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El Médium

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Luis Fernando Tejada, 26 de Febrero de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 857

  1. Luis Fernando Tejada

    Luis Fernando Tejada Poeta reconocido

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    Al entrar Jorge al bar, un asomo en el ambiente lo hizo sentir incómodo y decidió cambiar de sitio. Sin pensarlo dos veces salió como si una jauría de lebreles lo estuviera persiguiendo, en dirección a un lugar, menos popular, pero más concurrido.

    La inquietud y la percepción de algo anómalo en el ambiente lo siguió asaltando durante todo el trayecto, hasta el sitio escogido: El Mirador, un restaurante bar para turistas, entablado en la terraza de uno de los edificios más altos de la ciudad.

    Un moderno ascensor panorámico lo descargó directo en el elegante sitio, bastante concurrido. Desde la puerta del ascensor observó la barra del bar, al fondo del enorme rectángulo ocupado por el bar, enmarcado con espejos y ventanas. Le pareció un buen lugar para tratar de ubicar la causa de su desasosiego.

    Acomodado en la barra se le vino la idea, de que su inquietud, se originada en la mirada fija de alguien sobre él, y ese alguien, tenía magnetismo y poder para perturbarlo.

    Observó a todas las personas a través del espejo empotrado en la pared de la barra, de alguna manera, sospechosas de ser las responsables de su malestar, y para su sorpresa, se topó con la sonrisa de un inofensivo hombre de mediana edad, parado en la puerta de entrada al salón.

    En su vida había sido muy detallista, por eso recordó de inmediato, que ese mismo personaje, estaba presente en el bar donde había estado anteriormente; conclusión, o se trataba de una coincidencia o lo seguía, y la sonrisa se podía interpretar solo de una manera: el objetivo del desconocido no podía ser más, que el de llamar su atención, por lo tanto debía encararlo.

    Al reclamarle por la evidente persecución y la mirada fija sobre su espalda, el hombre conciliador, le ofreció la mano derecha en signo de amistad, y también le dio las correspondientes disculpas por una posible conducta irregular.

    —Perdone si lo ofendí con mi comportamiento, pero mi mirada no iba dirigida hacia usted, sino hacia la chica caminando a su lado.

    —Chica ¿cuál? no veo a ninguna —dijo Jorge extrañado y sorprendido, dando una ojeada de inmediato alrededor.

    Cómo soy un médium, cuando vi a la muchacha a su lado, concluí que estaba ante un caso de mi incumbencia y me dije, esa especial joven debe ser un ser querido fallecido, y allegada al señor a su lado. Era muy posible que vinieran de su rito funerario y por la actitud suya, o más bien ninguna, ante la presencia, era fácil concluir que no se había dado por enterado de la presencia. —le informó el extraño con expresión enigmática.

    Jorge no pudo disimular el asombro ante lo dicho por el autodenominado médium. Por el momento no lo tomó en serio, podía tratarse de un estafador en busca de un incauto para birlarle el dinero. Pensaba además que todo ese jaleo se había originado en el funeral de su prometida. Allí como un doliente más, el desconocido analizó a los asistentes y supuso entonces, al verlo tan afectado, que había encontrado a la víctima precisa para realizar una estafa y como parte del deshonesto plan, decidió seguirlo para tratar de concretarla.

    Sabía de buena tinta, que las personas ante la muerte de sus seres queridos, se vuelven muy vulnerables, y fruta madura para caer en manos de charlatanes, que sacan tajada de las circunstancias dolorosas, ofreciendo a cambio de dinero, la posibilidad de regresar a los seres queridos del más allá.

    —¿Me acepta un trago o un café? —le dijo el desconocido con amabilidad, señalándole con el dedo índice un lugar más discreto, frente al punto donde estaban parados.

    Jorge dudó por unos instantes si aceptaba la invitación, pues consideró era otorgarle, al posible estafador, algo de ventaja. Pero pudo más la curiosidad que si instinto de supervivencia, sentándose en el lugar indicado por el hombre, pero sin alejar de su rostro la expresión notoria de desconfianza, llevada desde el principio del embrollo, traído por el autodenominado médium.

    Había acertado en lo referente a lo del funeral, y nada menos en el de su amada novia. El oírle mencionar el luctuoso suceso, era suficiente motivo para no desdeñarlo. Por lo tanto, le permitiría extenderse un poco más en el contenido de la macabra historia, pues el hombre no parecía, como era de esperarse de alguien con semejantes fábulas, un vulgar timador.

    Como el bar estaba situado en una terraza desde la cual se observaba toda la ciudad, y además visitado por muchos testigos en cabeza de los turistas y algunos policías, Jorge decidió aceptar la invitación del extraño individuo. Este sin esperar el pedido de dos tazas de café, continuó sin dejarle espacio de tiempo para hacer alguna pregunta.

