más apto para sobrellevar mi existencia.

    Edgar se encontraba parado al frente de nada pero a la vez al frente de todos, hablando a la nada y a todo, llorando para nadie y a vista de muchos, el hombre llevaba las manos manchadas de tinta los ojos llorosos, los labios partidos las manos temblantes y el pelo grasoso, sus parpados le temblaban y aun así era el hombre más feliz del mundo.

    -Disculpen me llaman… hola, ¿Qué tal? Con la cara fingida de alegría mirando al techo con ojos fijos al vacío en medio de la cafetería hablaba a su celular como si este tuviera vida, la gente lo miraba y buscaba a sus amigos que tanto él hablaba, pero no los encontraban sin embargo Edgar estaba con ellos, él los veía y sentía, cantaba con ellos reía y gozaba de la vida, maltrataba su garganta con carcajadas sonoras, y su celular era el que más sonaba de todo el lugar, vivía su deseo pero a qué precio, había pagado con su cordura.

    El hombre se había vuelto loco… pero sus pasos eran más seguros, su confianza había regresado y su ímpetu por figurar en la sociedad era real para sí mismo. Sin embargo sus amigos no existían, ninguno, a vista de un hombre común y corriente. Edgar hablaba solo por las calles se reía solo, en los cines estaba solo, en el almuerzo comía solo pero conversaba anímicamente, hasta cortejaba a una muchacha que nadie sabía quién era o porque nadie conocía a Edgar y no mostraban preocupación o porque nadie creía que una muchacha podría llamarse “Parla de amigos”. A veces salía del trabajo diciendo: “ahora que al fin tengo tiempo llevare a Parla a pasear” agachando la cabeza mirando sus dedos juguetear entre sí, se retiraba rápidamente a pasos largos con los ojos siempre llorosos. Edgar era feliz y a nadie le importaba, vivió así diez años más de su vida, hablando solo, saliendo solo, caminando solo y hasta besando solo, llegaba al extremo de hacer el amor solo. Era tan enfermizo su situación que siempre pagaba las transacciones comerciales de más, pues siempre andaba con ¨alguien¨ según su cerebro trillado, y las gentes se aprovechaban muchas veces de esto, habían algunos puros y conscientes que le decían que debía buscar ayuda profesional pero Edgar siempre decía: “Discúlpelo, señor señora, no tiene ningún problema psicológico él es así, nació así y desgraciadamente morirá así, ¿he, Iván?” Miraba a su costado vacío y rompía en risas. Estrechaba la mano del transeúnte y seguía caminando conversando solo. Ya todos lo conocían hasta se había ganado el nombre de ¨el mil amigos¨ se reían en su cara y muchas veces lo insultaban pero Edgar pensaba que era para alguno de sus amigos utópicos.

    Fue un sábado 25 de Noviembre, Edgar cumplía 31 años, 7:05 de la mañana sus ojos ardían como siempre, rojos y lagrimosos, algo andaba mal, escuchaba sonidos extravagantes gemidos de placer y lascivia, provenían de su sala, su celular no sonaba, la cabeza le pesaba y su pecho le molestaba, busco sus pantuflas, cada vez era mayor el ruido y la agitación del sonido del coito, no sabía quién era pero temía que fuese quien tenía en mente. Dio un primer paso y su pierna estaba tan rígida como sus ojos mirando a un solo lugar, abiertos totalmente, otro paso y sus manos comenzaban a temblar y el miedo embargar su colon, paso tras paso se acercaba más al umbral de la entrada de la sala, y… efectivamente, Parla, su novia, e Iván, su mejor amigo, se encontraban en un encuentro libidinoso lleno de euforia sexual nunca antes visto por él, ambos tocándose y rogando al dios de los excesos catalizar sus orgasmos acorde con sus movimientos y posiciones fogosas. Edgar no podía creerlo, su temperatura descendió rápidamente palideció y sus labios se tornaron tan rojos como sus ojos, sus manos le temblaban más de lo habitual. Se dejó caer y gateando se acurruco en la puerta principal mirando la escena desgarradora y desconcertante, no podía decir nada, quería hacer algo, decirles que paren que él estaba allí, pero no podía, llorando calmando sus ansias escuchando los gritos cada vez más fuertes, más agresivos, más rápidos, una y otra y otra y otra vez, hasta que llegó el momento del clímax justo cuando Parla daba su último grito de placer e Iván su ultimo quejido emocionado Edgar se levantó bruscamente se dirigió a su cocina cogió un cuchillo filudo y los busco a matar, estaba furioso, celoso y se sentía traicionado. Llego al sofá donde se encontraban, tanto Parla como e Iván lo miraron y dijeron: “no serias capaz, somos tú…” sin dejar terminar la frase Edgar incrusto el canino filudo en las entrañas de Iván girándolo dentro de su cuerpo, buscando sus órganos y desgarrando todo lo posible, Parla escapaba, e Iván se desangraba. Edgar buscaba a Parla, se había escondido en el baño, Edgar rompió la puerta y… hay estaba llorando de rodillas desnuda con los ojos cerrados tapándose el sexo, Edgar la vio y le dijo: “yo te amaba” y sin pensarlo dos veces la agarro de los pelos y corto su cuello sin piedad, observo como la sangre chisgueteaba por el piso de la manera más sádica imaginable…

    Después de todo esto, Edgar quedo mirando a un solo lugar a un solo objeto, su celular, durante dos días, al tercer día salió de su hogar y se dirigió a la comisaría más cercana y se entregó a la policía. Se armó un caos, los policías lo arrestaron preventivamente por su declaración extraordinaria y fueron a investigar, cuando llegaron a la zona del ¨delito¨ encontraron un departamento mal cuidado, con basura por todos lados, fotos recortadas de revistas pegadas por todas las paredes, números telefónicos escritos por todos los muebles de madera posibles para escribir, y dos almohadas acuchilladas rotas y masacradas, una en el sofá y otro en el baño, y lo único de valor que encontraron fue un celular de última generación que irónicamente, no dejaba de sonar, en ese momento. Posteriormente, Edgar no termino en la cárcel pero si en un centro psiquiátrico donde por las noches escuchaba a sus amigos llamarle por fuera de su cuarto de aislamiento, hay estaban sentados en la orilla de su cuarto hablando de las hormigas que viajaban al sol y la luna de queso, de las cucarachas que se casaban en el caribe y de un hombre que se volvió loco por la actual condición humana.
     
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