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Geometrías

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Pessoa, 14 de Octubre de 2014. Respuestas: 4 | Visitas: 684

  1. Pessoa

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    GEOMETRIAS
    (Memorias de un hombre de "ciencias".)



    Siempre me sedujo la geometría, al igual que me seducen las mujeres obesas y las orquídeas: todo curvas y graso glamour. Empecé, claro está, por aquella geometría sencillita, rectilínea, euclidiana, incluso las curvas elementales. Aquello era de una ingenuidad conmovedora. Después llegaron las cónicas, las apabullantes curvas de nombres igualmente asombrosos: catenaria, cardioide, cisoide, cicloide, epicicloide, las cuádricas, la infinita lemniscata y la todopoderosa espiral, que me trasladaba a los últimos rincones del espacio cuatridimensional. Cuando la dibujaba, mi imaginación salía con ella a través de la ventana hacia aquellos espacios puros, azules e incontaminados, expulsándome del mundo real en su centrípeta circunvolución.

    Mi adicción a la geometría era casi patológica. Empezó de niño, cuando descubrí que una simple taza de café, cuyo límite superior visto frontalmente era una línea recta, se transformaba, con el simple gesto de girarla noventa grados hacia mí, primero en una maravillosa y cambiante elipse, de diámetros variables; después en una perfecta circunferencia. Claro que en la maniobra el café se derramaba sobre la mesa. Entonces mi madre me propinaba un par de collejas, diciéndome: “Eres un perfecto cataplasma, hijo mío. No he visto nunca a un crío más tonto que tú.” Pura incomprensión.

    Pero eso estimulaba mis investigaciones sobre las propiedades geométricas de las cosas. Y de las personas. Primero los pechos de las esculturas de escayola que representaban las venus más o menos de Milo, que estaban en los parques; después aquellos otros núbiles de mis primas. Me gustaba seccionarlos (con la mera imaginación, claro), dibujar sobre ellos sus líneas topológicas y analizarlas en función de sus correspondientes canónicas. Así establecía el grado de perfección de aquellos cuerpos femeninos.

    Posteriormente, ya con algunos conocimientos de la geometría de Riemann y de topología simpléctica, hacía mis prácticas estudiando las deformaciones que un seno femenino, perfectamente estudiado en sus curvas definitorias, sufría bajo la presión de mis manos. Generalmente este estudio local se ampliaba a toda la morfología del cuerpo poseedor de la teta inicialmente manoseada, pero los resultados del experimento quedaban sin reflejo documental debido al estado de obnubilación y traspueste en el que me sumían aquellas prácticas. Fue ésta una época especialmente grata y abundante en experiencias enriquecedoras, tanto para mí como, aunque sea inmodesto por mi parte decirlo, para mis campos de experimentación. En poco tiempo podía, con la simple inspección ocular, definir la ecuación de grado “n” de la curva que definía unas caderas femeninas, aunque estuviesen en movimiento.

    Después, la vida me llevó en su trayectoria aleatoria e impredecible; a veces (pocas) de una linealidad apabullante: aburridísimas; otras, la mayoría,discurriendo según gráficas de ecuaciones imposibles que, siendo más divertidas, conllevaron riesgos y peligros ciertos por mis errores en el cálculo de sus focos o puntos fijos y las coordenadas de sus puntos de fuga. Pocas veces supe localizar con exactitud la puerta falsa o salida de una situación comprometida. En esos casos,las asíntotas o líneas por las que “darse el piro”, en lenguaje coloquial, me golpearon duramente; varias parejas desechas acusándome de infidelidad reiterada. ¡Infiel yo, que lo único que pretendía era ampliar el campo de mis investigaciones anatómico-geométricas!. En ese aspecto, como en el caso de la taza de café, siempre fui un incomprendido.

    En fin, ahora en mi edad senil, en la que pocas experiencias de aquel tipo me son posibles, me queda la frustración de no haberlas plasmado en un volumen lleno de dibujos, gráficos, con el desarrollo teórico de mis experiencias y bellas fotografías de las llamadas "de arte", poniendo a disposición del público en general cómo saber apreciar la inmensa belleza que hay detrás de la armonía de una curva, trascender la pura materialidad de unos glúteos macizos y ver, en cambio, en ellos la perfecta cardiode que los define.

    De esa no nata publicación éstas podrían haber sido las últimas líneas.Y punto.
     
    #1
    A Antonio del Olmo y danie les gusta esto.
  2. danie

    danie solo un pensamiento...

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    ¿Y a quién no le puede seducir ese tipo de líneas?
    Muy buena prosa, felicitaciones.

    Un abrazo.
     
    #2
  3. Pessoa

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    Muchas gracias, Daniel, por tu visita y tu amable comentario. Aunque es una prosa algo frívola tus felicitaciones la dan una cierta densidad. Sobre todo viniendo de alguien con el apabullante historial de premios que presentas. De nuevo mi agradecimiento.
    miguel
     
    #3
  4. Antonio del Olmo

    Antonio del Olmo Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracioso relato nos dibujas con tus curvas. Gracias por hacerme sonreír.

    Saludos desde Madrid.
     
    #4
  5. Pessoa

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    Me alegro, querido Antonio, haber podido conseguir esa sonrisa. Madrid, en estos días y este otoño lluvioso, no es el mejor ambiente para hacerlo. Un cordial saludo,
    miguel
     
    #5

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