    —Como le decía amigo, soy médium y además le informo, veo personas muertas. Al lado suyo caminaba alguien, una hermosa chica, como le comenté antes, descartada de inmediato como ser viviente o de este mundo. No me lo va a creer, pero nuestros semejantes, siguen iguales en su forma por un tiempo después de muertos, la única diferencia, con nosotros los vivientes, es un halo luminoso alrededor de toda su forma, y por ese detalle los identifico —le dijo el hombre con aire místico. Si usted supiera la cantidad de esas entidades que me encuentro en el día, no me lo creería. A veces me sobrecoge el miedo, ante algunas, cuya imagen deja mucho que desear, por ejemplo la de bandidos y asesinos, muertos como causa de sus fechorías. Por un tiempo indeterminado no son conscientes de su muerte, o su inteligencia, la misma esgrimida en vida no les da para tanto y quieren continuar con el modo de vida en la etapa de transición.

    Por fortuna los muertos no pueden dañarnos, tal vez asombrarnos. Para ciertas personas su aparición puede ser el motivo de un gran susto, y en este caso podríamos pensar en su capacidad de hacernos daño.

    Jorge miró con el rabillo del ojo a aquel hombre locuaz, de rasgos indígenas y pelo abundante, de unos treinta y cinco años, con cara de buena gente, para escudriñar algo o algún gesto delator de alguna tramoya. Al conocer a alguien, le gustaba descubrir su currículo sin mediar presentación alguna. Los gestos, la uñas de las manos: si estaban bien cuidadas o no y la textura de la piel, determinaban, si el analizado, trabajaba a la intemperie o bajo techo, si hacía labor manual o intelectual. La ropa llevada, descuidada o con elegancia y el olor despedido, podían mostrar si se estaba ante alguien sin hogar o un vicioso, o al contrario ante un hombre de bien. En fin, algo tan pueril, podía llevar a descubrir un tramposo antes de la ofensa.

    No podía acallar en su pensamiento la duda, sobre si esa historia era un montaje orientado a deslumbrarlo por algún motivo insospechado, por eso guardó silencio para oír más cuentos, de esos, traídos de los cabellos.

    —¿Su novia era morena de pelo negro y brillante, ojos grandes y también muy negros? La persona al lado suyo, tenía esos rasgos y estaba trajeada con un vestido rosado, largo, como de fiesta. A propósito antes de que me cuestione, muchas personas se preguntan ¿cómo es posible hablar de espectros vestidos? Este es un fenómeno sin explicación alguna. Tal parece estamos ante un reflejo de la última imagen en la tumba de la misma alma, elaborada dentro de su inexplicable consciencia del mundo material dejado atrás. Claro, no es la última palabra, es una de las explicaciones dadas al verlos vestidos. Me lo comprueban las apariciones de los espectros, portando los hábitos religiosos, usados en el pasado. Por fortuna esa costumbre desapareció, pues aquellos solo cubrían la parte frontal de los cuerpos, y para ser francos, las pobres almas se veían bastante ridículas con esos atuendos, y con sus espectrales traseros al aire.

    Al oír esto último Jorge quedó estupefacto y a la vez preso de la hilaridad por el macabro apunte, pero pasada la sorpresa, analizó con más detenimiento lo del ropaje, pues el llevado por su amada en el féretro, era una información reservada a los más íntimos. El vestido de la muchacha, llevado en el funeral, era el mismo destinado para lucir el día de la fiesta de compromiso. Fue una decisión muy privada de los padres el vestir a la difunta con él y por lo tanto, un pormenor, no manejado por alguien extraño al círculo íntimo. El hombre al frente no podía saber lo del vestido rosa, máxime si el féretro no se abrió más desde que guardaron a la difunta, y además en la más absoluta intimidad, debido a las laceraciones sufridas en el grave accidente, pues en estos casos, se acostumbra a sellar el cajón, para no ofrecer un espectáculo morboso a los dolientes y curiosos, abundantes en los funerales.

    —Si todavía duda de mi sinceridad, pregúnteme algún detalle sobre ella y yo le respondo con mucho gusto —le dijo el hombre muy tranquilo y con seguridad, que continuó sin esperar las preguntas, con la inquietante historia.

    —La chica se notaba agitada, porque no podía comunicarse con usted. Se le atravesaba en el camino, pero la cruzaba como a una niebla. Lo tocaba y las manos de ella se le hundían en su cuerpo. En esas la pobre se dio cuenta de mi don de poder ver las almas en tránsito y de inmediato me abordó. Lo señaló y me encargó de comunicarle algo muy importante: debe regresar al cementerio de inmediato, antes de deba abandonar este plano astral, pues el campo santo, es el único lugar donde podrá verla de nuevo. Si usted quiere yo lo acompaño y le damos gusto a la angustiada chica, en su tránsito hacia la otra vida —le comunicó el hombre con amabilidad y también con ansiedad, pues a ojos vistos, estaba muy interesado en el caso.

    Jorge se sintió aterrorizado y a la vez esperanzado, ante la eventualidad de regresar donde había dejado su corazón. La novia había muerto en un accidente absurdo de automóvil una semana atrás. Ella había ido de compras al centro de la ciudad en su propio vehículo; al regresar tomó una vía, que llegaba hasta la transitada autopista sur. Un tracto camión que circulaba a gran velocidad por la autopista no tuvo tiempo de esquivar al pequeño automóvil que no marcó parada. Los bomberos rescataron a la conductora después de cortar las latas, pero ya no había nada por hacer, había muerto debido a los graves traumatismos, de acuerdo a la constancia de la autopsia.

    Jorge no le dio el último adiós y era algo que le hacía remorder la conciencia. Ella lo había llamado minutos antes del fatal accidente, pero como había olvidado el celular en la casa, no respondió a las llamadas, ni a los mensajes de texto posteriores. Si no hubiera sido por ese fatal olvido, tal vez su novia estaría viva.

    Entre la invitación del médium y los posibles enredos, se inclinó por aceptarle la propuesta de ir al camposanto. Quizás este hombre podía ser la medicina para encontrar un alivio a sus remordimientos. A pesar de todas las dudas, la historia era muy convincente por los detalles aportados, imposibles de conocer por alguien fuera de entorno familiar, y estaba seguro de que los allegados, no tenían nexos con el médium, es más, tratándose de una persona con un oficio tan peculiar, nunca antes lo había oído mencionar en las reuniones familiares, donde se hablaba de todo.

    Algo de sobrenatural tenía todo ese embrollo, y en su cerebro, se asentaba la necesidad de comprobar la veracidad de la historia contada por el autodenominado médium. Por eso unos minutos después, se vio camino hacia el camposanto en compañía del médium. Este ante la nueva actitud del deudo, se puso de excelente buen humor, y se la pasó por todo el camino, contándole detalles sobre otros casos, en que se había visto involucrado en el pasado. A su vez Jorge no abrió la boca. Un asunto tan lúgubre, no era un estímulo como para despertarle la locuacidad.

    El lugar de destino, El Cementerio Central, estaba localizado en medio de un predio otrora rural. Este con el desarrollo de la ciudad quedó muy cerca de la zona habitada, dándole esta incidencia su nombre.


    ***

    Esbeltas palmeras adornan el camposanto, allí arbustos amargos, a lo lejos la cordillera central con sus picos agudos, cactus y ortigas creciendo, el aire caliente, enjambres de moscas invaden todo el lugar, allá, asentado en lo alto de un roble, un buitre con sus alas desplegadas recibe la brisa.

    El paisaje se disuelve en el aire caliente, paz solemne, sueños perdidos en la distancia. El camposanto reúne a los cuerpos, cada uno en su estrecho lugar.

    El ambiente motiva al deudo una enorme cantidad de pensamientos, atribuibles a lo sobrenatural:

    —Mi corazón se contrae, invadiéndome de inmediato una gran incertidumbre: la cabeza sobre el túmulo elabora ideas sombrías, es la agonía y no la soledad.

    Ante la muerte la calma se conecta con la noche, con la luz de la luna. Las estrellas extienden su resplandor sobre mi cuerpo tenso, luz de ilusión para un mortal.

    Las apagadas esperanzas, flojas en su cansancio, son sólo espectros, visiones diluyéndose, el espíritu como rocío sobre flores muertas. La brisa sopla y la niebla sobre el lugar sombrea la colina prolongándose sobre las copas de los árboles. Una silueta aparece entre la bruma, es real, mas no puedo llegar a ella. Mis ojos escudriñan el espacio frío. Trenza hecha por dios o por el diablo y no puedo desatarla. Aparece la figura presente en mis recuerdos. Unos silenciosos pasos escapan tras de mí. La imagen diluida no me asombra lo más mínimo, antes de desaparecer voltea la cabeza, me parece, hace gestos como despidiéndose. Elucubraciones ante la visión, afloran a mi garganta, saliendo por mí boca en forma de palabras audibles en toda la colina: ¡Fantasma oculto, amor de este insepulto muerto de nostalgia, dicha del cielo, hacia las tinieblas pareces marchar y en este mundo no te puedo retener!

    El médium abrazó a Jorge apretándolo durante unos largos segundos y a continuación se alejó satisfecho, dejándolo solo con la pena y a la vez con la alegría de haberse podido despedir de su amada.


    http://luis-elperiodico.blogspot.com/
     
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    Última modificación: 3 de Marzo de 2015

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